ANTONIO ARIAS: Multiverso II – De la soleá de la ciencia a la física de la inmortalidad (Autoproducido 2013)

Las estrellas son pupilas: nos permiten mirar a los ojos al Universo. 

Con cierto y deliberado retraso hincamos el diente ahora a este Multiverso II, tan hijo de aquel fantástico Multiverso I como evolución natural del mismo. El retraso se debe, fundamentalmente, a que las nuevas composiciones del señor Arias (no todas, las hay que ya desde la primera escucha enamoran) necesitan de una imprescindible digestión para poder ser disfrutadas plenamente. No son canciones de usar y tirar (nunca lo son), de esas que entran con la misma facilidad con la que salen. Son temas complejos, elaborados, en ocasiones apuntan tan alto que sin pausadas y numerosas audiciones, se hace francamente difícil disfrutarlas. Por fortuna –y porque sabemos de la intención y el “arte” de Mr. Arias-, hemos dado al disco la pausa que merece y por tanto podemos decir que quizá no estés de acuerdo con todo lo que sigue a estas líneas pero ten claro que no es fruto de apresuramiento ninguno. En Multiverso II, Antonio Arias se ha hecho acompañar del teclado del sin par JJ Machuca (Eskorzo, Los Evangelistas, Lagartija Nick), de las guitarras orbitales de Florent (Los Planetas, Los Evangelistas, Los Pilotos), de la voz de Soleá Morente (hija del maestro Enrique Morente, voz también en algunos temas de Los Evangelistas), de los ritmos de David Fernández (Lagartija Nick), entre otros (Eric Jiménez, Víctor Lapido, David Montañés, Julian Méndez, Miguel López, Miguel Martín, Tymon Dogg, José Ubago…). Las letras de todos los temas (salvo la propia Soleá de la Ciencia, que es una genial versión de la que apareciera en el álbum Morente Sueña la Alhambra, del ronco del Albaycín) son poemas de David Jou, catedrático de Física y poeta catalán que ya prestó algunas estrofas en Multiverso I. También tiene peso en el disco Jose Antonio Caballero, astrofísico al que también conocemos de Multiverso y que en esta ocasión aporta sonidos espaciales reales que insertados sabiamente, dotan de atmósfera a todo el CD y tienen especial relevancia en Cármenes, que cierra el Multiverso.

