OCTOBER PEOPLE: October People (Rumble Records 2012)

October People - October People - coverVivimos tiempos en los que si una etiqueta ha proliferado cual seta en otoño (cuando el otoño era otoño, claro) esa ha sido la de “postpunk”. Aunque, vaya por delante, nada tenemos en contra ni de la denominación (por más que haga una referencia un poco torticera a nuestro bienamado afterpunk sin serlo) ni de lo incluido en ella, el problema de generalizar es que la estandarización a capón termina aburriendo. Añadamos a la ecuación que ocho de cada diez nuevos grupos que se (auto o no) consideran postpunk copian descaradamente o a Joy Division o a Echo & The Bunnymen. O lo que es peor, a quien anteriormente copió a Joy Division o a Echo & The Bunnymen. Encima, en nuestra modesta opinión, ninguno de los citados se acerca ni por asomo al original… Imagino que a estas alturas se entiende la renuencia con la que el que escribe se enfrentaba a este primer trabajo de los madrileños October People. Y por supuesto, ya que estás leyendo esto, se entiende también hasta qué punto estaba errado y hasta dónde llega mi arrepentimiento.

A todo esto, a lo mejor te estás preguntando también tú alguna de estas preguntas: ¿Qué hace de October People un caso diferente al de ese ochenta por ciento citado antes? ¿Por qué deberías fijarte en estos cuatro muchachos y descartar el marasmo de imitadores antes citados? Pues por la misma razón que sabes que un círculo es redondo: las obviedades caen por su peso. Porque la mezcla de pop ochentero, rock del bueno y guitarreo oscuro y sucio a lo hermanos Reid (sí, amigos, son contemporáneos de Principe Valiente y se nota, se nota para bien) con las adecuadas gotas –o litros- de melancolía bien entendida y elegancia british (de nuevo los ochenta, muy presentes) funciona, vaya que sí. Funciona hasta tal punto que en seguida olvidas que estamos ante un primer trabajo, que esta gente es insultantemente joven y que si vinieran de allende el Canal de la Mancha estaríamos cansados de escucharlos por todos lados. Funciona principalmente porque las ocho canciones son muy buenas, como suele suceder cuando un disco como este impresiona. Desde la destacable portada, minimalista, con esa especie de ying-yang otoñal que anuncia de algún modo todo lo que encontrarás dentro: temas que cortan como cuchillas, de una belleza engañosa, frescos (tristes de alguna forma) y nostálgicos, neblinosos como el mismo otoño… hasta cada armonía, cada guitarra punzante, cada bajo sólido como un puñetazo, todo todo es mucho más que lo que correspondería al primer disco de un grupo novel. Sobran las palabras. Quedan las canciones.