THE MISSION: God Is A Bullet (SPV 2007)

Érase una vez que había cuatro jóvenes ingleses que querían hacer música, érase que dos de ellos se sentían hermanitas de la caridad pero poco y érase que les dio por dedicarse a aquello del rock épico, oscuro o luminoso a ratos. Érase que eran tiempos difíciles, aquellos en los que Dios era nuestra propia medicina y Severina bailaba sobre cristal o sobre tierra árida. Eran los tiempos en que tras el primer capítulo, los chavales jugaban a hacer himnos para América y los cuatro chicos ingleses iban dándole forma a su torre de fuerza. Eran los tiempos en que Amelia hacía relieves en la arena y los granos de esta misma dulcificaban más de un corazón y Mr. Pleasant era poco más que un éxito mercenario. Fueron tiempos maravillosos, pero como en muchas otras historias, los buenos-viejos tiempos no duran siempre. Simón y Miguel emprendieron otros viajes, con otros compañeros y el bueno del primo lejano (tanto, que perdió una d por el camino) de la familia Addams al poco también abandonó el barco. Comenzó una etapa mucho más difícil, plagada de recopilatorios prescindibles y novedades más prescindibles aún. Ni las máscaras, ni la tierra de nunca jamás, ni el azul del mar, ni las auras terminaron de funcionar bien a ningún nivel y el recuerdo de lo que aquella misión había sido se fue diluyendo entre las gentes de bien. Y hete aquí que llegó el año 2007. y hete aquí que el otrora carismático líder de los misioneros se le puso entre las cejas (siempre bien pobladas) que si sus geriátricas majestades (las inmortales piedras rodantes, acabadas hace años) podían seguir girando y ganando pasta a costa de los fans de toda la vida y Andrés y sus secuaces (camaradas de otros tiempos) se podían permitir el lujo de dar conciertos sin haber hecho nada nuevo-bueno en veinte años, él podía al menos intentarlo con nuevas canciones y convirtiendo aquella añeja medicina en una bala. Y lo hizo, quince temas nuevos nada más y nada menos. Pero ya no era lo mismo. Eran buenas canciones pero no estaban a la altura de lo clásico a pesar de estar muy por encima de la mediocridad de los noventa. Serían más interesantes si no retrotrajeran los felices comienzos, esos maravillosos ochentas llenos de hits. Y eso que volvían algunos de los de siempre: Juliana y Timoteo – los de todo sobre Eva- se dieron una vuelta con su garganta y su guitarra, incluso el viejo Simón se pasó por allí. Pero la nostalgia era más fuerte que la esperanza y la bala no dio en el blanco. Aunque le faltó poco. Tan poco que algunos cuentacuentos seguimos conservando aquellos viejos vinilos en la confianza de que quizá, sólo quizá, se reproduzcan en el futuro.