SOVIET SOVIET + SOMOS LA HERENCIA, 19 de abril de 2017, Sala Rock Ola, Madrid

Nunca conocí la antigua RockOla. Cuando estaba abierta era demasiado joven, claro, pero además me enteré de que había existido unos cuantos años después de que cerrara en el 85. Por tanto, cuando Miss Crittershire comentó en el programa (ese que hacemos todas las semanas desde hace dos años y medio) que el concierto de Soviet Soviet y Somos la Herencia sería en el “nuevo” RockOla, me ahorré el sentir nostalgia. Solo deseé que sonara mejor que como se decía que lo hacía la antigua.

 

El caso es que llegó el miércoles 19 de abril. Una fecha marcada por mí en el calendario largo tiempo atrás. No había conseguido, lamentablemente, ver todavía en directo a Somos la Herencia y los trasalpinos Soviet Soviet llevaban sonando de manera casi continua en casa desde sus primeros EPs. Dos razones más que suficientes. Añádele que los promotores eran All Waves… Pues eso, que me apetecía mucho el evento.

Empezó a la hora prevista. Los Te Amo de Signos de Alguien (de su último EP, Zigurat) sirvieron para abrir boca. El cuarteto madrileño empezaba a demostrar, desde este primer tema, que posiblemente el abrir para otros grupos (en el pasado Zola Jesus, The KVB…) se les ha quedado ya pequeño. Las atmósferas que crean teclado y guitarra y la contundencia rítmica de bajo y batería, junto con la peculiar voz de Gonso, construyen canciones llenas de matices. La sincopada y joydivisionera Revisión de la Materia o la también ochentera (una de mis favoritas) Calígula, insisten en las sensaciones apuntadas. El directo además suena razonablemente bien dada la acústica de la sala y mi distancia al escenario. Las letras, uno de los puntos fuertes, a mi entender, de la banda, se entienden también. Por lo menos habiendo escuchado atentamente al grupo antes: siempre me queda la duda cuando escucho en directo canciones muchas veces coreadas, cuánto hay de conocimiento previo y cuánto de oído real.

La surrealista (líricamente, como si el resto no lo fueran) Ojo y Vórtice mantiene el pulso, apoyada en las excepcionales dotes de la sección rítmica. Destacable el uso de batería electrónica combinada con la “orgánica”, así como el aporreo de un barril metálico. Ambos sonidos serían fáciles de llevar pregrabados, pero se agradece el esfuerzo, que dota de mayor enjundia cuando es requerida ésta. Las Ruinas de la Ciudad (hubo otra pieza antes, pero se me escapa el nombre) es la única concesión al primer EP. Aquí destacan teclados y cristalinas guitarras. Más tranquila e intimista que las anteriores, es un remanso que se acentúa con la atmosférica y distorsionada Caballo. Otra de mis favoritas, por cierto. Magníficamente interpretada, posiblemente uno de los puntos álgidos de todo el recital. Aunque influya que me pueda el gusto personal, por supuesto. Imposición es otro corte tranquilo que en directo enfatiza lo etéreo y delicado de la composición. Lamentablemente solo quedaba una canción más, Plaza Dura. Perfecto cierre a una actuación necesariamente corta. Eché de menos más tiempo, más canciones, más concierto, más Herencia. Eso es bueno, aunque me deje con la necesidad de verlos de nuevo. Preferiblemente con un set más largo.

Antes de empezar a comentar el concierto de Soviet Soviet, debo decir que a mí los grupos con bajo no convencional (es decir, de los que dan caña a las cuatro cuerdas más allá –mucho más allá-  de seguir o marcar ritmos) me flipan. Me flipan Lucie Cries, por ejemplo. Y me flipan Soviet Soviet, que no se parecen seguramente en nada más a los franceses.

Y me flipó el manejo del instrumento que se marcó el señor Andrea Giometti. Ya desde Endless Beauty, con la que comenzaron el repaso a su reciente Endless. Bajo y voz a mi izquierda, guitarra a la derecha y batería, como es habitual, al fondo. Pero me quedaría corto si solamente nombrara la pericia del bajista y obviara la de los dos Alessandro, Constantini y Ferri, a sus respectivas máquinas de hacer (buen) post punk. La sala sonaba, ahora sí, bastante confusa y la voz se entendía poco, muy poco. De nuevo la distancia al escenario no ayudaba. Pero aun con esa “confusión”, con ese muro de ruido atronador y distorsionado que escupía el trío, la cosa empezaba francamente bien.

