CHESHIRE CAT (THE BOUNCING): Empty Stripes (Meidosem Records 2015)
Hoy por hoy, un porcentaje altísimo de los grupos que tienen cosas que decir en el panorama internacional y que además se empeñan en decirlas de manera original, viene de Francia o Italia. Ya terminada al parecer y de momento la hegemonía germana en lo de la música oscura –con permiso de unos cuantos supervivientes muy destacables y teniendo en cuenta que la escena británica sigue ausente o casi desde hace un porrón de años, aunque también haya unos cuantos proyectos que resisten ferozmente-, es en esos países donde residen la mayor parte de los responsables del resurgir de un movimiento que aparenta estar siempre aletargado, siempre cercano a su desaparición. Un horizonte en el que no obstante si escarbas, sueles encontrarte con que a la vez que da la sensación de estar más muerto que nunca, en el fondo no podría estar más vivo. Interesante contradicción, curiosa paradoja.
De entre todo ese marasmo de bandas más o menos nuevas, más o menos jóvenes, más o menos recientes, sabéis los fieles lectores que en estas páginas somos especialmente fans de algunas de ellas. Sabéis también, porque nos lo habéis leído ya, que nos atrae irremediablemente la mezcla de estilos, el no parar quieto, el innovar sin por ello perder la esencia. Y conocéis de primerísima mano que en ese “sentir” siempre hemos destacado de una manera especial a nuestro dúo de francesas favoritas: Cheshire Cat (The Bouncing). The Lady Of Altamont y Sabatel han sabido siempre combinar batcave (psycho-batcave como dicen ellas) con postpunk y aliñarlo con locura siniestra, oscuridad bien entendida y teatralidad a espuertas. Talento, talento. Mucho talento. El dúo de Lille ha sabido además contar con la experiencia y el “toque” de otro tipo genial como Federico Iovino para darle empaque a todo el asunto. Y en esas estamos, con su segundo disco largo entre las manos (más una demo y un ep), intentando desentrañar lo que las ocho canciones del vinilo (aún no está disponible en CD y no sé si en algún momento lo estará por lo que o vinilo o descarga digital: tiempos modernos dixit) tienen a bien contarnos.
Las norpasocalaisinas (toma ya gentilicio) se apoyan únicamente en bajo y batería en lo instrumental (como siempre, vamos) y en la particular y “especial” manera de cantar y de interpretar de Sabatel. Con esos mimbres y las antedichas toneladas de talento, se marcan un disco muy muy interesante. Realmente todas las canciones pueden describirse de manera parecida: ritmos cambiantes; bajos a veces opresivos, otras más melódicos; voces llevando el peso de la estructura armónica del tema. Un estilo personal y casi único que bebe evidentemente de fuentes bien conocidas (la autodescripción de psycho-batcave es bastante acertada a mi parecer) pero que en el desarrollo que le aplican ambas féminas termina siendo algo parecido y a la vez distinto. La verdad es que este tipo de proyectos corren, para mí, el riesgo de terminar haciendo siempre la misma canción, el peligro de repetirse indefinidamente. Al fin y al cabo, el rango de sonidos que le puedes sacar a solamente un bajo y una batería (teniendo en cuenta además que te mueves en un estilo de por sí dado a la autofagocitación y al onanismo estilístico) es bastante limitado. Las del gato de Cheshire consiguen que no sea así a fuerza de exprimir las capacidades vocales de la bajista y de imprimir una afectación y una impostura teatral que hace que te creas cada palabra, cada tema. Poco importa si te cuentan que Mary tiene un corderito o si te describen experiencias aeroportuarias (por citar los temas que abren y cierran respectivamente este Empty Stripes. Son deliciosamente “infantiles” al mismo tiempo que sensualmente perversas, delicadamente enloquecidas y dulcemente ingenuas. Y con eso todo lo subliman hasta ser como ya decía, originales. Lo que en estos tiempos convulsos, no es poco.
Hablaba hace un rato con Chatarrera Nórdica y le decía (aunque hablábamos de adolescentes y de grupos de fans actuales) que no sé cuántos discos de los que escuche en febrero los he seguido oyendo en marzo. Porque va todo a toda hostia sin dar tiempo a que se «pose» nada. Realmente en el marasmo absoluto de la red de redes, en la cascada de novedades novedosas que recibimos casi casi cada día, es muy complicado que haya un disco que realmente te apetezca escuchar muchas veces. Solamente unos pocos discos (unos pocos grupos) “escogidos” se quedan sonando sin pasar a ese cementerio de elefantes que es la estantería de los discos de cualquier musicaholic que se precie. Bien, Empty Stripes llevo escuchándolo de manera más o menos ininterrumpida desde que me lo pasaron estas chicas hace ya unos meses. Tengo la sensación de que eso es buena señal. ¿No?