ADRIAN H AND THE WOUNDS: Adrian H And The Wounds (Projekt 2012)

7801885392_4c922a1b1f_zComparar a esta gente con alguien es ciertamente injusto. Intentar hacer ver que Adrian H and the Wounds transita lugares comunes con gente como Nick Cave o Tom Waits (por más que el parecido sea razonablemente evidente) es tan accesorio como torticero, tan arbitrario como caprichoso. Sí, de acuerdo, voces rasposas y graves. Ok, claro, gusto por los paisajes crooners. Por supuesto, muchos de los temas tratados en las letras ya han sido en mayor o menor medida por los citados. Pero ¿y?, ¿en qué medida tienen dichas similitudes importancia? Pues a mi modo de ver, en muy poca. La razón es sencilla. Existen multitud de detalles que hacen a Mr H y sus heridas especiales y únicos en lo suyo. Aclaro que lo suyo, evidentemente, es hacer canciones. Hacerlas bien, se entiende. Para ello se rodea de pianos, vientos, guitarras, voces femeninas en algún coro… en fin de todo aquello con lo que vestir “su” historia. Pues esa es la clave: hacer canciones para contar historias. Para contarlas bien, se entiende.

No parece el blues una influencia obvia (como sí sucede con los citados como referencias) mientras que escuchando atentamente cada tema, te parece oler el humo de algún ignoto garito en alguna ciudad olvidada. No parece que haya aires country tampoco (ídem de lo anterior). Sin embargo, sí que coinciden en tener las canciones tanto glamour como el filo de un cuchillo. Sí que la afición por narrar el lado menos plácido y luminoso de la vida está presente, pero en este caso, se hace desde la exposición de atmósferas ciertamente oscuras y malsanas. Entonces, ¿por qué no valorar a los de Portland por ellos mismos? Hagámoslo. Y esa valoración, no puede ser más que positiva. Muy positiva. Adrian H and the Wounds logran en este homónimo trabajo emocionar cuando se lo plantean e inquietar cuando intentan lo propio; atrapan con esa visión al lado chungo, tanto a través de las letras (sangrientas y oscuras, llenas de humor negro) como de la música, en algún punto equidistante entre el cabaret sórdido y los Bauhaus de las tres sombras. Lo hacen además, de nuevo alejándose de comparaciones, sin artificio. Tienen talento, mucho, se nota en cada surco. ¿Canciones? Todas. Aunque me hace especial gracia la versión (que encima le dan de tal manera la vuelta que parece propia, es decir, como debe ser una versión) de la otrora infantil «Chim Chim Cher-ee», cualquiera podría ser destacada. De modo, que, permíteme una recomendación. Déjame darte un consejo: Olvídate de referencias, supuestos parecidos e influencias. Céntrate en lo importante solo, en lo que estos tipos sean capaces de transmitirte. Son (y este disco lo demuestra otra vez) lo suficientemente buenos como para que todo eso de los lugares comunes tenga una importancia más que relativa, inexistente. Solo queda disfrutarlo. No es poco, no.