ULTERIOR + MAYA, 20 de octubre de 2011, Sala Nasti Club, Madrid

Al principio una apuesta. Un envite de esos que quieres perder pero que sabes que ganarás. Una conversación con amigos que se convierte en varias conversaciones con diferentes personas. Desde la calle se escucha música dentro del Nasti. Están probando sonido por lo que no hay prisa para entrar. Fluye la charla, “joder como ha cambiado el tiempo, ¡qué frío! y tú en manga corta”, “la miel es buenísima para las heridas”, “está todo fatal, no se vende un disco, los conciertos vacíos de público… y la gente repitiendo las mismas tonterías que hace veinte años”, “ese pollo, ¿es el de Ulterior? ¡Qué va! No se parece en nada”, “¿Sabes que no tocan La Unidad del Dolor?” Esa me sorprende más. Rumores variados, desconocimiento de la razón real. Poco importa el motivo aunque sí que fastidia que no toquen, tenía ganas de verlos.

Entramos en la sala, escasa de luz como siempre. Le cuento a una amiga la apuesta, está de acuerdo conmigo, supongo que por dentro piensa que debería haber apostado también ella… empezamos a contar gente. Veintitrés personas. ¿Contamos a los del local? No es necesario. Me enfado en broma con otra persona, ha tenido la “indecencia” de entrar y salir un par de veces, así no hay quien cuente… en definitiva, más de veinticinco y menos de treinta personas para ver un concierto un jueves por 10 euros. Ya os lo sabéis amigos: la crisis, los exámenes, el trabajo, la luna en la quinta casa y Saturno en el quinto coño. Lo de siempre.

Y cuando esperábamos que Ulterior se asomaran al pequeño escenario de la sala, resulta que no es así. Dos tipos se acercan y toman posiciones en una pequeña batería (1 caja, un timbal, 1 platillo, bombo y chaston) y una guitarra y un micro respectivamente. El aspecto de ambos y lo “minimalista” de la instrumentación no permiten (no a mí al menos) adivinar nada de lo que ofrecerán. Pero, silencio, que empiezan… Está todo demasiado alto, la guitarra distorsionadísima, la voz resulta ininteligible, los ritmos quizá demasiado “sencillos”… Pero, y es un pero importantísimo, tiene un algo que me gusta. No sé lo qué es. No suena bien, el Nasti casi nunca suena bien, no conozco las canciones, no conozco al grupo (no sabía que existieran), pero me da exactamente igual. Me gusta como suenan, me gusta el morro que le echan, me gusta cómo tocan, me gusta que “se lo crean” y que transmitan. Sí, eso tan fácil y tan difícil, tan intangible. Eso de estar a gusto con lo que se hace, sin imposturas y que salga el Sol por dónde quiera…

Veinte minutos- media hora después, el cantante se despide tímidamente. Anuncia una “banda alucinante”. A esas alturas no me hago idea de cuánto. Me acerco a la cabina a preguntarle a quien pincha por el nombre del grupo. La propia Lily Escalofríos me contesta que ella tampoco los conoce. Poco después será el propio Magín (a la sazón cantante en cuestión) que se llaman Maya, que no tienen nada publicado pero que tienen Myspace y que son underground. Desde luego que sí. Y muy buenos, añado. Comento con mi derredor la actuación recién vivida, la sensación, casi unánime, es parecida a la mía. Mientras, suenan XMal Deutschland o Malaria. Lily tiene buen gusto pinchando, algo lógico por otro lado a poquito que se conozca su trayectoria. Retiran batería y guitarra, todo está preparado.

Un clon del cantante de Deacon Blue a la guitarra, un escocés (los otros tres son ingleses) con muchísima pinta de escocés al bajo, el “portador del vodka” al Macintosh (con la manzana tapada con cinta americana, claro que sí, el que quiera publicidad que la pague) y los teclados y un rubio ramone de gafas de sol ochenteras al micro. Cuatro británicos, cuatro músicos dispuestos a comerse el mundo desde el exiguo escenario: Ulterior en escena. Abren con el megahit (y mi tema favorito, uno que es facilón para estas cosas) Sex War Sex Cars Sex. Y después van desgranando el resto, suenan todas, Dream Dream, Big City Black Rain, Sister Speed, etc. El sonido, que ha sido tan sumamente desagradecido con los esfuerzos de Maya, mejora sustancialmente. Ya no está todo tan alto, ni mucho menos, y, pese a que las dos o tres primeras canciones no terminan de sonar como deben, después aumenta la nitidez y todo fluye mucho mejor.

Mr. McGregor se desgañita (en realidad los dos McGregor lo hacen), se tira al suelo, baila, se resbala pero sigue danzando como poseído. Simmons y Ellis hacen lo que pueden para contribuir a la tormenta, cada uno a lo suyo, eficazmente, sin alardes innecesarios. Suena todo estupendamente, los veintitantos que suponen el escaso público disfrutan el espectáculo, bailan con más o menos fortuna y no pierden detalle. Los temas se suceden con algún timidísimo “Thank You” casi susurrado. Hasta que en unos treinta o treinta y cinco minutos, Honey se marcha con un gesto. Se queda un acople infinito, recuerdos de los Jesus & Mary Chain y los Reid manteniendo el acople en el Revólver, hace un siglo.

Bises. Escasos también. Alargan el concierto unos diez minutos más. De nuevo el recuerdo de los Reid, aunque en aquella ocasión hubo incluso incidentes al final, creo que en este concierto no hay suficiente gente con ganas de liarla además de que, en general, tenemos ya todos una edad. El concierto, uno de los de la noche, termina. Un poco con sabor agridulce por la duración y por…

El otro concierto:

Decía que: “Veinte minutos- media hora después, el cantante se despide tímidamente. Anuncia una “banda alucinante”. A esas alturas no me hago idea de cuánto”. Salen al escenario Ulterior. Del bajista, guitarra y teclados lo dicho. El cantante… Honey… afectadísimo, en todos los sentidos. Al principio pluma, enseguida, mala educación a borbotones. Supongo que para él, es un tema de actitud. Actitud. Mal entendida claro. A ratos he pensado que se cabreó por la respuesta del público, por el escaso número de espectadores. Pero, eso no justifica insultos, seudoescupitajos, cerveza tirada, patadas al pie del micro dadas con bastante mala leche… no es el primero. El frontman de Oasis iba de lo mismo y antes otros mil. Y ojo. Se puede ser arrogante, se puede ser imbécil encima de un escenario pero hay ocasiones en las que se cruzan todas las rayas, y me cabrea. Me jode porque era una ocasión estupenda para haberse metido a todo el mundo en el bolsillo, para haber convertido el evento en algo irrepetible y único. Pero, no. No así. Así lo más que va a conseguir es que algún día dé con alguien igual de idiota que él y le abran la cabeza. Al final, en vez de salir con los Reid en la cabeza, salí con los Horrors…

En definitiva, muy bien los sorprendentes Maya. Y los otros, cojonudos si te quedas en lo que sonaron, si se te olvida que tocaron menos de una hora y la jodida actitud del cantante. Si no se te olvida…

Texto y foto Maya: Avatar
Fotos Ulterior: Kindgott