NAIROD YARG – Nairod Yarg (Pink Narcissus Music, 2019)

Procedentes de Villefranche-sur-Saône (Francia), Nairod Yarg es un nuevo dúo de coldwave/noise rock cuyo primer larga duración nace de un reto entre sus integrantes. Sébastien Ficagna y Rudy Centi se propusieron componer diez canciones en tres meses y estrenarlas al mes siguiente en el escenario.

El resultado, tras unos cuantos conciertos y un proceso de refinado, es su álbum de debut. Para ello han contado con la ayuda de Anita Scotch (del grupo de rock Little Garçon), Alastrelle y SebNoWay en algunos coros; y de Sandrine Cognet, de la banda coldwave Mémoire d’automne, en las letras de un par de canciones.

Y lo que encontramos en Nairod Yarg, el álbum, son once temas bastante movidos en su conjunto, con suficiente variedad para incluir composiciones introspectivas, otras más enérgicas y punkarras (sin dejar de lado el halo oscuro) e incluso alguna sorpresa que amplía la idea inicial que te llevas de ellos.

Entre los temas movidos se encuentran The garden, que abre el disco y deja una buena impresión. Una nota chirriante de guitarra para empezar y al tajo, directa y sin concesiones, con una fuerza que se apoya mucho en la caja de ritmos. Támbién Les mots brûlats, tema que consigue un equilibrio muy cool entre el ritmo sensual de la caja y la elegancia de las voces, guitarras y bajo.

Angry radio se mete directamente en el punk y lo que nosotros llamamos afterpunk… culpa, otra vez, de la maldita y efectiva caja de ritmos, en un tema instrumental de apenas dos minutos en el que las guitarras no se quedan a la zaga. Y de ahí pasamos a Efortless, cuyo ritmo y coros hillbilly demuestran el gusto del grupo por 16 Horsepower.

Por su parte, Déese es un tema curioso en el que se conjuga acertadamente un ritmo acelerado con un ambiente melancólico vertido por la voz de Sébastien y las notas de la guitarra. Fall Apart empieza muy arriba con recursos más propios del industrial metal (esos aplausos rítmicos y guitarras machaconas), pero sabe atemperarse con melodías más rockeras sin bajar totalmente de revoluciones. Cold kiss también juega la baza de contrastar recursos opuestos, en este caso la fuerza de la caja de ritmos con el tono ominoso de la voz de Sébastien, respaldada por bajo y guitarra para enfatizarla.

Foto por Jean Michel Felix Naix.

Sébastien, sin sobresalir respecto a otros cantantes de la misma onda, sabe utilizar los recursos y adornos necesarios en su voz para que resulte interesante. Acordaos del estilo declamatorio de algunos de vuestros cantantes oscuros favoritos, y os haréis una idea aproximada.

La faceta más calmada o ensoñadora del grupo la encontramos ya desde el segundo tema, The rhum and me, con un ritmo marcado y unas guitarras reverberantes y “bajoneras” que la harían perfecta para bailar a solas y con la cabeza gacha en cualquier discoteca gótica. Trophy y A shadow runs away siguen esa estela que tiene un regusto ochentero.

La sorpresa viene con Taedium vitae, cuyos coros femeninos y el ritmo tribal marcan el tema a fuego con un ambiente bastante ritualista, en un híbrido entre postpunk a lomos del bajo y ese tipo de folk primitivo con el que ya jugó Bauhaus en King Volcano.

Un buen estreno para Nairod Yarg que puede abrir un camino propio y llamativo si saben acentuar la personalidad que demuestran en este álbum. Por cierto, el artwork del álbum me parece muy acertado, molón y una buena carta de presentación; al igual que los videoclips y todo el proceso de grabación y mezcla del álbum, todo ello es totalmente artesanal… Aquí hay una mina con buenas materias primas.