FUCKAINE: Totally Contagious (Origami Records 2014)

MUY sorprendido sigo con este Totally Contagious, primer CD de los patrios Fuckaine. Gratamente sorprendido, quiero decir. En primer lugar porque por vez primera (creo, mi memoria da para lo que da y da para bastante poco) no tengo ni la más remota idea de cómo calificar, con quién comparar, un disco que, a día de hoy y tras degustarlo (que no se dude del esfuerzo en digerirlo) repetidamente, sigue escapándoseme a cualquier intento de “cuadricular” lo inclasificable. Porque es así, amigos, este Totally Contagious es, aparte de como dice el propio título tremendamente –y para bien- pegajoso, absolutamente indefinible. Creativo a más no poder, mezcla una barbaridad de estilos tan dispares que asusta la amalgama final. Y es que los cincuenta minutos que dura están repletos de rock, rock con cualquier apellido que se te ocurra y electrónica moderna, a tutiplén. Así en general. El “problema” (bendito sea) es que dentro de esos dos supersacos, los madrileños le dan a todo: postpunk, indie, punk, funk, pop… Y le dan con momentos oscuros, otros lúcidos, ora cañeros, ora más tranquilos. Se marcan un disco, un discazo, que parece –otra vez, para bien- un recopilatorio, en el sentido de que se aprecia una superficial falta de cohesión entre temas, provocada por esa increíble paleta de referencias e influencias. Pero decía que era una falta de cohesión sólo superficial. Si escarbas, y créeme que merece la pena hacerlo, descubres que dentro de la muy barroca propuesta, hay un fondo sólido. Un fondo en el que si el mayor inconveniente que se le puede poner es que suenan a tanto que terminan sonando sólo a Fuckaine o nos hemos vuelto todos locos o no sé de qué coño nos estamos quejando. Decía al principio que esto era en primer lugar.

En segundo lugar, la sorpresa grata viene porque sin querer casi, me veo tarareando melodías imposibles, rebozadas de buen gusto e impregnadas de calidad. Como en Cristales y su desatada batería. Un himno oscuro y modernito a partes iguales. O en la compleja y rockera (ja, entre otros mil adjetivos y etiquetas) Hooray. Recuerda a esos tiempos dorados usamericanos de hielos negros, besos sagrados y dieciseisañeros. Y sellos de ojos hambrientos clarostá. Recuerda en el tono, aunque el desarrollo la lleve por distintos derroteros. La peculiar Get Fit, de las pocas que no terminan de entrarme del todo, más por culpa mía supongo que de ellos. O la noventera Tronquito de Brasil. Playground retoma la senda oscura, la del bajo llevando el peso. Más afterpunk que post, o eso me parece, me devuelve a los yanquis citados. Sin parecerse en nada realmente. Pero es lo que tiene este absurdo ejercicio de poner en letras lo que sólo se puede sentir, de intentar expresar lo inaprensible. Ay. Surimi parte de un título cuando menos peculiar (por ser suave) para pegársete a la piel y quedarse ahí. Para bien y para mal. Y mira que con Rocki’ Down Sun intentan repetir la jugada, pero les sale otra cosa, pegadiza también pero en otro plan. Protagonista el teclado aunque solo por un ratillo. Energía pura. Thnk U vuelve a dar una vuelta a quien creía que ya lo había oído todo. Pese a que la combinación vocal se me haga aquí un poco forzada, es de esas canciones que cuando las oyes plastificadas tienes la absoluta seguridad de que ganan sobre tabla. Pasa un poco con todo el disco, pero se acentúa para mí en este retorcido agradecimiento. Kahuna sería una broma si Fuckaine se tomaran en serio. Puesto que el rebose de talento les resta a Dios gracias trascendencia, la broma no cuela como tal, aunque se esfuercen. Las diferentes waves han hecho mucho daño y nosotros se lo agradecemos, no podía ser de otro modo. Casi sin darnos cuenta se nos está acabando el disco. La enloquecida Bionic Lobsters es tan extraña como adictiva. Magnífica. Japanese cuesta también un poco al que esto escribe. No me termina de atrapar, probablemente por comparación con lo anterior. Tras una decena de bofetadas (nueve si excluimos Get Fit), los pellizquitos incordian menos. Suerte que para el cierre reservan una pieza del calibre de Sun Goes Down. Apreciable en su aparente candidez, esconde toneladas de matices. No es a mi modo de ver lo mejor de TContagious pero no desentona para nada.

Tras la degustación, pausada, solo me queda una duda, una inquietud casi. Después de marcarte un primer disco como este, ¿qué te queda por hacer? No parece posible repetir la jugada, no a este nivel. Pero sí tengo claro que de suceder, ha de ser en el seno de Fuckaine dónde acontezca. Mientras esperamos, nos queda la vuelta. Desde Cristales. Una y otra vez.