FUNERARY CALL: The Mirror Reversed – Part 1 (Cyclic Law 2013)
El legendario proyecto canadiense Funerary Call (o lo que es lo mismo, Harlow Macfarlane) recala ahora en Cyclic Law y presenta un nuevo mordisco: The Mirror Reversed (según la promo Part I aunque en el disco no se indique el ordinal). Limitado a quinientos ejemplares, en cuidado digipack diseñado por Dehn Sora y masterizado por el propio Frederic Arbour, estamos ante un larguísimo (y único) corte de más de cuarenta y siete minutos que trata de reflejar lo que representa, siempre desde el personalísimo punto de vista de Macfarlane, el Árbol de la Muerte, como contrapunto del Árbol de la Vida, ambos de la tradición cabalística hebrea, luego adaptada por innumerables religiones y creencias. Ya sabes, los sefirot o las diez emanaciones de Dios (Kéter, Jojmá, Biná, Jesed, Gevurá, Tiféret, Netsaj, Hod, Yesod y Maljut) a través de cuyas “bondades” se creó el mundo y sus contrapuestos Qlifot, como caras o huestes de la maldad (Taumiel, Jaigidel, Satariel, Gamjikot, Golajab, Tagirion, A’arab Zarqa, Samael, Gamaliel y Nehemot). No deja de ser, si profundizas un poco, un sistema medio mitológico, medio teosófico bastante interesante, todo esto de la Cábala y la Gematría. Incluso dejando aparte posteriores esoterismos.
Centrándonos en el disco en sí, se comprende que desfilan por esa inspiración, demonios, diferentes estratos infernales, distintas entidades que reinan de algún modo en ese caos informe que describen esas añejas tradiciones. El bueno de Macfarlane lo intenta, como viene siendo norma en el proyecto, a través de un negrísimo black ambient, oscuro, malsano y, por supuesto, delicioso y embriagador. Es complicado definir adecuadamente un disco como este The Mirror Reversed o, por lo menos, ser lo bastante ajustado como para que te hagas una idea ANTES de escucharlo. Es complicado por lo de siempre, es difícil definir o encuadrar texturas, sonidos diversos, atmósferas… es arduo concretar la abstracción, cuanto más cuando ésta es bastante pura. Sí que se puede decir, no obstante, que pese a tratarse de un único corte, hay “momentos” diferenciados, hay ciertos altibajos sonoros que permiten de algún modo convertir una pieza de tres cuartos de hora en trozos “masticables” o al menos en todo lo digerible que puede ser un ladrillo sonoro de estas características. Sin letra, por supuesto, casi sin melodía muchas veces, solo sonido hacedor de sensaciones, solo (no es poco, no) “ruido” capaz de transmitir imágenes, ambientes, temperaturas incluso. Decía antes que es un disco (y un proyecto, que llevamos desde los noventa degustándolo) oscuro, tenebroso y malsano. Transmite perfectamente estas sensaciones, no hay nada bueno detrás de todo ese muro sónico enfermo. Nada que permita mantener ningún tipo de esperanza. Es un álbum conceptual, ocultista, deliberadamente hermético e increíblemente desolador y tétrico, con partes absolutamente terroríficas y otras dónde la tensión se mastica como polvo en la boca: un impresionante puzle que debe ser degustado (o así lo creo) preferiblemente de noche, sin distracciones, otorgándole la atención que merece. Solo así se puede percibir toda la magia que encierra. Sí, es extremo; sí, es áspero. Es exactamente el tipo de sonido subterráneo y helado capaz de sugerir una verdadera tormenta de sensaciones, oscilantes entre el miedo puro, primigenio, arcano y el deseo de comprender esa incognoscible maldad, esa ininteligible expresión del horror más puro, menos justificado (si es que alguno lo está). Delicioso y embriagador, decía antes. Tanto como maléfico y ritual. Un ritual ciertamente terrible, como solamente músicos del empaque y el talento de este buen tipo es capaz de transmitir. Místico, sobrenatural, demoníaco también. Si en el infierno escuchan música, tienen un nuevo referente que pinchar a todas horas. Es la perfecta banda sonora del mal.