DIA DEL AMIGO, DELOREAN + ANNI B. SWEET + THE BALTIC SEA + HAVALINA, 22 de julio de 2009, Sala Heineken, Madrid

Día del amigo en la Heineken. Expectativas creadas, mucha gente (la entrada es gratuita), buena música (cuatro grupos, unos más interesantes que otros), copas y/o cervezas… Actúan Havalina (de los que he oído cosas sueltas y sin entusiasmarme a priori, me apetece verlos), The Baltic Sea (ignorante de mí, no sabía nada de ellos), Anni B. Sweet (lamentablemente – por no tener mucho que ver – embarcada en el tsunami Russian Red y que tras deleitarme con su último disco es una de las principales razones de mi presencia allí) y Delorean (si fuera sajón diría que no son mi taza de té pero nunca es tarde para cambiar de opinión). Al llegar a la sala se puede constatar que si habrá gente y que el perfil es el esperado: flequillos y gafas de pasta por doquier. Pos bueno.

Se supone que todo comienza a las 20:50 pero sorprendentemente Havalina comienzan su actuación un poco antes. ¿Quién tiene prisa? Esperemos que nadie. Suena bien, las guitarras nítidas, los bajos convenientemente saturados, las baquetas marcando los tiempos… la voz, por desgracia es algo bastante habitual, no se escucha bien, no se distinguen las letras, cuidadas siempre. Es una pena. Repasaron su último disco (Imperfección) y, hasta donde logré reconocer, no hubo incursiones al pasado. Lógico si se piensa que tenían un tiempo bastante limitado de actuación.

Van cayendo los temas: me gustan Miedo al Agua, Imperfección y sobre todo, ya al final, Desinspiración, para mí lo mejor de la media hora larga que actuaron. Tema eterno, casi diez minutos, con un tremendo desarrollo instrumental que recuerda por momentos la época más desintegradora de los Cure y las distorsiones más salvajes de unos My Bloody Valentine inspirados. Increíble. No me hubiera gustado que terminara tan pronto pero lo hizo, tenía que hacerlo, había más bandas que esperar.

Los siguientes eran los sevillanos The Baltic Sea. Pasamos del formato trío a añadir una guitarra. También lo salpimentaremos con más saturación y más distorsión. Curiosamente, a pesar de lo dicho no me parecieron mucho más fuertes que los anteriores. Tal vez la voz (ahora se oía mejor) muy centrada en la melodía y los tiempos (casi siempre medios) colaboraran con ello. No lo sé. La banda en sí no me sorprendió mucho (no podía hacerlo, no los conocía). Me parecieron correctos, muy correctos, buenos músicos, quizá con aún poco repertorio pero se les augura un gran recorrido a poco que perseveren. Recorrido complicado en este país donde el salto entre la radiofórmula más vergonzante y la música de verdad es cada día que pasa más grande. Llegará un momento a este paso en el que haya que inventar una nueva palabra para definir lo primero, toda vez que confío en que “Música” se reduzca únicamente a lo segundo. Pero dejémonos de deseos y vamos al lío.

Bergen (para mi su mejor tema) sonó bastante potente, Osaka me llamó la atención y The River Side me dejó un gran sabor de boca. Al público lo noté, no sé si fue una sensación mía, un poco frío. Se me hace complicado entender que disfrutes un concierto manteniéndote a un par de metros del escenario. No es que yo sea partidario ni de desfasados bailes ni de alharacas manifiestas (o por lo menos, no hasta extremos sonrojantes) pero tampoco soy fan declarado de la actitud germana en los concierots. Poco les importo en cualquier caso a los distorsionadísimos bálticos: se entregaron a gusto, ganas no les faltaron y lo único que eché de menos fue poderme hacerme con algo de ellos en el puestecillo del fondo (solo tenían, hasta donde vi, el disco mentado de Havalina y el último EP de Delorean). Nada que no tenga fácil solución, en cualquier caso. En definitiva, el 25 por ciento que podía llamarme la atención lo hizo, agradablemente (a pesar de que su estilo se enmarca a mi modo de ver más en el pop-rock de toda la vida que en otros estilos afines, pocas bandas actualmente rozan ese palo con el planteamiento-muro de sonido que pude percibir y degustar). Había pasado ya medio recital y hasta el momento estaba bastante satisfecho con lo visto y escuchado. ¿Qué más puede pedir un humilde juntaletras?

