SILENT SCREAM: Public Execution (Stupido Records 2012)

Lo primero que me llamó la atención fue la portada. La durísima fotografía de un soldado finlandés a punto de ser ejecutado en la Segunda Guerra Mundial es una imagen difícil de obviar. Lo segundo, lo cuidado de la edición, muy bonito el digipack. Ya solo quedaba que lo que viniera dentro (en forma de canciones) estuviera a la altura. Y este segundo trabajo de Silent Scream sin duda ninguna lo está. Public Execution está lleno de temas con nombres tan evocadores como Meat, Haunted o Rotten Days. Pero eso no tiene ninguna importancia. Lo importante es lo que ofrece el disco: afterpunk clásico tan ácido y adrenalítico como puedas imaginarte.

No, no, no he dicho postpunk. No, no, no he dicho moderno, no hay aquí nada (o casi nada) del revival ese actual que mira por igual a Joy Division o a Echo & The Bunnymen. He dicho Afterpunk, del de finales de los setenta y primeros de los ochenta. Del que murió en el 83. Del de, entre otros muchos, Killing Joke, Southern Death Cult, UK Decay, Theatre of Hate (esos saxos en Nine Black Sunrises…) o los Bauhaus más punks. Por comparar con alguien, porque lo mejor que tiene Public Execution (bueno, Silent Scream en general) es que, viendo todas esas referencias, notando que a ellos también les gustan, no copian a nadie. Me refiero simplemente a que escuchas empezar Last Living Witness (por ejemplo) y parece que escuchas un disco de 1981. Me refiero a que los saxos del tema antes dicho los podría firmar Daniel Ash pero no los firma. Tienen el sello personal y único de los de Helsinki, como el resto de la instrumentación. Y claro, que Finlandia es un sitio dónde el frío es norma, es una obviedad. Que están tan al norte como se puede estar, también. Que difícilmente con ese clima y ambiente te va a salir el hacer bossa nova (por suerte), huelga decirlo. Pero es que PE es frío hasta el entumecimiento. Es un disco que escarcha el oído, si el bajo no te lo ha destrozado antes. Las guitarras cortan como corta el hielo y la batería, machacona, insistente, tal dictan y mandan los cánones del género, alimenta el bajón de temperatura. Las voces francamente inhumanas son las que marcan la melodía, por llamarla de alguna manera y, en conjunto, dan todavía más personalidad a un disco que me parece, francamente, maravilloso.

Por descontado, habrá quien no encuentre sentido a crear hoy un sonido tan añejo. Habrá quien no disfrute del frío sincopado y de esa oscuridad tan propia de una época. De todo hay y de todo tiene que haber. Ellos se lo perderán; para los que nos empezamos a vestir de negro y a cardarnos el pelo con aquellos grupos (aunque fuera años después, que no somos tan viejos) es una bendición que aún hoy haya bandas dispuestas a continuar una senda prácticamente abandonada hace treinta años. Una jodida bendición.