AEON SABLE: Aether (Solar Lodge Production 2018)

Aeon Sable lo han vuelto a hacer. Desde aquel lejano 2010, parece ayer pero en realidad es casi prehistórico el tiempo, diez años casi hacen de Per Aspera Ad Astra, los alemanes han ido reinventándose cada vez, cada disco, cada surco de los mismos. Reinventándose para no repetirse, para no volver a los mismos esquemas. Es complicado, es dificilísimo, es tremendamente arduo lograr (o eso creo) que cada disco, cada tema, cada surco, suene distinto siendo igual en sus propuestas. Lo contrario es lo común, grupos que hacen una y otra vez el mismo disco y/o, lo que es peor, el mismo que ya han hecho otros antes. Sin embargo, Aeon Sable mutan, evolucionan, cambian constantemente. Sin dejar de sonar a lo que son, sin dejar de ser absolutamente reconocibles, sin dejar de sonar a gothic rock por los cuatro costados (junto con más cosas, afortunadamente), sin dejar de ser, eso, Aeon Sable. Aether es su último vástago (el tercero con Solar Lodge), su último lanzamiento y, aquí en estas páginas, aunque tarde, no podíamos pasarlo por alto.

Aether comienza pausado, muy muy atmosférico. Hand of Glory & Nihilist se inicia con la recitante y poética voz de Nino sobre un fondo oscuro y denso de música puramente ambiental que funciona como una intro un tanto especial. Poco a poco van introduciéndose los elementos habituales en el combo, guitarra (acústica en principio, electrificada después), potentes bajos, ritmos en medio tiempo, riffs que van dibujando sobre la propia base… Y la voz que pasa del recitado al cantar más elevado, esa voz que va poco a poco rompiéndose y gritando disfónica en un crescendo muy muy marca de la casa. Los casi ocho minutos de canción finalizan con la vuelta de la guitarra acústica. Follow the Light fue lanzada como primer single (acompañada de un excepcional videoclip). Es una pieza más canónica, más en la línea de Visions, Elysion, Tenfifteen incluso. Puros temas de rock gótico, bailables, guitarreros… Uno de los sin duda hits de la banda. Pegadizo e hipnótico, de esos que escuchas una vez y tarareas toda la noche. Deadlock Canon se abre con un piano golpeado para rápidamente mutar en un nuevo medio tiempo de voz reverberante y potente sonido. Aires progresivos y atmosféricos (si es que se pueden ejecutar atmósferas a ese ritmo de cuerda metálica). Huele a bruma, huele a láser proyectado, huele a garito de los noventa. Y sabe mejor que huele…

Burn For Salvation fue el segundo single. Además del pertinente videoclip, se lanzó con el tema una caja de cerillas impresa con la letra de la intro y el lema que da título a la canción. Viva el merchandising y más si es tan original. La pieza es menos bailable que el primer single y para mi gusto le falta un pelín de punch. Los riffs in crescendo clásicos del género y los abrasivos bajos no consiguen llegarme tan profundamente como en otras ocasiones. Lo que sería un tema sobresaliente en casi cualquier otra banda, en el dúo alcanza solo el notable. Que no es poco, lo sé, pero es que ahora vienen en el orden del CD, los diez minutazos de O Senhor de Medo. De nuevo un tema cantado (recitado) en portugués. Un corte tranquilo, de esos que van meciéndote y meciéndote y meciéndote y metiéndote en su seno para quedarse contigo mucho (pero mucho) más tiempo del que duran. Un tema romántico en el mejor de los sentidos. Uno de esos que apetece escuchar muchas veces de seguido, como ya pasó en su momento con A Serpente E O Andarilho de Visionaers. Al igual que éste, rompe con la garganta otra vez rota de Nino, destrozada para este Señor del Miedo que estremece. Dark Matter empieza tranquila de teclado y guitarra y va añadiendo capas de sonido en su desarrollo pausado. Balada oscura, negra negrísima como la sangre coagulada. Después rompe también y se transmuta en grito épico y desgarrado, como las buenas baladas oscuras tienen por costumbre desde hace ya años. Como tiene que ser. Leaving of the Fourth Season, incluso dejando aparte el último trozo que se antoja outro (en total son más de diecisiete minutos), son muchas canciones en una sola. Alguna más tranquila, alguna más épica, alguna más rápida… como muñecas rusas de esas que encajan unas dentro de otras. Van poco a poco desplegándose todas esas innumerables canciones. Me recuerda un poco a esos videos a cámara rápida en los que procesos de floración de horas o días duran unos pocos segundos, solo que en este caso la flor desplegada es del color de la brea. Y casi igual de pegajosa que esta. En cuanto a la Outro final para mí desluce un poco la sensación que dejan los otros doce minutos de tema. No porque esté mal, que no lo está, sino porque a mi modo de ver tiene otro mood distinto de lo anterior, otro que no es peor pero que sí que me saca del ensimismamiento absoluto que ha logrado la hora anterior. Así que “mi” disco termina con for the light of a new day, for the glory of someday, en vez de con el Pharaoh.

 

En definitiva, Aeon Sable lo han vuelto a hacer. Solo nos queda esperar el próximo capítulo, con ansiedad disimulada pero con la tranquilidad de poder disfrutar Aether mientras tanto.