OCTOBER PEOPLE + MIHASSAN + JUVENTUD JUCHÉ, 30 de enero de 2013, Sala Siroco, Madrid

Programar conciertos en una ciudad como Madrid, por increíble que parezca (no es como hacerlo en Palencia; hablamos de una ciudad enorme, llena de gente con gustos de lo más dispares, infinidad de salas mejore o peores, con mayor o menor aforo –y calidades y precio-, “facilidades” de todo tipo), debe de ser tremendamente arduo. Continuamente oímos de salas o promotoras que echan el cierre (la última sala la seguro ya añorada Ritmo y Compás; la última promotora –más añorada ya aún- De Profundis); bandas que ven sus bolos suspendidos por el escaso número de entradas vendidas o porque a algún iluminado la ignorancia más supina lo empuja al boicot más absurdo; comentarios de los que tantas veces nos hemos hecho eco acerca de la imposibilidad de saber qué es lo que hace que un concierto tenga éxito; desánimo, desánimo y más desánimo. Perfectamente justificado, por otro lado. La situación es, dicho lo dicho, complicadísima. Aún así, convendréis conmigo que planear un minifestival un miércoles, compitiendo con el enésimo clásico del siglo (jugaban casi al tiempo el Madrí y el Barsa, no digo más), en el Siroco y anunciándolo con pocos días de antelación, es de una temeridad entre incomprensible y deliciosa. Y eso que el cartel era atractivo o así pensábamos los que allí nos citábamos: tres grupos, tres (aunque poco, aún, conocidos), ni más ni menos y una fiesta posterior en la misma céntrica y mítica sala. Juventud Juché, Mihassan y October People.

21:30, todo previsto para esa hora. Pero hay partido, todavía no ha terminado. Nos informan en la puerta que empezarán a dejar pasar a la gente alrededor de las diez y que el primer concierto tendrá lugar más o menos a las diez y media. Esperaremos entonces. Total, tampoco nos queda otra. La espera se hace corta, el tiempo pasa rápido y Juventud Juché ya empiezan. Poquísimo público, pero poquísimo de verdad. El trío empieza fuerte, canciones muy cortas y bastante brutas. El sonido no ayuda y la verdad es que me suena todo embarullado. Protopunk bastante puro, cañero, muy cañero. Aparentemente sin intención política, una especie de (salvando las distancias) Nikis muy muy cabreados. Unos Siniestro Total (Coppini era) enrabietados y al margen de la ironía gallega (más gruesa que fina en esa época) de que hicieron gala los de Vigo. Como me gustan ambos, me pareció una auténtica pena lo dicho del mal sonido. Y una auténtica pena la escasez de audiencia. Sinceramente pienso que el grupo merecía mejor suerte en ambos aspectos.

Media hora de actuación que da para un puñado de canciones aceleradas y rabiosas, media hora corta que espero dé para nuevas oportunidades que dejen mejor sabor de boca. En otras circunstancias, se entiende. Casi sin tiempo para comentar siquiera la jugada, aparecen en escena Mihassan. Otro trío, en este caso de ¿Móstoles? Otro trío pero con chica al bajo. Piden apagar luces, van a proyectar en la parte trasera del escenario. Imágenes que ilustran y decoran lo que sale de los instrumentos y de la peculiar voz de su cantante. Imágenes que ponen marco a un estilo bastante en la línea del postpunk moderno pero con base electrónica (recuerdan vagamente a veces al mismísimo Aviador Dro) depurada y un ramalazo decididamente arty tanto en la puesta en escena como en las letras (y la manera de interpretarlas). Ojo, arty, en el mejor de los sentidos. O no sé como calificarlo. Surrealista quizá. Genial, seguro.