Multiverso II arranca con Desertización. Los teclados de Machuca van dando ambiente, atmósfera, aire como a electrónica clásica, casi orgánica. Los versos de Jou, sobre el bajo, la arena cabalga el viento, el desierto se extiende, el sonido se expande y gana enjundia. Es una de las canciones que más recuerdan al tratamiento pop de Multiverso, hace un poco, tal vez, solo tal vez, de nexo entre ambos discos. Agujero de Ozono toma el relevo, también iniciada en el teclado, con mayor presencia armónica. Medio tiempo. Hay luz que aspira a perdurar algún día. Un agujero luminoso, caliente, casi pegajoso, contagia el relampagueo. Hasta ahora, nada sorprende demasiado, tampoco es necesario, estaba todo ya bastante claro desde el principio. Pero la Soleá de la Ciencia es otra cosa, mucho más lagartijera (última época), con Eric en las baquetas y un aire más poprock. Siendo tú la ciencia, no me has comprendido a mí. Una pieza deliciosa, que no te cansas de escuchar, una revisitación de aquella tremenda pieza Morentiana. Fantástica, pegadiza. A la Materia es diferente, más contundente, más enraizada, más etérea también (la participación de Soleá Morente agudiza la cuestión). Has parecido exultante y creadora, cuenta la letra. Otro himno a la materia, quizá menos inspirado que el de Teilhard de Chardin que apareció en aquel lejano Ulterior, quizá menos elevado, más terreno. Infinito no me sedujo la primera vez que la escuché. Me pareció algo plana. Ha sido tras sucesivas escuchas cuando he entrado en toda esa complejidad disfrazada de sencillez, esos ojos febriles en la oscuridad, ese último tren que representa el infinito, ese último viaje a la eternidad. Inmensidad espacial. Estrellas aparentemente cercanas. Cosmos… Relieve. Sexto corte, ecuador del disco. El bajo y la batería llevando el peso. Precioso tema, cargado de sentido: un espejo con mil rasgos difuminados, nunca sabremos cuando seremos golpeados. David Fernández mantiene sin dificultad el pulso, es difícil, es complicada la concreción y la contención, sujetarse, no desbocar las baquetas, no dejarse llevar. Las lentas manos de Florent dominando también las seis cuerdas con precisión distorsionada… más patentes en La Física de la Inmortalidad. Teclados clásicos que se abren al espacio en un viaje asimismo inmortal. Ritmo pausado, texturas. Cierra los ojos y fluye. Otro tema en el que me costó entrar y que hoy se ha hecho imprescindible. La velocidad de un caracol marca la diferencia. Sus ganas de vivir y sus letales consecuencias. Una eternidad casi neutral. La canción crece y se retuerce. Bellísima y profunda a partes iguales. La lenta, oscura y tranquila Proyecto Marte sigue a la anterior. El poema, tremendo, de David Jou es de esos difíciles de musicar por su propio ritmo interno, más adecuado a la lectura introspectiva que a la canción. Pero consigue el señor Arias salir airoso, doblando dónde es necesario, el cielo en el jarrón del pensamiento en blanco, convertido casi en estribillo. Una pieza dónde se puede palpar el afán del granaíno por ir más allá y no estancarse. Experimentación y hacer lo que le sale del corazón siempre y pese a quien pese. Dejar las Cosas Intactas, también lagartijera (podría ir en Zona de Conflicto sin problema alguno), demuestra de nuevo como convertir un texto difícil de musicar en una pequeña obra maestra. Una declaración de intenciones absoluta: todos tenemos razones para movernos, yo me muevo para dejar las cosas intactas y eso es siempre así. Damos fe. Nosotros y veinticinco años de trayectoria. Junto con la Soleá citada, para mí es el mejor tema del CD. Reloj de Arena me dejó frío también las primeras veces que la escuché. Se me hacía larga y monótona. Ha ido ganándome poco a poco, paso a poso, poso a paso. Un texto difícil (de nuevo). Quien dice ahora no dice un punto en el tiempo, sino el grosor de una duración. Toma ya. ¡Cántalo tú! Complicado ya digo. Un reto en sí mismo. Un poema largo, de esos en los que cada verso es para masticar despacio, para degustar con tranquilidad, para encontrarle las vueltas, que las tiene. Convertir eso en pop… bueno, escúchala tres o cuatro veces. Tú también caerás. Como en Un Alfa Y Tres Omegas. ¿Talar? Germinar no pide más, basta con esto. Ahora florecer es cosa vuestra. Y en ello está. Porque la canción crece y crece, germina y florece. Enorme en, otra vez, su aparente sencillez. Cierra Cármenes. La conocía ya de aquel concierto en Calar Alto, aunque eso no haga que sobrecoja menos. El espacio como instrumento musical. Con Jarre en la memoria. Tendremos que esperar más de una década para detectar otra tierra. Esperaremos supongo. Mientras nos quedará el espacio. Exotierras lejanas, es el proyecto Cármenes. Otra demostración de inquietud musical, una pieza distinta, con el violín de Tymon Dogg aquí y allá, Soleá poniendo emoción, Víctor Lapido sumado a la fiesta, un fin de disco tan especial como espacial. Imprescindible.

En fin. Multiverso II es la confirmación (otra) del talento de su creador (de sus creadores, en realidad, las letras son un prodigio poético) para hacer suyo cuanto le interesa. Y la astronomía en particular, la ciencia en general, le interesa mucho. Decía al principio que las estrellas son pupilas: nos permiten mirar a los ojos al Universo. Si la frase es cierta, la siento así, es de agradecer que Multiverso me haya abierto los ojos. De par en par.