LA BROMA NEGRA, 17 de Noviembre de 2018, Sala Hangar 48, Madrid

Teníamos ya muchísimas ganas de ver en directo a La Broma Negra presentando su último disco, Los extraños tienen mejores caramelos, del que ya nos habían dejado ir escuchando cómo sonaba en directo en algunos de sus últimos conciertos; pero queríamos ya un concierto centrado en el disco, del que ya sabéis que somos súper fanes.

Y así fue. Casi a los pies de la majestuosa iglesia de San Francisco El Grande (Carmena, por cierto, ilumínala de noche que va a quedar mucho más bonita que el zarrio de La Almudena), junto a la mejor compañía, y después de conocer a la persona más cívica del universo, cruzamos la puerta de la sala Hangar 48 para disfrutar del concierto, que además de presentar el disco estrenaba nueva formación, para sorpresa de unos y pena de otros, grupo último en el que me incluyo. Que fue fantástico, pero el primer día que conoces a la nueva novia de papá estás más reticente.

El concierto empezó con Teme al hombre de un solo libro, y a mi las canciones que tienen una percusión salvaje me vuelven loca y esta la tiene, por lo que como elección de apertura, me pareció acertadísima. La sala sonaba bastante bien, y ellos también, así que el comienzo de la noche fue perfecto.

Continuaron con Séptimo hijo varón y Demonios en el Jardín, canción que fue su primer single. Con Banderas de nuestros padres cerraron esta primera parte dedicada a las canciones más oscuras del disco. Acojonantes todas, si se me permite la expresión.

Esto igual es paranoia mía, pero es mi paranoia: Los extraños tienen los mejores caramelos es un disco lleno de canciones que curan. Te pueden curar las más oscuras porque los góticos ya se sabe que estamos muertos por dentro, o las que podemos considerar más “alegres”, sin llegar al extremo de Sonrisas y Lágrimas, pero que por su maravillosa letra te levantan el ánimo. Todos los discos de La Broma Negra tienen ese tipo de canción que cura, pero este especialmente está dedicado en cuerpo y alma para causar ese efecto, y lo consigue. Lo consigue en formato cd y mucho más en directo con la fuerza y el buen rollo y las ganas que desprenden en el escenario.

Dicho esto, sigo con mi disertación: el concierto estuvo estructurado de tal manera, ahora que veo el setlist todo seguido escrito en el silencio de mi casa, el orden fue de oscuro a claridad para que saliésemos todos, ellos y nosotros, “curados” del concierto.

Niñera de gigantes es una canción a la que le tengo especial cariño y la tocaron tan bien que el público aplaudió antes de tiempo, aunque a Carlos le pareciera que no nos la sabíamos, jaja. A esta altura del concierto estábamos ya tan metidos y disfrutando, que era un «venga no paréis ni a respirar» constante en la cabeza. Rimas y Leyendas siguió dándole al concierto ese tono de cura. Pero todo lo que cura escuece, y allí estaba La enfermedad del beso para echarle alcohol a la herida. Qué mejor que seguir con Mientras ella cerraba las cortinas para soplar el escozor, y seguir con Su decisión, mi capitán (que no sé si he dicho alguna de las cien veces que he hablado de La Broma Negra en La Letra Capital que tiene un estribillo que me flipa a niveles estratosféricos, y la frase “joyas de princesas muertas” ya ni os cuento) para decir “venga, que solo ha sido una raspadura en la rodilla, seguimos jugando”.

Los hijos de las brujas, Los cuerpos celestes, y Heridos, de álbumes anteriores, nos prepararon para seguir repasando el disco nuevo a través de Odio al cantante pero amo la canción una de las canciones que también teníamos especiales ganas de ver en directo, y como esperábamos no defraudó. De la tranquilidad de Odio… volvemos hacia atrás en el tiempo para escuchar y disfrutar de Protege tus secretos y la maravillosísísísíma Los Niños de Dickens que es una canción que no es que cure, es que cauteriza y encima te deja una cicatriz bonita.

Rey Cuervo es tan grande, y tan triste, que necesitas oírla ya a esta altura de concierto en la que las heridas están sanando pero aún se pueden abrir.

Cenicienta, Balas para matar el tiempo y Cuidado con lo que matas, las tres con una letra relacionada con mi paranoia y que le da una base a mi cocazo muy buena, nos llevaron hasta casi el final, en el que un precioso y sentido Nieto de maestro de escuela (otra canción que me flipa y cura a partes iguales) dejó que cerrara el concierto Martín Pescador, como en el disco.

En resumen, que lo disfrutamos mucho y esperamos volver a verlos pronto tocando el disco entero con caras b y todo, en bucle, toda la santa noche, hasta que Laura se piense que está en la rompida de la hora de Alcañiz, Carlos pueda encenderse cigarros con el fuego de sus cuerdas vocales y Sergio y Jesús hayan perdido la primera falange de sus dedos. Aunque suene un poco sádica, os quiero.

Las fotos, como siempre, obra de JFC

 

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