HAR BELEX + DARKWOOD, 28 de febrero de 2015, Sala Gruta 77, Madrid

Tuve ocasión de disfrutar en su momento del directo de Har Belex y ya entonces (no los conocía) quedé muy impresionado. Pasó el tiempo, fui conociendo repertorio, canciones que poco a poco fueron ocupando lugares muy importantes en mi vida y en mi día a día. Tuvimos además la oportunidad de entrevistarlos para el podcast y demostraron que además de músicos maravillosos eran magníficas personas. Dicho todo esto, podéis haceros una idea de las ganas que tenía de que llegara este 28 de febrero y una nueva ocasión de disfrutar del dúo (cuarteto en directo) cara a cara. Pues bien, el día había llegado.

 

La sala elegida era de nuevo la carabanchelera Gruta 77, una garantía de comodidad y (habitualmente) buen sonido. La compañía, la mejor posible. Me estoy acostumbrando a acudir a conciertos con personas que con su sola presencia ya justificarían la entrada. Espero que dure. Har Belex además, venían acompañados de los germanos Darkwood, otra garantía de que la noche sería posiblemente mágica. Puntualidad en la apertura de puertas, el recital empezó tardecillo pero a una hora muy prudencial para lo que viene siendo habitual en la sala. El repertorio sabíamos que no era demasiado largo: un CD recientísimo, un EP compartido que podría aportar un tema y otro más del recopilatorio Places; eso si lo tocaban todo. Como mucho, alguna versión que prolongara el espectáculo. Daba igual. El peso de las canciones estaba muy por encima en importancia a su número.

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A Ray Of Moon y su becqueriana letra para empezar. El sonido, perfecto. La conjunción vocal-instrumental, impecable. El añadido para el directo del cello de David Sagastume y la guitarra (o cualquier otra cosa que se lleva a las manos el muchacho) de Aritz Uriarte, empastados al milímetro. La garganta grave de Salva (no sé dónde se deja el acentazo cuando canta) recita cada palabra directa al oído del escuchante, casi puedes notar como te roza la oreja con cada letra. Springtime es un tema redondo lo mires por dónde lo mires. Aterciopelado, intenso, tremendo. La gente disfruta el espectáculo, escenográficamente parco pero repleto de emoción. Los gestos, las caras, los brazos, llegan tanto como el más visceral de los bailes y los de la Piedra Negra hacen una música que tiene más virtudes en la contención y en la transmisión alma-alma que en el desenfreno y el bailoteo. Springtime podría ser un buen ejemplo de esto.

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Freedom apareció en el Split con Fragile aunque la versión interpretada es la de Chandelle (lógico). El punteo de las seis cuerdas, el ruido del ¿mar? de fondo. El cello intensísimo, la profundidad de la voz. Detalles que no pueden explicar lo que hay que vivir. Al menos una vez en la vida. Madmen in Wasteland, más movida, anima al público, creo que hasta ese momento impactado por lo que sucedía, bloqueado incluso, aunque disfrutando. Eso me pareció al menos. El gesto concentrado de Manix, casi ensimismado, es fiel reflejo. Todo ha de salir perfecto y así está siendo de hecho. Sube la temperatura de la sala, con buena entrada aunque mucho menor de lo esperado y deseado. Para que abundar en esto. Centrémonos en lo que importa, en ese tema que sale en Places… No, ese después. Antes Edificios Anónimos. Impresionante canción, una de mis favoritas del disco y una de las que más imágenes evoca. En directo aún más, plena de tensión, llena de sentimientos y sensaciones. Increíble, sin más.

