PETER MURPHY + RADAR, 29 de mayo de 2013, Sala Arena, Madrid

La noche del 29 de mayo prometía un polémico evento: Mr. Murphy celebrando el treinta y cinco aniversario de los míticos Bauhaus, sin acompañarse del resto de la banda. Para algunos, un sincero homenaje al grupo que ha permitido al mozo este alimentarse durante estas tres décadas y media; para otros, la enésima prueba de que entre el honor y el dinero, lo segundo es lo primero. Para unos es lícito hacer (con otros músicos) las canciones que te han hecho famoso y más si lo haces sin engañar a nadie (estaba claro qué era exactamente lo que nos íbamos a encontrar); para otros, no se debería interpretar esos temas sin los artistas que los crearon, más o menos al completo. Para todos, en definitiva, una nueva oportunidad de escuchar y vivir en directo canciones que sin duda forman parte de las vidas de los allí reunidos.

Pero me estoy adelantando, ya que antes de que Don Pedro salga al escenario de la mil veces nominada sala Arena (exHeineken, exMarco Aldany, exLoquesea, para todos “donde Discoplay”) estaban programados los madrileños Radar. Tenía ganas de verlos, la verdad, me habían hablado bien de ellos (no los conocía) y lo poco que había podido escuchar me había gustado. Por desgracia me perdí el principio de la actuación (¡maldita puntualidad!); por fortuna, pude ver el resto. Trío de guitarra, bajo y voz, con base electrónica bien hecha. Rock electrónico, dicen ellos, pues bien me vale. Rock oscuro, elegante, con toques darkwave, ramalazos góticos y la vista enfocada, fijada en los clásicos pero sin despreciar lo futuro. Lo dicho, creo que son únicos ahora mismo en España.

La actuación me gustó, la mezcla de sonido oscuro ochentero (lo que se llamaba moderno entonces, ya me entendéis) con el uso (profuso) del vídeo y las cuidadas letras me pareció un acierto y, desde luego, me dio la sensación, como decía antes, de que el veterano trío se mueve en aguas que nadie más frecuenta en este país. ¿Es eso suficiente? Lógicamente no. Pero es que Radar demostraron que destacan donde un grupo debe hacerlo, en la calidad de composiciones e interpretaciones. Más allá de las pintas, más allá de la pose, más allá de cualquier intención tan estética como vacía. Cuando una banda gasta más en laca que en horas de ensayo… mal asunto. Me alegra que no sea el caso. No puedo entrar en repertorios, porque como he comentado antes, no conocía a estos madrileños más que de nombre pero los treinta minutos (o así) que vi, me dejaron un gran sabor de boca. De hecho, al terminar, me quedó el regusto amargo de no haberlos conocido antes, de no haberlos conocido más.

La actitud del público que casi llenaba a esas alturas la sala, la que corresponde a lo ofertado: creo que gustaron bastante y aparentemente por fortuna esta vez no tuve que sufrir las faltas de respeto habituales. Siempre es de agradecer. En el descanso pre Moonlight, dudas flotando en el ambiente. La banda de acompañamiento, ¿estará a la altura? ¿Conseguirán llegar dónde lo hicieron los “auténticos”, al menos, en las giras de reunión?; la mala impresión del último bolo en solitario, ¿fue algo puntual o un síntoma de decadencia irreversible? ¿Cerrará con Who Killed Mr. Moonlight, echándole un par, dado el sobrenombre de la gira? En fin, dudas y más dudas que debieran quedar resueltas en poco más de una hora y media.

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Personalmente: vi hace muchos años al señor Murphy haciendo de él mismo. Luego vi la representación madrileña de la última reunión de los míticos. Me quedaba, por tanto, ver a Mr. Moonlight haciendo canciones bauhausianas. Me quedaba también un pánico atroz al destroce de temas que significan tanto, que he disfrutado tantísimas veces. Pero dejemos aparte las dudas, apartemos los miedos, comienza a sonar King Volcano. Mal empezamos, el sonido no es bueno (la sala no se caracteriza por lo contrario) y la interpretación, fría, a años luz de como uno entiende que debería. Obviemos que este buen hombre es lo que es. Se sabe una estrella y como tal se comporta, con todo lo que eso tiene de arrogancia insoportable y del morbazo (fetichista casi) que supone estar frente a un divo. Obviemos que el paso y el peso de los años se notan mucho, olvidemos que ya no estamos ante aquel flaco y andrógino ser de vozarrón tan inclasificable como espeluznante, tan increíble como inspirador (incluso olvidemos que Lonely people burn like candles). Obviemos, pues, poses (que sinceramente, ya no pegan mucho) y quedémonos con las miradas, esas sí, tan hipnóticas como siempre. Y obviemos todo esto porque sin solución de continuidad empiezan los primeros acordes de Kingdom’s Coming. Se mantienen los problemas de sonido, se agudiza la falta de atmósfera, se echa de menos el juego de voces… Madness in the wind’s got something to say, pero no esta noche, no todavía.