Pues puede pedir que salga Anni B. Sweet y acompañantes. Puede pedir que esta (estos, más bien) refrende lo ofrecido en plástico. Puede pedir que eso que parece (a todas luces lo es) un contrabajo eléctrico lo sea. Puede pedir eso y puede, o no, obtener lo que pide. Obviamente no voy a entrar en valorar el vestuario de la malagueña, para eso ya se definieron los que gritaron “cuerpo” y otras lindezas (por cierto que no oí semejantes gritos con los muchachotes de los grupos anteriores y eso que estaba bastante rodeado de féminas: serán estas más discretas y educadas o, definitivamente, más inteligentes) y sí lo que ofrecieron sobre el escenario de la Heineken y lo mucho o poco que satisficieron mis peticiones.

Nada más empezar el primer tema ya se confirma que efectivamente es un contrabajo y que aporta un color especial (difícilmente conseguible con un bajo eléctrico de los de toda la vida) al sonido. Por lo demás, guitarra acústica y electrificada, batería, teclado y un sinfín de percusiones diferentes, hasta un xilófono (o similar) oiga usted. Así se van desgranando Again, Lalala, Sarcastic Hello, etc, etc hasta cerrar con Song Of Pain y Shiny Days, creo. Impresionantes ambas, la primera con muchísima fuerza y la segunda tremendamente sencilla y bella, muy bella. En general, me gustó la relativa variedad que aportaron los instrumentos (dentro de la sobriedad tan a menudo confundida con el aburrimiento y del que no puedo dar parte pues no aburrí en absoluto) y, sin duda ninguna, el recital cumplió de sobra mis expectativas. La gran voz de la de Fuengirola y el muy buen hacer de sus cuatro acompañantes remataron un estupendo concierto, lejos de comparaciones y de influencias obvias. Al final sobresalen las canciones y el repertorio de la artista está repleto de ellas…

Terminaban Delorean. Remataban Delorean. Y por primera vez en toda la noche dio la sensación de que la gente había ido a disfrutar de un concierto. Ahora, los que quedaban, sí se acercaron al escenario. Ahora sí que se vio a la gente bailar y vibrar con los músicos. Tal vez por ser los vascos más “marchosos” que sus compañeros esa noche de escenario, tal vez porque la electrónica bastante punk y marciana fuera lo que querían ver. El caso es que a mi Delorean no me entusiasman pero debo reconocer que es en el directo donde su propuesta espacial tiene más razón de ser.

De hecho, el concierto como tal fue impresionante. He leído en algún sitio que estuvieron fríos: miedo me da imaginarme entonces como habría sido de no estarlo. A mi me parecieron bastante entregados y haciendo las delicias de aquellos que, efectivamente, sí les esperaban. Absurdo me parece entrar por tanto en comentar esta o aquella canción, para mi gusto sonaron todas bastante parecido: samplers, guitarrazos, más samplers, voces que se deslizan… pero todo lo bastante pop como para resultar asequibles. Como “su” público disfrutó de lo lindo, lo doy por bueno. Para mi fue el típico (típico aunque extraño e infrecuente) concierto en el que habría deseado que me entusiasmara el grupo y su sonido, toda vez que como espectáculo fue impagable.

Y se terminó el concierto. Cansados pero no agotados nos retiramos. Quedan sonrisas, quedan recuerdos, quedan ganas de profundizar en algún que otro grupo hasta ese momento poco conocido por nosotros, quedan simpáticos agitadores de copas con luz (cortesía de movistar). Queda dar las gracias a la organización y desear una mayor implicación del respetable en sucesivas ediciones, pues esperamos repetir el año próximo…