WOVENHAND + EL PÁRAMO, Sound Isidro 2014, 04 de octubre de 2014, Sala Joy Eslava, Madrid
Puntualísimos debieron ser El Páramo en su salida al escenario de la Joy. Puntualísimos digo pues suponía que llegaba bien de tiempo y cuando accedí a la sala, los madrileños acababan de comenzar su actuación. Un escenario con poquísima luz, focos rojos aquí y allá y un repertorio para mi desconocido. Instrumentales, a ratos más rockeros (endurecido), a ratos más atmosféricos, pero siempre desde la contundencia de la doble guitarra y el bajo y la batería muy protagonistas. A bote pronto (insisto en que no los conocía) me parecieron un grupo bastante a tener en cuenta. Precisos en la interpretación, demostrando que saben perfectamente lo que hacen y que lo hacen exacto, contundente y sin dejar resquicio alguno. Mezclando post rock, stoner, etc. Es decir, cualquier cosa que huela lo bastante a rock y se pueda interpretar agitando cabezas y desde las tripas. Un lujo. Me pareció un aperitivo muy adecuado y potente (mereció más tiempo). En definitiva, que me gustaron mucho y eso que no es un estilo que ni mucho menos frecuente.
Igual de exquisitos con el reloj, aparecieron Mr. Edwards y sus secuaces en el todavía oscuro escenario de la sala madrileña. Su último disco es un tremendo petardazo desquiciado bastardo de rock oscuro, blues fangoso, folk desértico y esa increíble capacidad que tiene su frontman para emocionar y estremecer con el micro. Un conjunto de canciones que aparentemente distan mucho de trabajos primigenios (Mosaic, por ejemplo) pero que en el fondo no están tan lejos. Solo cambia el ritmo. Y no siempre…
Era la primera oportunidad que tenía de verlos en directo e imaginaba que vista la rotación estilística a propuestas más guitarreras algo cambiaría de la imagen dada (en mi caso, contada) en visitas anteriores. Pronto se vio que, al menos para esta ocasión, la banqueta sobraba. El predicador de pie a un lado del escenario, con el otro guitarrista en el otro extremo, cediendo el centro al bajo y al fondo la batería. Curiosa distribución. Doble micro, eso sí, eso siempre, y el sempiterno adorno de reminiscencias indias colgando. Los primeros acordes de uno de los indudables hits de Refractory Obdurate, la acerada Hiss y su estupenda letanía: Lord of hosts..exalted in judgement..the lambs feed after their manner. Del libro de Isaías, me parece. La gente se desata y canta con él a voz en cuello. Y es que este tipo tiene la virtud de atraerte irremisiblemente, de hacerte recitar sus ensalmos, tanto si eres el más recalcitrante de los ateos como si conoces la Biblia mejor que él. Magnetismo y carisma. A espuertas.
Closer (de The Laughing Stalk) y su batería endemoniada. Oscura y densa, da comienzo al trance. El señor Edwards empieza su extraño ritual de gestos y movimientos raros, ajeno a todo lo que le rodea, como un chamán rubio y pálido. Closer than the others. Maize (del mismo disco, casi todo el set se apoya en estos dos últimos trabajos), extraña e hipnótica. The height, the height, O the height and depth. Inquietante tonada. La temperatura ha subido ya unos cuantos grados, pero lo hará mucho más al atacar el cuarteto la versión de la estupenda Horse Head Fiddle, de 16 Horsepower. Enorme la interpretación. Como enormes quedaron también King O King o una de mis favoritas de R Obdurate, Masonic Youth. Cadenciosa, lanzada desde lo más profundo de las entrañas de Dee, para mí fue uno de los puntos álgidos de todo el recital. Sin desmerecer el resto.
Un concierto que cada vez se va haciendo más corto por estar todo mejor engrasado y el público (y yo) más metidos. Así, El-bow, Corsicana Clip, The Refractory, Long Horn y Field of Hedon se me pasan volando. Continúan los gestos raros, los tics, la interpretación chamánica, el trance… Todo es muy intenso, pese a que formalmente se parezca más a un concierto de rock que a otra cosa. El efecto megáfono del micro, el audaz guitarreo y, sobre todo, la contundencia rítmica y el magnetismo del reverendo. Todo vigor y energía. Y eso pese al uso en algunos temas de ese extraño híbrido entre mandolina y banjo que porta, ajado, de sonido bastante indefinible, pero que lejos de suavizar, acentúa sentimientos.
Todo está ya terminando, por desgracia. Salome y por encima del resto, Good Shepherd ponen fin al concierto. Destacar ese buen pastor que estremece y, porque no decirlo, también acojona un poco. Seguramente la expresión desatada del otro pastor ayude. From the house of bread and battle. Come the raising of the dead. He stands up to feed them and by the hand of the Lord. Poco más se puede decir. Los bises, cortitos, solamente un par de temas (Whistling Girl y Kicking Bird, creo), pese a que todo el público pide más. Una hora y media escasa en total es poca cosa. Se echan de menos más canciones, sobre todo del repertorio clásico. Se echan de menos más ensalmos, más predicaciones, queda gente por convertirse, quedan almas que salvar. Pero no hay manera. Habrá de ser en otra ocasión.
En resumen, un concierto de esos profundos, de los que sigues recordando mucho tiempo después. Un repertorio obvio en cuanto a que se centra (¿demasiado?) en los últimos tiempos pero sin duda alguna incontestable. Una interpretación soberbia, una puesta en escena sobria pero efectiva y efectista. El sonido, bastante bien… ¿Alguna pega entonces? Fundamentalmente el tiempo, que como ya he dicho el concierto se hizo corto. Poniéndonos puristas, quizá fue un recital un poco lineal, con un grado de épica e intensidad similar en las canciones. Eso es bueno, porque supone que no haya altibajos, pero habrá a quien le resulte algo monótono. Insisto, por ponerme purista, no es una pega en realidad.
Who justifies and frees the guilty…for a bribe…as the tongue devours the stubble..as the dry grass sinks down in the flame and dies…as the bees are hissed from out their hives….look…. He lifts up a signal…to the hostiles from afar.