DER HIMMEL ÜBER BERLIN: Memories Never Fade (SwissDarkNights 2013)

9595459934_18aa2254c3_oLos ochenta fueron el marco para la gran explosión de la música oscura, especialmente en Reino Unido. La consolidación del movimiento afterpunk al principio de la década, el desarrollo del mismo hacia sonidos menos fríos (y menos punk) y más oscuros o la eclosión del rock gótico de guitarras que aconteció después, son hechos conocidos por todos. Posteriormente ha habido una mezcolanza de nostálgicos influidos, “copiones” sin remedio y revivaleros de todo a cien que, en muchos casos sin quererlo, han logrado que durante los últimos treinta años siempre haya habido bandas que bebieran de aquellos sonidos, puramente ochenteros. Evidentemente con mejor y peor fortuna. Pero es en los últimos años cuando emerge una nueva generación de músicos que, desde diferentes orígenes y con diferentes intenciones (mucho advenedizo suelto, mucho indie reciclado, mucho grupejo con ínfulas aupado por el New Musical Express de turno), hacen de eso que alguno tilda de postpunk su oscura bandera. Legión son. De toda esa (bendita en muchos casos) plaga, sobresalen determinados conjuntos que, por calidad, por originalidad, por creatividad o por lo que sea, van más allá de la mera recreación del cliché. Uno de ellos, de los destacados además, son el trío de Trieste (me niego al juego de palabras) Der Himmel Über Berlin. Peculiares en el reparto de instrumentos (nómbrame otros diez -que digo diez, cinco- cantantes-baterías) y excelentes en la composición e interpretación, han hecho de este Memories Never Fade un magnífico debut.

9595461234_7116cff873_oYa desde Donau Ruf (que abre -¡y de qué modo!- el CD) dejan claro que van más allá de la influencia obvia. Añejos y modernos al tiempo, la sabia mezcla de afterpunk clásico (del bueno, del de Bauhaus por poner solo un ejemplo) con todo lo que la New Wave “nos” enseñó y las adecuadas pinceladas más puramente góticas nos arroja a la cara una “entrada en materia” excepcional. El bajo de A Sad Boy nos devuelve al siglo XXI con la inestimable contribución de las guitarras dobladas y la voz grave pero sin exagerar. Las baquetas aquí recurren a la eficacia de un ritmo sencillo pero no simple, no sé si me explico. Un tema hasta cierto punto esperanzador, lejos del gris marengo de Donau Ruf. Night Moans rompe el hechizo con un inicio más gótico que la catedral de Colonia. Angustia y rabia a duras penas contenida en los tres y minutos y medio que dura. Sin aliento, desasosegadora, profundamente épica y oscura. Con Paolo agudizando la voz y empuñando la taladradora baqueta en mano. We Dreamt To Be Happy es bastante más rockera. Las guitarras azotan como el viento y el bajo de Stefano se convierte de nuevo en protagonista, aunque todo el trío raya a gran altura. Me recuerda a la primera época de New Model Army, no tanto en el sonido, hablando en puridad, como en la atmósfera que desprende. Back to the 80’s again. Birch Forest, con un inicio en cuatro cuerdas remanente de los Lucie Cries más perturbadores (las voces de niños ayudan a ese ambiente), cambia después el tercio. Rítmica y oscura, profunda y otra vez perturbadora. Davide despelleja prejuicios con la guitarra, como repetirá en Blue Scarecrow, desde el instante en el que la sección rítmica (dominante todo el disco) le da aire. Otro tema entroncado con el pasado: la canción más canónicamente gótica del repertorio. Strawberry Lipstick sin embargo, es pura sensualidad nuevaolera, solo desentona algo la excesiva gravedad vocal, dada la envoltura instrumental y el efecto clasicón de la guitarra. ¿Discutible a estas alturas? Lo dudo. Varena me da la razón, o eso creo. Mantiene lo apuntado por el pintalabios anterior y lo desarrolla un punto. Sin exagerar, que no son Talking Heads. El ritmo casi marcial con el que comienza Eaten Up da paso a otro de los himnos góticos de Memories Never Fade. Melancolía bien entendida, elegancia… adjetivos que se quedan cortos. Sweet Dancing Butterfly me recuerda a, por increíble que resulte, Parálisis Permanente, en sus mejores momentos. Intuyo que es por la coincidencia en gustos, no se me alborote nadie. Los supera además con creces. Allumette Lucifer, que cierra MNF, es elegancia (de nuevo) por los cuatro costados. Un sentir casi de crooner de lo oscuro, de los de micrófono unidyne y traje. Una barbaridad de canción, que deja el listón altísimo, el de un CD francamente completo, original, creíble. En la mejor tradición clásica pero con un barniz absolutamente actual. Juntar ocho o nueve hits en un disco de once cortes está al alcance de muy pocos. Y en un debut menos. Espléndido presente y me atrevería a decir que gran futuro. Wim Wenders no se equivocaba: El cielo sobre Berlín es tan atractivamente (jodidamente) oscuro…

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