SOMOS LA HERENCIA + CRUHDA, 14 de octubre de 2022, Sala Independance, Madrid
Somos la Herencia y Cruhda actuaban el viernes 14 en la Sala Independance, un local aparentemente enorme para lo que había de acontecer. Dos proyectos que publican sus trabajos normalmente bajo ese precioso paraguas que es Humo Internacional y que tocaban auspiciados por el buen trabajo de Mazo Madrid. Sala con aforo de unas 600 personas para un estilo de música, oscuro, muy underground, muy de esa escena que se supone que los señores (y señoras) mayores llevamos años diciendo que ha muerto y que solo queda enterrarla y seguir intentando disfrutar de lo añejo. Esa era la idea que me rondaba cuando me acercaba a la sala en cuestión y que no se disipó al ver que pese a lo cercano en horario de la apertura de puertas, solo cinco o seis personas hacían cola para entrar. En un principio el evento estaba programado para la Sala Clamores, local mítico del concierteo madrileño pero claramente más pequeño que el finalmente elegido. Unas tres veces más pequeño. Viendo lo visto, gran idea cambiar de sala.
¿Qué sientes al envejecer? Lo que Nerón sintió al ver Roma arder. Lo que sentía San José al mirar al cielo. Lo que Salieri al escuchar el Requiem. Cantaban La Broma Negra esto en su La Enfermedad del Beso. Podrían haber añadido lo que sentí yo al echar cuentas y ver que finalmente, unas 450 personas se agolpaban e intentaban acercarse al máximo al escenario de la Independance. 450 personas con una media de edad tres décadas por debajo de la mía. 450 chavales vestidos, pintados, teñidos (o no, las tres cosas) más o menos como cualquier muestra aleatoria de 450 chavales de esa edad. Es decir, la escena oscura actual-si es que acaso lo era – no se diferencia (o no demasiado) estéticamente del resto como sí sucedía cuando había eso que llamaban tribus urbanas. Pero sí se gastan casi veinte euros en ver a un grupo y a un proyecto musical unipersonal que difícilmente se pueden separar en lo estrictamente artístico de esa “otra escena” dada por muerta y, sin duda, envejecida, caduca y de capa caída durante los últimos decenios.
Cruhda abría con su propuesta atmosférica, oscura, ambiental, electrónica y personalísima. Presentaba su último y reciente disco, Lux Ahena, un maravilloso discazo que merece la escucha pausada, atenta y disfrutona. Algo que resultó francamente difícil dado el ruido insoportable que producía una gran parte del público, charlando a voz en grito, imagino que porque habían ido sobre todo a ver a Somos la Herencia, pero me permitió comprobar de primera mano que la mala educación y la falta de respeto a los artistas no solo sucede en conciertos con un público objetivo más anciano (por desgracia es algo habitual en muchos conciertos). Nunca lo he entendido y nunca lo entenderé, me temo. El asunto es que el buen hacer de Paula Gómez de Caso a mi modo de ver logró trascender eso y aún con ese permanente y molesto ruido, me pareció una muy buena actuación. La escasísima luz y los también oscuros visuales del fondo del escenario sumaron ambientación a una música que per se no necesita de aditamentos para transmitir sentimientos y la mezcla de diferentes influencias más o menos folcloristas hispanas y electrónica atmosférica moderna al menos a mí consiguió llegarme. Sin detenerme en canciones concretas, Cruhda hizo a base de talento y expresividad convencerme del todo de que es una artista a la que seguir lo más atentamente que se pueda.
El directo de Somos la Herencia ya lo conocía. Había tenido ocasión de verles hace ya algún tiempo (demasiado, seguramente) cuando actuaron junto con Soviet Soviet cinco años atrás. Así que no me sorprendió lo visceral de una manera de entender el escenario que pesé a la, de nuevo, escasísima luz consiguió “enloquecer” a la muchedumbre congregada. La primera parte del concierto escupió temas como Caballo, Revisión de la Materia o Un Nuevo Idioma. Pero la primera gran explosión de la noche fue la interpretación de Parque de Atenas. Acababan de publicar el videoclip con la colaboración de Ernesto Avelino (antes Fasenuova, ahora Cachito Turulo) y ahí estaba el propio Ernesto incorporándose a la extática (y nada estática) actuación del cuarteto madrileño. Lamentablemente el sonido de la voz de Ernesto no se oía prácticamente, por lo menos desde donde me encontraba, así que me tengo que quedar con el resto. Que no fue poco, en absoluto.
Injusto, Cuero Rojo, Plaza Dura y Hombres Libres fueron el segundo bloque de temas. Menos luz aún y más locura. El suelo temblaba en plan literalmente (como dice la chavalada todo el rato) con cada estrofa pero poco importaba. Las canciones son muy buenas y si, como es el caso, están interpretadas con esa fiereza y ese talento, pues miel sobre hojuelas (como decimos los señores mayores). Después una versión del Me Rehuso del reguetonero Danny Ocean, pasada por el filtro del grupo, claro, pero que no terminé de entender. Imagino que será un problema de edad, porque a mi alrededor se flipaba mucho con la versión. Terminaron con Entre las Piedras y la catarsis absoluta de Pesar. Gonso tirado en el suelo, la guitarra volando entre la gente y ese Pena Pena Pena que en mi caso era porque ya todo se acababa. Lo malo de tocar en una discoteca es que normalmente la hora de finalización viene muy determinada por la sesión habitual posterior de la sala en cuestión, asi que, eso, una pena. Pesar fue un maravilloso cierre a una actuación más que sobresaliente y pese a que todo lo dicho me hizo (y hace) sentirme más avejentado que aventajado, me lo pasé en grande. Estupendo concierto y estupendo espectáculo. Ojalá pronto haya otra ocasión de disfrutar tanto de nuevo. Mientras, si tocan cerca de donde vives o te puedes desplazar, desde la leletracapital te conmino a que no te los pierdas. Ni a estos ni a Cruhda, por supuesto.
- Te ha quedado la crónica un poco pollavieja -me dice mi hijo, que es más o menos de la edad de la mayoría de los presentes.
- Me temo que sí, le contesto. Inevitable, imagino.