SEX GANG CHILDREN, 30 de octubre de 2003, Sala Gruta 77, Madrid

Fue una pena. Tan sólo unas cincuenta personas nos dimos cita en la sala Gruta 77 para asistir al que sería el segundo concierto en Madrid, en poco más de 8 meses, de los ingleses SEX GANG CHILDREN. Esta vez ¿cuál fue la razón?. ¿Qué era jueves? ¿Qué ya los habían visto en febrero (no recuerdo que hubiera miles de personas en ese concierto)? ¿Qué no se enteraron del acontecimiento?. No lo sé. Seguramente la razón fuera la de siempre. Al público gótico no le interesan los conciertos (salvo, lógicamente, que sean Evanescence, Him, Marilyn Manson o el que esté de moda en ese momento). No le interesan los fanzines. No le interesan las páginas como ésta (y otras muchas, me temo, por eso me explayo). Bueno, en general, al público gótico no le interesa nada que no sea salir el fin de semana al garito de turno. En fin, que le vamos a hacer.

Ellos se lo perdieron. Fue (de nuevo) un concierto antológico. Comparándolo con el de hace meses, diría que fue más íntimo. No tanto por el tamaño de la sala y su detestable vacío, como por la intensidad “espiritual” de la interpretación de los temas. El recorrido fue similar al de toda la gira, aunque haciendo si cabe más hincapié en los temas más tranquilos de la extensa discografía de los londinenses. Sonaron Arms of Cicero, Circus Days, Mercy, Slave y I’ve done it all before (entre otras) y repasaron Song & Legend (muy destacable la interpretación de Andi mezclándose con el público), Barbarossa, Shattered Room, Sebastiane y The Quick Gas Gang (entre las más clásicas). El sonido fue muy bueno (aunque en ocasiones la voz sonara un poco baja) y el alma al servicio de cada tema hizo destacar la incontestable calidad de las composiciones. Me parece que la entrega del grupo estuvo muy por encima de las circunstancias (debe ser difícil actuar así ante tan poca gente). Eché de menos alguna canción que realmente deseaba escuchar en directo como Joy del «Bastard Art» o Into the Abyss. En cualquier caso, se me hizo (a pesar de la hora y pico) muy corto. Fue de esas veces que se crea un clímax tal que deseas que no se acabe nunca.

También creo que merece ser destacada la actitud de los componentes de la banda antes y después del concierto. Se mostraron humildes, cercanos y simpáticos, lo que también debería servir de lección a más de una estrellona que circula por ahí despapando y sin nada que ofrecer. Últimamente suele coincidir el divismo con la ausencia de razones para determinados y estúpidos orgullos.

Tan solo me queda animar a los organizadores (que terminaron un poco desalentados) a que continúen intentándolo. A lo mejor llega un momento en el que realmente valga la pena tanto esfuerzo y trabajo. Así al menos lo espero.