Double Dare, por suerte cambia el tercio. Completamente además. Ya sí, ya no sé si porque he escuchado (e interiorizado) mil veces el I dare you, to be real/To touch a flickering flame, etc, pero me da la sensación de que todo está ya ensamblado de otra manera, de que ya me da igual si suena bien o mal, si los gestitos son sentidos o una puta pose. El final de Double Dare me convence de que de aquí al final, no voy a poder juzgar nada, no voy a poder permitirme el lujo de opinar sobre la cascada de sentimientos provocados. Me da igual la voz, me da igual no ver el eterno hieratismo de David J, la sonrisa casi infantil del otro Haskins, el pelazo de Mr. Ash. Me da igual que la guitarra no suene igual, que al bajo le falte alma, que la batería no llegue al mismo sitio. Ojo, a estas alturas ya estoy seguro de la solvencia de los tres músicos, no pongo en duda ni su calidad ni su entrega, pero… no es lo mismo. Y me da igual que no lo sea.

I do get bored, I get bored, o lo que es lo mismo, In The Flat Field. Más de lo anterior, otra canción que tengo interiorizada del todo, otra que no sé si suena bien o mal porque está más dentro que fuera. De nuevo el gesto, otra vez los ojos. La voz. El pelo como escarpias. A God In An Alcove. Now I am silly, así estoy, así me siento, porque sigo sin poder juzgar nada, ni para bien ni para mal. Difícil abstraerse, difícil tomar distancia, imprescindible para opinar, inconveniente para sentir, elijo estar cerca y no poder enjuiciar, solo sentir. Boys. Or I shall cry. La luz. ¡La luz! Los ojos y la luz. A estas alturas ya está todo vendido, la repleta Arena entregada. En las primeras filas, atrás, en las escaleras. Cada cual formándose su propio concierto en su cabecita, cada cual en su corazón. Por eso cuando suenan las primeras notas de The Three Shadows Part II todas las cabezas se mecen al unísono; por eso tanto los classic gentlemen como los del Oedipus Rex complexes están a lo que están, todos los sentidos en el mismo punto, todos los ojos, todos los oídos, sobre la misma persona.

Por eso A Strange Kind Of Love, siendo una canción maravillosa, rompe un poco el clímax. Por eso me da lo mismo la inclusión de alguna estrofa de Bela Lugosi’s Dead. No es capaz de remontar, no es capaz de devolver, por sí misma, el concierto al punto en el que estaba. Ni siquiera cuando Mr. Moonlight se planta una chaqueta y comienza la propia Bela. Una chaqueta que no es capa y que ya no se quitará en lo que queda de recital, parece que el jarro de agua fría de SKOL (que, insisto, es posiblemente mi preferida de su carrera en solitario) le ha enfriado a él también. The bats have left the bell tower y aún no sé si van a volver. A pesar de ello, imposible resistir la fuerza de Lugosi, joder, el noventa por ciento de los presentes nos hemos criado con ella, hemos lubricado, hemos disfrutado de eternas erecciones con sus compases; sus casi diez minutos han provocado más orgasmos que muchas discografías completas… como para no remontar. Pese a todo.

Silent Hedges mantiene el tipo. Sí, amigos, Looking into purple eyes y ved como la letra se retuerce, culebrea dentro de tu oído en ese apoteósico final que te devuelve al infierno, que te arrastra hacia Kick In The Eye. Tal vez de las clásicas, la que menos me gusta, no termino de entrar en su bajo machacón, bien emulado en esta ocasión por Emilio Zef Noise (acertado durante todo el concierto, con mención especial para el estupendo violín eléctrico que asomó en algún momento, enriqueciendo siempre, aunque en SKOL no fuera bastante). I was never told why, así que lo repito: No me gusta Kick In The Eye. El porque es lo de menos. Hala, ya lo he dicho. Como tampoco me entusiasma The Endless Summer Of The Damned. Me parece una canción flojita, especialmente en comparación con el resto del repertorio. No es que me provoque pensamientos sobre ninguna form of patricide, pero no me dice prácticamente nada. De modo que este “trozo” de concierto sí que lo critico. Je. Suerte que mi suerte cambió (perdón por la redundancia), con The Passion Of Lovers. Ciertamente tampoco es de mis favoritas pero, eso sí, está a años luz de las citadas. Nick Lucero (alguien debería decirle cuatro cosas al señor M en cuanto a los nombres de sus colaboradores) continúa demostrando eficacia demoledora en los parches, secundando al amigo Emilio cuando debe y creando tejido cuando es necesario. The passion of lovers is for death said she…