1990 fue el siguiente corte elegido, de su LP anterior, Fate. Es cierto que los italianos con los años han ido puliendo su sonido, llegando incluso a “asemejarse” a unos Placebo (por la voz principalmente) primigenios, pero pasados por el filtro de ese post punk moderno y furioso que hacen. Más melódico tal vez que en sus primeros EPs pero igual de auténtico, seguramente. 1990 es un pedazo de himno del palo como ya hay pocos. Y Remember Now, otro. Mantienen la alternancia con sus dos discos largos y el ritmo alto de concierto. Sin concesiones. Con la guitarra culebreando y la actitud puramente punk del bajo. Con el machaqueo constante (y maravilloso) de las baquetas. Con la voz (bajita, seguía bajita) en modo letanía oscura narrativa. Con un trío que ya en la tercera canción se estaban marcando un conciertazo.

Ecstasy y Fairy Tale, de nuevo una de cada álbum y dos de mis preferidas, sobre todo la de las hadas, mantienen el nivel y el listón. El público se va contagiando y si quedaba algún escéptico, a estas alturas está ya completamente rendido a los de Pesaro. Profundos, complejos, frescos, es imposible permanecer impasible. Rainbow o No Lesson redundan en lo antedicho. Me encanta especialmente la línea de guitarra de la segunda, bien secundada por un bajo que sube y baja con los dedos de Andrea por el mástil. Hay algún bajista de otra (fenomenal y tristemente ya separada) banda de postpunk, en este caso patrio, entre el público que tiene cara de pensar lo mismo. Y por la velocidad con la que se mueve y agita la cabeza sé que está de acuerdo. Como para no estarlo. Thank you so much again, que reza la letra.

De aquí al final todo el concierto va a consistir en terminar el repaso a Endless (lógico). Me hubiera encantado que tocaran algo antiguo pero tendrá que ser en otra ocasión. Surf a Palm, Star, Blend, tremendas. Cada una en su particular sonido, cada una con sus matices. Blend es un increíble pelotazo que todavía está en mis orejas unas cuantas semanas después. Star, siendo más “tranquila”, llega igual de fuerte que el resto. ¿Tal vez más oscura? Puede ser. Con su toque de parche electrónico, moderna y a la vez enraizada en la larga tradición afterpunk. Con toques shoegaze, aunque allí nadie esté por la labor de mirarse los zapatos y sí de dejarse mecer y arrastrar al centro de esa estrella romántica (en el mejor de los sentidos). Looks like an angel when she sleeps, Looks like a goddess when she lives.

Pantomime cierra el concierto. Si hay una “mejor canción” de Endless es sin duda esta. Desde la letra, Look, flowers are placed, The sun goes down and the mind seeks shelter, How to fix everything?, hasta cada acorde. Medido. Intenso. Oscuro. Acelerado cuando debe, pausado cuando toca. Unos cinco minutos increíbles que en directo se prolongan con un feedback de pedalera, bueno, dos, bajo y guitarra. Un juego de distorsión final que te atrapa y te subyuga. Aunque “duela” la ausencia de bises. Un cierre maravilloso, sin duda, para un evento estupendo.

 

La organización, perfecta. El sonido, aunque creo que como decía antes hubo ratos un poquillo más confusos, bastante digno. La sala cómoda. ¿De gente? Bien. Sin  apreturas pero bien. Algún conato de “yo-hablo-con-mis-amigos-a-todo-volumen-aunque-moleste-al-resto-porque-así-soy-y-estos-son-mis-cojones” rápidamente afeado y silenciado por el respetable (más respetable que nunca) en la primera parte de Somos la Herencia y el resto, implicado en lo que se ofrecía desde el escenario. Eso sí, según terminó el feedback de Pantomime, salió todo el mundo corriendo como alma que lleva el diablo. Cosa de ser entre semana, supongo. Bueno, eso fue lo de menos. Por resumir, un lujo de concierto que solo hace que tenga aún más ganas de que lleguen los próximos y de que estos, vuelvan a pasarse por aquí de nuevo.

 

 

 

Mi agradecimiento eterno a Vanessa y al resto de la crew de All Waves por hacerlo posible. Y a Soviet Soviet por los regalitos.

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