A SLICE OF LIFE: Tabula Rasa (Autoproducido 2022)

Photo by Wim Kempenaers

Photo by Wim Kempenaers

Cuatro años después de Restless, los belgas A Slice of Life publican su segundo largo, Tabula Rasa. Cuatro años en los que han sucedido algunas cosas (sin más, una pandemia mundial) que no se podían prever y otras tantas que igual sí. Lo que no ha cambiado es que el señor Dirk Vreys y sus secuaces siguen haciendo canciones. Buenas canciones. Muy buenas canciones. Tabula Rasa aparece en este 2022 para de alguna forma dar cuenta de ello. Y aquí están de nuevo las cienmil influencias palpables con una forma (y un fondo) tan bien hecho que suena fresco y original pese a lo anterior.

Tabula Rasa está muy bien producido, suena muy bien y muy compacto, con cada cosa en su sitio y con cada instrumento (también la voz, claro) destacando sobre el resto sin pisarse. Esto, que parece una obviedad, muchas veces no lo es y el resultado es una “pelota” de sonido confuso y abigarrado de mala manera. 2 faced ya lo deja claro. A Slice of Life juegan en una liga que hoy en día está reservada a muy pocas bandas, principalmente por la ausencia de esas mismas bandas. Vivimos unos años donde se echa de menos (yo así lo hago al menos) discos que suenen a que hay un grupo detrás. Sexteto en este caso, con sus guitarras, sus bajos, sus baterías humanas y sus teclados si los hubiera. No es que sea imprescindible para hacer y mostrar buenas canciones, pero ayuda. O eso creo.

Además Sweet Darkness, Seven Days y Matterhorn dejan en seguida claro lo variado de la propuesta. Tres temas que suenan muy diferentes (con matices) y que representan a la perfección lo que te vas a encontrar en el resto del álbum. Volvemos al sinfín de influencias de lo más diversas que decía antes. Todo suena muy moderno sin renunciar a esas raíces fuertemente ancladas en los clásicos. Ellos mismos se definen -sin definirse- entre la new wave, el post punk o el rock alternativo. Podrías añadir el gothic rock de nueva generación y no andarías demasiado desencaminado. En fin, cajitas donde meter algo que excede con creces el propio encasillamiento. Pegadizo, bailable y altamente recomendable.

Goodbye o Fortress Of Solitude demuestran que también, TAMBIÉN, saben ponerse intensos y hacer temas más lentos y melancólicos. Cavern (con la participación vocal femenina de Els Van Herck), Animal Instinct o Anywhere But Home redundan en lo ya apuntado, buenos temas aptos tanto para el bailoteo oscuro como para la escucha concentrada. La segunda, más ochentera en su sonido que la primera, además permite el ejercicio nostálgico. Run for Cover es quizá el tema más gótico del disco, sin excesos pero con unas reminiscencias que los acercan a los más inspirados del género en aquellos también ya lejanos, noventas. No me entiendas mal, ya he dicho antes que suenan modernos y actuales, pero sin renunciar a lo aprendido en décadas anteriores. What Doesn’t Kill Me o In your Shade (probablemente uno de mis temas favoritos de este Tabula Rasa) tienen suficiente filo en sus guitarras para convertirse en hits inmediatos. Si es que alguien sabe aún a estas alturas que es exactamente eso.

 

El disco se cierra con el remix de Coraline a cargo de The Foreign Resort. Personalmente me gusta más la pieza original aunque el remix no está mal. Como casi siempre, es más electrónico y, a mi entender, la melodía coralina se diluye un poco entre lo sintético, no hasta el punto de cargarse la canción, en todo caso. Una, otra vez, buena canción, que cierra un disco estupendo. A Slice of Life siguen en una forma estupenda y solo nos queda esperar el tener la oportunidad de disfrutarlos en directo por estas tierras. Buen exponente de esa escena belga cada vez más consolidada, llena de grupazos y discazos. A Slice of Life y Tabula Rasa son una cosa y la otra, respectivamente.