WALLENBERG: Love Is Slavery (Manic Depression 2013)
Diez canciones con todo lo que se puede pedir a un trabajo de estas características. Diez canciones llenas de energía guitarrera, teclados y pianos en su punto justo, cajas de ritmos y bajos protagonistas y voces más que personales. Poco importa si nos referimos a la anfetamínica (politoxicómana más bien) Legalize Me. A la trágica Tribal Tomb. A la deudora de los mejores grupos góticos de los noventa The Swell. Al drama transformado en épica tonada de sobresaliente piano que es Mistery Girl. Al superhit que es (o debería ser) Taste Of The Death (Part II). A la iniciática Merely Sleeping con su voz a punto de romperse, doblada y llevada al paroxismo. Da lo mismo que hablemos largo y tendido sobre la soberbia Feast Of Vultures, glorioso ejemplar del mejor dark francés. De la inquietante Lily (From The Valley) y su tono de cuento infantil que no lo es tanto. Del purísimo gótico rockero encarnado en la homónima Love Is Slavery o de la algo más floja y cuasi popera City Of Crime, que recuerda inevitablemente a aquellos nuevos románticos que hacían furor a mediados de los ochenta. Da igual porque todas ellas son representativas de la añeja darkwave francesa, de la coldwave más tradicional, del mejor rock gótico del de toda la vida. Terciopelo y chorreras; maquillaje y elegancia; dandismo bien entendido, oscuro y melodramático. Wallenberg son todo eso y más. Y queda patente en cada nota del disco. Treinta años después, en formato trío, las ascuas que comentaba al principio arden de nuevo. Hervé (voz), Raphaël (guitarra) y Nicolas (bajo), le dan fuelle y logran hacer un conjunto de canciones bastante notable.
Love Is Slavery es tan clásico como pueda serlo cardarse el pelo en un baño público con quince años y por lo menos igual de excitante. Es natural en sus composiciones, profundo en sus melodías de guitarra, dramático y épico en las voces, con bajos pulsantes y ritmos acertados, es como uno de esos vinos que sabes que no ganarán un concurso de catas pero que apetecen en cada ocasión. No es el disco más original del año, pero tampoco tiene porque serlo. Está claro que si defiendes que lo interesante artísticamente hablando pasa necesariamente por la innovación, el riesgo, etc, obviamente Wallenberg no es lo que estás buscando, pero si más allá de la creatividad extrema, exiges a la música que escuchas elegancia, savoir faire, tensión trágica, el punto justo equidistante entre la armonía oscura y el desgarro romántico, entre el buen gusto melódico y la entraña siniestra, Love Is Slavery es una de las mejores opciones de este 2013.