Grata y francamente sorprendido, debo decir que me gustaron. Mucho además. Es cierto que el sonido siguió sin ser todo lo bueno que debiera, pero, aun así, en este caso sí permitió (o así lo percibí) hacerse una idea real de lo que el combo puede dar sobre un escenario. Tal vez, también lo pensé, al quitar el factor sorpresa, lo “especial” en ocasiones de la propuesta pueda irritar un poco, pero yo todavía no estoy en ese punto. Y en el que estoy, lo que me apetece es volver a verlos. Preferiblemente con más gente. Dígolo porque sigue habiendo poquísimo público. En fin, serían los siete eurazos de la entrada. País.

Sin más, October People. El motivo real de mi presencia allí (no conocía a sus compañeros de minifestival). Tocarán poco rato, media hora larga, repertorio reducido para la ocasión. Wishes. The garden. Number 2. Siroco sigue sonando regular, no tan nítido como debiera. Actitud para superar las dificultades. Han empezado un poco fríos, claro que nada ayuda. La sala medio vacía, el sonido que no es demasiado bueno, incluso el exceso de humo… obstáculos superados en parte por profesionalidad. La otra parte se olvida cuando comienza Juliette. Alguna nota se escapa, algún pequeño fallo sin importancia. La guitarra hace la melodía con el bajo y la batería dibujando la canción. Por encima, la voz. In The End I Let You Go. In The End I Break The Chain. Pegadiza, pop. Buenísima. I Feel Your Love Behind The Dusk. Para mí, de lo mejor del concierto.

This dream of yours, arranca aplausos. Ya ha desaparecido el frío aunque todavía se advierte cierta incomodidad. Cuando empieza el tema desaparece en parte, casi toda, pero se nota que falta algo, falta el grado de “comunión” con la gente que sí pude observar en el concierto de la Wurli, falta esa empatía. Voices no cambia nada. No varía la sensación que a estas alturas empieza ya a ser lo de menos. No suena bien, ok; no se ha establecido (o yo no la he notado) esa corriente público-grupo que hace de un recital algo inolvidable (por intangible). Pero, aún con eso y con todo, a mi me está gustando. Con sus defectillos o quizá en parte por ellos. Son humanos, pardiez.

October People es ahora mismo una de las propuestas capitalinas que más presente y futuro tienen a mi entender y es por canciones como Once again o The wait. No sabría con cuál de las dos quedarme. Difícil decisión. Just Me And You. Once Again. The Fate Again. Repitiéndose en mi cabeza horas después de terminar la canción. Para bien, por supuesto. Todo toca a su fin. Now I’m Waiting For Something And You Hide It Inside. No es el caso. Tengo la completa seguridad de que nada ha sido ocultado. Todo se muestra tal y como es, llegue más o menos. La guitarra cortante como de soslayo de Vito o el bajo de Quique, tan contundentes como de costumbre. Los ritmos de Dani, impertérrito, imprimiendo nostalgia y pasión a partes iguales. La voz y actitud de Giovanni, cálida y visceral cuando ha de serlo. Todo en su sitio, no puede ser de otro modo.

Corto se ha hecho, muy corto. Pero, agenda minifestivalera obliga. Es miércoles además (recuerdo), por lo que el escaso trasnoche se agradecerá mañana. Una sorpresa: la parte de arriba de la sala, donde continuará la fiesta, está llena. Repleta de gente que no se ha dignado bajar unos escalones. De verdad que o yo no entiendo nada o algo me he perdido. Me alegro por el organizador, peor sería que arriba también hubiera estado vacío pero en fin… Lo que me queda a mí, aparte de la conclusión obvia (si has llegado hasta aquí en tu lectura), las ganas de repetir. Y por supuesto, las conversaciones varias, con unos u otros. Mi agradecimiento enorme y eterno por lo que vendrá. Sé que me esperan cuervos blancos de vinilo, sé que me esperan grandes momentos revividos (lo sé ahora). Sé que habrá nuevas ocasiones, mejores. Pero también que las que ya se fueron dejaron también recuerdos imborrables.