SLIM CESSNA´S AUTO CLUB, 06 de octubre de 2016, Sala El Sol, Madrid

_mg_0983_mg_1141“Los diez mandamientos según S.C.A.C.”. No es ni más ni menos que el título del nuevo disco que nos venían a presentar esta vez los locos de Denver.

Es su cuarta vez en Madrid, un periplo que comenzó con un sorprendente concierto para cuatro gatos q
ue nos habíamos congregado en el madrileño Círculo de bellas Artes y que aún seguimos atesorando en nuestras mentes y corazones, mientras seguimos escuchando todo aquel material que nos compramos, tanto de S.C.A.C. como de todos y cada uno de los grupos paralelos de sus miembros por separado.

Algunos años después regresan a Madrid, ahora que, por suerte para ellos, el Country alternativo, o Gothic Americana, como prefiráis, está mucho más de moda gracias a los sempiternos y adorados Woven Hand. Pero la verdad es que nos da igual, confiar en un público volátil nunca ha sido buen negocio para los grupos, cuyo éxito mayormente se basa en acumular una base leal de fans que no se van a perder una, aunque sea jueves y esto no venga bien a todo el mundo, pero eso también nos da igual.

Con una entrada algo menos generosa que la registrada en el mismo recinto hace un tiempo (además también era jueves creo recordar), seguramente debido a ese público volátil del que os hablaba antes, y es que hay mucho hipster que ya se ha afeitado, o se ha cansado de la lucha por estar en la cima de la moda alternativa de la calle Fuencarral, pero eso no tenía ahora la más mínima importancia.

Por fortuna, el público no dejaba de ser el que siempre tuvieron, eminentemente rockero, de todas las vertientes y colores, lo cual, sinceramente, es de agradecer.

Bastante puntuales a la cita, comenzó el concierto con el “Commandment 7” de su último disco.

Es uno de los temas que mejor conservan el regustillo a gasoil de los anteriores discos, con ese toque de country esquizofrénico pero inofensivo, creado y tocado para el disfrute y la evasión de la rutina diaria y el tedio cotidiano del trabajo y el metro.

 

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Es lógico por otra parte, que su sonido se haya, de alguna manera, dulcificado, pero a la vez tecníficado, ya que, en mi opinión, los cambios de formación influyen positivamente en estos aspectos. Nuevo contrabajista, nuevo batería, y algo menos reciente la incorporación de Rebecca Vera a las voces y el “Cessnatron”, (si, me encanta la palabra).

Lo demás por suerte, sigue como estaba, Slim a las voces, Munly a la voz y al banjo, Dwight Pentacost a la guitarra de doble mástil (con la madre del hombre del espacio en impresión lenticular, para no perder las tradiciones).

Las actuaciones de esta gente siempre dejan huella, doy fé. La misa pagana no te deja descanso alguno. En seguida empiezan a caer los temas más clásicos del grupo, “This is how we do things in the country”, “Cranston”, o el mega clásico “Americadio”, combinados con temas del último y recomendable disco.

Van cayendo “Hold my head”, “Magalina Hagalina” , hasta el final con “That fierce cow is common Sense in a country dress”, o más comúnmente conocida como “It´s not like that”, con tal de no recitar el interminable título.

Mi parte favorita de sus conciertos siempre ha sido cuando saltan entre el público y todos han de arrodillarse ante sus versos como si de una ceremonia lisérgica “Amish” se tratase. Ésta vez no iban a ser menos. Sencillamente genial, aunque a la gente le sigue costando arrodillarse pero bueno, si todas las misas son como esta, ¿porqué no?

 

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No hay Dios ni demonio que no entre en tí  a través de una cerveza, un disco o incluso algún concierto, como este.

¿realmente se había acabado ya el concierto? Pues claro que no! Los silbidos y gritos no se hicieron esperar mucho,así que nos recompensaron con unas cuantas sonrisas, agradecimientos y aplausos, como nosotros a ellos.

El espigado Slim Cessna y su compadre gasolinero del averno Jay Munly continúan con el show, entonando su “Commandment 3”, lógicamente también del más reciente trabajo.

Ellos se bajan del escenario, se suben, juegan con la gente y te cantan a tí, a cada uno de los que estamos allí.

Había una mujer justo delante de mí trabajando en lo que, a todas luces, parecía una ilustración del grupo, primero bocetándolo, sombreando y luego dando color. Tenía una larga ristra de colores y lápices justo en el borde del escenario. No hacía más, solo dibujar y dibujar. Le estaba quedando bien la verdad, y más con todo el jaleo que estaban liando los del grupo a su alrededor.

Incluso el propio Jay Munly fue debida y educadamente rechazado al intentar acercarse a la mujer para dejar su impronta en el dibujo. La verdad es que puso bastante cara de pena, pero se quedó con las ganas de estropear el momento.

 

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La mujer no levantó la cabeza apenas, aunque estaba en primerísima fila, solo dibujaba, sus manos guiadas por una fuerza invisible. Sin parar. De vez en cuando está muy bien comprobar que muchas de las musas hoy en día no vienen de los smartphones ni de la TV, sino de uno mismo, cuando se concentra, es capaz de realizar una interpretación de la realidad sin elementos foráneos.

Muchas veces, durante el concierto, tenía la sensación de no estar en la sala El Sol, sino en cualquier otra parte, muy lejos. El ambiente me recordaba a aquellos cuentos de terror que leía en mi adolescencia, aunados en un libro de autores desconocidos en la mayoría de los casos, en los que cierta gente se junta en cierto sitio, para disfrutar de su última copa o cigarro, para descubrir al final que habían muerto todos en un accidente de autobús tiempo atrás.

La sensación de estar en otro lugar, u otro tiempo era total.

_mg_0322Más aún lo fué cuando Slim, sin la banda, empezó a entonar en versión karaoke, una lánguida versión del “for the good times” del aguerrido vaquero Kris Kristofferson. Como si del final de una celebración de acción de gracias por la cosechas recibidas, o la temporada de lluvia, o por haber sido buenos, un inocente Slim entonaba la melodía lánguida y triste, muy tierna, con la orquesta pregrabada de fondo. La verdad es que nos dejó con la boca abierta. No nos lo esperábamos.

La cosa acabó con un tema “a capella”, con la banda al completo, sin música, solo voces, todos a una, preparados para decirnos adiós una vez más. Hasta pronto Slim.

Intercambiamos unas palabras, unos cigarros, y apuramos las cervezas. Mañana hay que madrugar.

Subimos las escaleras de la Sala el Sol, y la pesada puerta de hierro era por fuera de troncos secos, y olía a maleza y humedad, pese a lo agradable de la temperatura.

Nunca me ha sentado bien la lana, pero la verdad es que fue agradable poder abrigarse un poco a esas horas.

Tras un suspiro, nos encaminamos a través del camino serpenteante de tierra, mientras los árboles emitían un ruido siniestro cada vez que el viento azuzaba.

La luna no se veía, por las nubes, pero llegaríamos a casa, sin problemas, como tantas veces habíamos hecho.

Una vez llegados al cruce, ya no habría pérdida. La silueta del gran poste de madera nos recordaba que estábamos llegando a casa. Sólo una cosa rompía el silencio, el sonido de una hoja de papel mecida por el viento, clavada con una pica en el poste, el dibujo de unos hombres con instrumentos musicales, cuyas voces vienen por esta zona mecidas por el viento cada cierto tiempo. Esperemos que no tarden mucho en volver, traen buena suerte, ¿sabéis?

 

Texto: ESPÍRITU

Fotografías:  www.jfcfotografia.es para laletracapital

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