She’s In Parties es otra cosa. Sí, ya sé que está sobadísima, que ha sido banda sonora de cualquier garito oscuro que se precie de serlo, que… lo que quieras. Pero que es un pedazo de canción como la copa de un ciprés, pues también. It’s patently obvious. A pesar incluso de la pianola que manejó Don Pedro, pero eso es posiblemente manía personal al instrumento. Y ¡qué decir de Stigmata Martyr! Mark Gemini Thwaite arrancando de su guitarra todo lo que el Martyr lleva dentro, estupenda la interpretación del clásico, como estupenda fue SsIP, ahora sí; tarde, tarde, pero ya se ve a la banda ensamblada, cómoda, a gusto. Más allá de los efectos con las luces (hay que joderse –Boys- lo que se puede llegar a contar con un fluorescente portátil, tomen nota, hagan el favor, todos los de “me encantaría incluir escenografía en mis espectáculos pero como no tenemos medios…”, tomen nota pero ya), espectaculares y apropiadísimos, más allá de gestitos para la galería, bailecillos y ropajes ad hoc. Más allá porque lo anterior es muy importante (en un espectáculo) pero lo FUNDAMENTAL es lo que sale de los altavoces. Lo demás aliña pero no alimenta. Todavía estamos un poco In a crucifiction ecstasy y empieza a sonar Dark Entries. Furiosa como tiene que ser, épica, increíble. No hay adjetivos que describan lo que correo por dentro (o yo no los encuentro). No hay dinero que pague por ello, Intangible of price, temón. Para rematar con otro bajón. Coño, cierra en Dark Entries, termina arriba, con la gente absolutamente encendida, no toques para consumar el concierto, Severance. Ojo, me encanta la original (Dead Can Dance) y la versión me parece más que digna. Pero en ningún caso (a mi modo de ver) es una canción para finalizar un concierto. Ni siquiera pensando In the shadow of summers now past. No, no, nunca. Salvo que seas Perry/Gerrard, pero no es el caso. Buf, esperemos a los bises, que los habrá, suponemos.

Que no, Peter, que no. Subway, no. Que eres Mr Moonlight, joder. Que celebramos los 35 años de Bauhaus. Que sí, que ya lo sé, que Subway está muy bien, que el señor del violín hace un solo increíble, que lo que quieras. ¿Que qué? ¿Que también Cool Cool Breeze? ¿Y a capella? Nos hemos vuelto todos locos. ¿En los bises? ¿En ese momento que TODO el mundo va a comentar según salga? Ya puedes tocar para terminar Ziggy Stardust, ya puedes play guitar, ya la puedes hacer bowiesque style o como te de la gana, pero que así no. No puedes tocar tres únicos bises (escaso, amigo, muy escaso) y que dos de ellas sean temas de tu carrera en solitario. No siendo el señor luzdeluna. NO. porque luego pasa lo que pasa. Luego que si Who Killed, que si tal, que si cual. Luego que si la voz no es lo que fue, que si estás gordo, que si para que la chaqueta. Claro. Vas provocando. Y menos mal que no te ahorraste al Ziggy, que si no igual ni sales…

Todo ha terminado. Pronto, muy pronto. Con opiniones dispares: «Vaya mierda de concierto. Sonó fatal, etc». Y también:»Conciertazo que te cagas. Peter Murphy, mejor que nunca». En fin. Gente entusiasmada con el repertorio, gente embriagada de luz lunar, gente hablando maravillas de todo. Mezclada con gente asqueada, gente que se siente estafada, gente francamente cabreada. División. Las dos Españas.

Vayamos por partes:

– El repertorio, dejando aparte el tema e tocar canciones de su carrera en solitario, es tan previsible como personal. Tan lleno de canciones imprescindibles como falto de otras. Cada uno de los asistentes (estoy seguro) tiene un repertorio diferente en su cabeza. Cualquiera de los presentes habría sustituido alguna canción (más o menos, cada uno según) por otra, habría quitado y añadido, etc. Por tanto, es difícil criticar este extremo puesto que a la hora de elegir veinte canciones ninguno nos pondríamos de acuerdo y las diez o doce básicas estuvieron presentes. Eso sí, el orden de los temas… bastante cortarollos, aunque en eso también cada asistente tenga algo que decir. Algo diferente, me refiero. Saltarse la prevista All We Ever Wanted, imperdonable.

– El sonido. Bueno, es la Sala Arena. Dentro de eso, mejorable al principio (manifiestamente), mejorado al final. Dentro de que, insisto, el propio de la sala es el que es.

– La interpretación. Pues como el sonido. Al principio del concierto, frío, poca transmisión. Según fue avanzando, mejoró ostensiblemente. Para el cuarto o quinto tema (más para el cuarto, In The Flat Field), todo arreglado. Energía, sudor, etc, no faltó.

En resumen. Un concierto irregular, por culpa de lo ya dicho de las canciones y del orden de las mismas, hubo detalles (la voz baja por aquí, algún guitarrazo raro por allá) que impidieron que todo fuera tan como la seda como debería, pero también es cierto que hubo una cantidad de momentos inolvidables (la luz en Boys, Stigmata, The Three Shadows, y más) que por sí mismos valen una entrada. Eso permite olvidar –un poco, por lo menos- otros menos afortunados. Y, lo más importante: ¡Qué coño! ¡Me lo pasé como un enano! Con eso me quedo, que no siempre se puede decir lo mismo.