SHRINE: Somnia (Cyclic Law 2012)

2658-67273_600Somnia es el tercer trabajo de Hristo Gospodinov, alma máter del proyecto búlgaro Shrine. Realmente cuando pienso en música búlgara me cuesta imaginarme algo que no sea folk, prejuicios propios, por supuesto. Y ciertamente, Shrine no podría estar más lejos de acordeones y “música tradicional”. Este Somnia es, como su propio nombre indica de alguna manera, un viaje onírico, dentro de eso que se ha dado en llamar dark ambient, etc. En este caso, la música no te lleva (o no solo) por paisajes de algún tipo sino que se introduce en el mundo propio de los sueños, haciéndote moverte por horizontes con ese punto de irrealidad que incluso las más prosaicas duermevelas tienen. La forma de hacerlo es la habitual en el género: samplers, teclados, instrumentos acústicos, algún sonido de procedencia desconocida aquí y allá…

Como sucede también con casi todos los proyectos de este tipo, es francamente difícil dar con la clave que permita separar calidades. Tan difícil como discernir entre sueños, entre melodías evocadoras, incluso entre ficción y realidad. Porque en el fondo de eso se trata. En el fondo lo que hace que un disco sea bueno o sea malo casi siempre está lejos de criterios objetivos y termina siendo una cuestión de “me gusta” o “no me gusta”. Siendo esto así, en el caso de este género musical, me atrevería a afirmar que el criterio debe ser incluso utilitario: logra lo que pretende o no llega a conseguirlo. Y dentro de eso, ¿hasta dónde te lleva la música? ¿Se queda en el intento de sugerirte sensaciones? Somnia logra, en la prácticamente una hora que dura, llevarte por dónde quiere. Consigue, en sus ocho canciones, que, aunque son independientes entre sí, puedas ver el disco como un todo. Un todo instrumental, sí, por supuesto, pero tan cuidado que hace que hasta la presencia de voces se antoje innecesaria. Un todo estupendo que recrea ese mundo familiar y desconocido a la vez de los sueños. Ese mundo surrealista al mismo tiempo que común a todo mortal que si perdiera el misterio de la no lucidez, tendría menos interés. Y lo consigue sin alardes innecesarios, solo (que no es poco) a través de capas y capas de sonido exquisito. A través de estratos a diferentes niveles, siempre tratando de sintetizar sin agobiar, que empapan los oídos del escuchante inundándolo por dentro. ¿Quién necesita más?