BAUHAUS (Madrid, 16 de Febrero de 2006) POR AVATAR

Dieciséis de febrero de 2006. La Riviera bastante llena aunque quizá menos de lo esperado. Música reggae, insufrible, por los altavoces. Los últimos rezagados toman posiciones. La música deja de sonar, se apagan las luces y en el escenario se empieza a adivinar un cambio. Suenan los primeros acordes de “Burning from the Inside” y la gente, entre los que me incluyo, enloquece. Miro hacia atrás y busco la mirada de alguien al que sé o creo saber como afecta esta canción. Estoy en lo cierto, con un gesto nos lo decimos todo. Bauhaus están sobre el escenario. Por fin. Cuando conocí al grupo, allá por 1989 o 1990, pensé que nunca tendría la oportunidad de disfrutarlos en directo. Cuando vinieron en el 98 me los perdí y de nuevo pensé que no habría una nueva ocasión. Pues bien, al fin los tenía allí delante: Peter Murphy, más viejo, calvo y gordo que nunca, derrochando voz, elegancia, talento y oscuridad; Daniel Ash, con una coleta absurda, haciendo hablar a su guitarra o a su saxo en la línea de siempre o más, David J, incombustible y con aspecto menos avejentado que sus compañeros, demostrando lo importante que es el bajo en Bauhaus (y en todos los grupos que cuentan con un buen bajista, normalmente); Kevin Haskins, con cara de crío (¿aún?, sí, aún), rapidísimo, certero e inconmensurable con las baquetas. “Burning from the Inside” o la oscuridad hecha arte (o viceversa) está acabándose y dando paso a “In the Flat Field” con toda su fuerza y agresividad. Los corazones se aceleran al ritmo que marcan los ingleses. Y así, van cayendo una a una (no necesariamente en este orden, pero a estas alturas ya me daba exactamente igual, sólo quería que no acabase nunca) “A God In An Alcove”, ambigua, maravillosa, “In Fear Of Fear” y su saxo , “Terror Couple Kill Colonel” y su aire pop roto por la endiablada batería, “Swing The Heartache”, directa al alma del que suscribe, “She’s In Parties” oscura, “comercial”, bellísima, “The Passion Of Lovers”, inflamada, ardiente, “Silent Hedges”, extraordinaria, “Kick In The Eye”, agresiva, visceral, “Hollow Hills” o como convertir en obra de arte el juego con un foco y una soga y que ese espectáculo no empañe lo oscurísimo y tristísimo de un tema, “Rosegarden Funeral Of Sores”, acelerada respecto de la versión del “Press the Eject”, se acercó más al original del señor Cale, “Stigmata Martyr”, buffff, genial en su interpretación,“Hair Of The Dog”, belicosa, casi violenta, y “Dark Entries”, perfecto colofón de esta parte del recital. Sin casi respirar, el grupo abandona el escenario. Se ha hecho corto, muy corto, cortísimo diría yo. La expectación por los bises inunda la sala. Comentarios y apuestas sobre si tocaran “Spirit”, “Boys”, “Bela”… Incluso nos preguntamos por “The Three Shadows”. Alguien comenta que sí, que claro, que también el “Paranoia Paranoia”…


Ya salen de nuevo. Peter Murphy con una guitarra acústica empieza a desgarrar las notas de “All We Ever Wanted”. Se van sumando poco a poco los demás músicos. La interpretación, aunque buenísima, se hace muy corta y notamos el tema con un sonido un poco extraño. Todo se olvida con el inicio de “Severance”, versión de Dead Can Dance que también hicieron en el 98. Buenísima, Bauhaus tienen el sorprendente talento de hacer que las versiones (también se verá más adelante con la sorpresa que la noche deparaba) de otros grupos parezcan propias sin dejar de ser muy parecidas a las originales. Si me dicen que este “Severance” es la original y la de DCD una versión, me lo creo a pies juntillas. El bis termina con la sorpresa anunciada. Suena el bajo, esta canción me suena pero no caigo, pienso. ¡Coño, el “Transmission” de Joy Division! De nuevo calcada al original pero con el sello bauhausiano por todos lados. Y en medio, en plan medley, un trocito de “St. Vitus Dance”. Pensando en la forma de bailar de Ian Curtis aún me pregunto si lo hicieron con segundas…


