VORTEX: Kali Yuga (Cyclic Law 2013)

Kali Yuga (en inglés, en español sería iugá) es la “era de la riña” o “era del hierro” (la cuarta) de la mitología hindú. Según dicha mitología, esta edad durará cuatrocientos treinta y dos mil años y habría comenzado hace unos cinco mil cien, poco más o menos. Esta era estará marcada por las guerras, la corrupción, los genocidios, las malversaciones, los sistemas filosóficos y sociales “desviados” o aberrantes… Vamos, nada que ver con la época actual y ¡nos quedarían más de cuatrocientos mil años así!. Jajejijoju. Basándose en las semejanzas, casi dando por hecho el valor profético de las predicciones védicas sobre el tema, el proyecto alemán Vortex, tras el correspondiente viaje iniciático a la India, ha compuesto un álbum que trata de poner en clave musical esas semejanzas. Como una gran metáfora de la crisis mundial actual, como una traslación en el tiempo y el espacio. Oriente y occidente, lo arcano y lo moderno, lo espiritual y lo material. Que al fin y a la postre, es el mismo Todo. Para lograr transmitir esa idea, Marcus S. se hace acompañar de músicos de reconocido prestigio como M. M. Ra o el guitarrista Patrick Filian y a fe mía que lo consigue.

En los once cortes de este Kali Yuga se respira un aroma similar: a incienso y a espiritualidad oriental. Ayudan los cantos chamánicos, las percusiones tribales, la atmósfera delicada y al mismo tiempo oscura y llena de fuerza. El dark ambient y la música ritual campan a sus anchas por los cincuenta y tantos minutos del disco, pero sería injusto circunscribir todo a estos estilos. Hay un gusto por la melodía, por la estructura de canción “tradicional”, por el alejarse de lo conceptual (a nivel de CD global) y trabajar los temas de uno en uno, que aleja este tercer trabajo de Vortex de los estándares habituales del género. Las numerosas capas de instrumentos dotan de matices, las guitarras (no suele ser un instrumento muy habitual en el palo) le dan un toque original y creativo, los mantras repetidos una y otra vez, las percusiones tribales, aumentan la sensación de estar ante un rito oscuro, un ritual ignoto y misterioso. Estructuralmente (otro punto a favor de la originalidad del álbum) diseñado como si se tratara de un libro ordenado en capítulos, comienza con Kali Yuga Anthem, allá dónde empieza el ritual. Los cantos chamánicos introductorios tienen continuidad en el muy percusivo y (orientalmente) bailable Confusion. Repetitivo, te mete en ambiente (si es que no lo habías hecho ya) para recibir Dawn Of The Iron Age: la era del hierro ha comenzado, no hay escapatoria posible. Desolación, la humanidad ha tocado fondo, el final está cerca. Gods Of The Desert redunda en el mismo sentimiento. Pero lo hace desde otro planteamiento sonoro. Aquí son las cuerdas las que soportan la “melodía” sobre una oscura atmósfera, como si se pretendiera calmar a un dios oscuro. La voz, dulce, femenina de Prayer For The Iron Age da pie a un nuevo ritual de tambores y ¿pies golpeando el suelo? De los mejores temas del disco. Techno Crisis es mucho más dark ambient clásico. Los típicos paisajes postapocalípticos, la conocida sensación de desesperación y ausencia de esperanza. Kali Yuga Ritual, sin embargo, nos devuelve los tambores casi marciales, las percusiones hipnóticas, los ritmos imposibles. La danza ritual al dios que termina en un largo epílogo. Corruption es cíclica, de nuevo el dark ambient más canónico. De nuevo la oscuridad y la desmoralización. Los lamentos finales, los sollozos no mejoran el panorama sombrío. Martial Destiny recupera rápidamente el pulso. Cercana a la electrónica, con un tempo casi de música de baile, me trae a la mente las composiciones de clásicos como Mother Destruction y afines. Sadness Remains (Lament) es una larga letanía instrumental, pausada, tétrica casi. La aridez y el pesimismo en cinco minutos. Para teminar, nos encontramos con el cierre del círculo. La era de la riña ha terminado y ya está aquí Kalki The Destroyer. Repetitiva, inhumana, industrial, casi robótica, despojada de cualquier signo de vida, el fin del mundo tal y como lo conocemos, ha llegado. El interludio “operístico” que precede al terrible final no cambia las sensaciones: todo ha terminado.

Tras degustar Kali Yuga unas cuantas veces, me invade una extraña (por infrecuente) seguridad: la de estar ante un trabajo más que notable, un hito que revitaliza un género un poco anquilosado; la constatación de que se puede seguir haciendo dark ambient sin repetir una y otra vez la misma fórmula; la confirmación de que el talento es independiente del estilo; la certificación de que Vortex ha realizado, hasta ahora, su disco más completo. El mejor.