 

IMG_6344 IMG_6320Ahora sí, Ruins Of Gebara. Es complicado para mí decir nada de esta canción, sólo que pocas veces un tema ha hecho que tenga tantas ganas de escucharlo en las propias ruinas del castillo citado. Lo haré, sé que algún día lo haré. A partir de aquí ya no me quedan demasiadas palabras, el carrusel de canciones perfectas deja poco margen a intentar condensar lo sentido negro sobre blanco. Annual, Basoan, Pathways, 6 AM, se comentan solas. O no, pero tengo la sensación de que cualquier cosa que diga estará muy por debajo de cualquiera de ellas. Así que, ¿para qué? Ni que decir tiene que Der Akerbeltz no cambia nada en ese sentido. Otro tema que no me veo capacitado para comentar, pelos de punta sobre pelos de punta, carne de gallina sobre carne de gallina. La seguridad de estar contemplando un espectáculo irrepetible. Habrá, seguro, más conciertos. Habrá más oportunidades de ver más canciones, pero ninguna vez futura sentiré lo que sentí aquella noche al sonar Gernika. Era la última, lo sabía, ellos también. Era la última y fue como un calambrazo. Tanto, que media hora después de terminar, seguía teniéndola en oreja y cerebro. Las retinas para siempre tatuadas con la imagen de Manix berreando al micro, Salva midiendo el grado de desparrame vocal y cada palabra y cada nota resonando mil veces. La percusión, una lección; el cello y la guitarra, David y Aritz, de diez. Una gozada.


Comento con otros “disfrutantes”: todos de acuerdo. Cada uno pone sus adjetivos pero el trasfondo es el mismo. Conciertazo. Quedaban además los alemanes Darkwood, pero a esas alturas ya suponíamos que lo visto era casi insuperable. Cuarteto, bajo, teclados, percusión y la guitarra acústica y la garganta de Henryk Vogel. Repertorio tradicional, sin dejar de lado sus “hits” ni centrarse solo en ellos, repasando todos sus discos sin hacer especial hincapié en ninguno. Las sensaciones son buenas, el sonido también. Destaca la voz, muy nítida, la percusión, tremenda. Los temas en general suenan más percusivos que en sus grabaciones en estudio lo que dota al concierto de un ritmo mayor. No soy gran conocedor de la obra de Mr. Vogel por lo que mis oídos iban un poco vírgenes al recital. Sí que me quedó la sensación de que de no ser por el nervio añadido en la percusión, quizá se habría hecho todo un poco monótono. Es lo que tiene el darkfolk clásico de voz y guitarra acústica. Es bonito, suena genial pero en directo puede terminar cansando.

 


Destacables para mí Caucasian Tales, Winterrune o Lied Am Feuer. Plenas de sentimiento (no es que las demás estuvieran exentas pero estas tres me llegaron especialmente), fueron además especialmente coreadas por el respetable. Bueno, un tipo a mi izquierda bailaba y cantaba todas como si no hubiera un mañana, curiosamente con infinitamente más energía que la propia canción, en fin, disfrutó el muchacho, bien está. Aparte de este danzarín sin mucho criterio, el resto creo que coreó más estas tres. Solo dos o tres canciones de su último disco, número similar a las escogidas de cada uno de sus trabajos anteriores. Bien repartido todo. Y así fue transcurriendo todo, sin demasiados altibajos. Algo lineal pero lleno de belleza. Con todo, mención especial quiero hacer para los dos cortes que cerraron el concierto. Stiller Bund y Night. La primera contó con la colaboración del propio Manix en la guitarra. No había más que mirarle a los ojos para ver en su brillo la ilusión del sueño cumplido. Si además hablamos de un tema tan increíble como el citado, poco queda por añadir. Y Night. Para mí gusto el momento más álgido de toda la actuación de los alemanes. Impresionante la percusión, la interpretación vocal, el bajo protagonista. Un broche de oro para una noche inolvidable.

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Después del concierto la constatación de que estábamos rodeados de gente maravillosa. La organización, perfecta. Manix y Salva, encantadores. El poder saludar, por fin, mil años después, a gente que lleva en esta movida una vida entera y que habiendo girado siempre en órbitas similares a las nuestras, nunca habíamos coincidido, al menos conscientemente. Un gustazo acercarse a La Defunción… Charlas variadas con otros amigos que por allí circulaban, echar de menos a tanta gente de la que se llena la boca “apoyando” la escena desde su sofá… Lo habitual en este tipo de conciertos. Mejor no darle vueltas, no merece la pena el regusto amargo. Mejor regresar, en (lo decía al principio) una de las mejores compañías posibles, aunque no sea la compañía más locuaz; mejor regresar pensando cuando será la próxima vez. Ojalá pronto, muy pronto.

 

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