Tras momentos de gran inquietud pensando si saldrían de nuevo o no, aparecen sobre el escenario el señor Murphy con una levita de terciopelo granate y don Daniel con una chaqueta de lo más glamorosa. Comienzan a sonar los acordes de “Telegram Sam”, genial la interpretación como siempre. Se encadena el final con “Ziggy Stardust” que termina en plan apoteosis. Sudando, asustados pensando que se acabó y sin tocar “Bela Lugosi’s Dead”, tras un ratillo de incertidumbre vuelve a salir Peter Murphy con la clásica capa que suele acompañar la interpretación del hit. Se acerca al micrófono, grita: “Now Ziggy played guitaaaaaaaar”, guitarrazos del final de la canción (que habían dejado convenientemente inacabada) y se empiezan a oír los punteos de bajo y los baquetazos que anteceden al Drácula más Drácula de todos los Dráculas. Me fijo más en P. Murphy y me parece más delgado y más joven, incluso con más pelo (posible paranoia del redactor o rejuvenecimiento vampírico, quien sabe). Acontecen los once minutos más impresionantes del concierto, por no decir de mi vida. Lentamente la canción se va desarrollando, creciendo y yo esperando que sean treinta o cuarenta o cincuenta minutos los que dure. Al final, el final. Tengo que digerirlo, estoy todavía demasiado anonadado como para decir nada, veo la felicidad en las caras de alrededor (que poco sini es la gente en el fondo, tanta felicidad no puede ser lo bastante gótica).

Conclusiones:

– ¿Viejos, gordos y calvos? Sí, lo están. Más o menos como el ochenta por ciento del público que allí se congregaba y eso que nosotros tenemos veinte años menos… Pero, ¿qué importa eso? Sonaron como siempre o como nunca, según se mire. La Riviera es una sala que suena fatal y salvo algún teclado o el xilófono que apenas se oían, el concierto fue indescriptible por lo bien que lo hicieron y todo lo que consiguieron transmitir. Al menos, a mí.

– ¿Muchas versiones? Alguien comentó que Bauhaus no deberían necesitar hacer una canción de Joy Division. Tampoco de Dead Can Dance, Bolan, Bowie, Cale, etc, supongo. Lo que sucede es que creo que no lo necesitan, no hacen las versiones por necesidad sino por admiración, o así lo entiendo yo. En cualquier caso, ya dije antes que tenían la extraña virtud de convertir las canciones ajenas en propias y eso sólo puede deberse a que la admiración les hace “sentirlas” de nuevo (la vieja idea de “como me habría gustado haber escrito yo esa canción”).

– ¿Alma o profesionalidad? Para mí transmitieron muchísimo y se entregaron al máximo, no me parece que fueran demasiado profesionales (en el peor sentido de la palabra) en ningún momento. Habrá quien prefiera más coordinación aún a costa de perder improvisación. No es mi caso desde luego.

– ¿Defectos? Ah, ¿pero los hubo? Sí, sí los hubo, aunque menores:

· El concierto fue demasiado corto (una hora y tres cuartos contando tres bises con sus correspondientes ratos de espera me parece poco).
· Ausencia de algunas canciones míticas: “Double Dare”, “Spirit”, “Boys”, “Of Lillies and Remains”, “Mask”… pero sobre todo “Lagartija Nick”. Esto supongo que se debe más al gusto de cada cual. La verdad es que salvo que hubieran tocado todo su repertorio (incluso la del pastel de pescado) siempre se echarán en falta algunas canciones.
· Escasa escenografía en momentos concretos. Algo de esto también hubo. Pero francamente yo no lo eché de menos.

-¿Concierto del año? O del siglo.

* Las fotos que aparecen han sido amablemente cedidas por …Paloma… y «La hermana Espu». Muchas gracias a ambas.