Cuando nos llevamos un disco a la oreja hay varios detalles que nos parecen más fundamentales que otros. La mayoría de ellos los hemos repetido muchas veces, así que no redundaré (o no demasiado, me refiero a aquellos hasta cierto punto intangibles como la creatividad, la originalidad, la calidad…). Otros los hemos tocado menos, me doy cuenta ahora al releer textos pasados. De todos estos últimos, uno de los más importantes (uno de los capitales jajejijoju) es, para nosotros, la falta de prejuicios. Tanto del escuchante como de la banda que proporciona el placer en plástico. La primera noticia que tuve de los griegos New Zero God fue vía
Virus G. Ya sabes, esa grandiosa plataforma que permite escuchar gótico (y adláteres) seleccionado por el buen gusto de su cabeza visible, Mr. Billyphobia. Escuchar, probar y, si lo deseas, comprarlo posteriormente. Gran idea y mejor iniciativa. Pues fue allí dónde tuve mi primer acercamiento a NZG y a su segundo álbum, este MMXIII, de inequívoco título. En una primera escucha llama la atención lo variadas que son las canciones, en una segunda, lo bien hechas que están. En una tercera, la seguridad de que habrá una cuarta y muy posiblemente una quinta, una sexta, etc. Pero empecemos desde el principio. MMXIII se abre con Damaged, un monumental himno de más de seis minutos que empieza a dejar claro por dónde van los tiros del cuarteto: inapelables guitarras, bajos y baquetas contundentes y variados, voces con personalidad… en un oscuro rock gótico que aunque se enraíza en los noventa termina por ser absolutamente moderno. Otro grupo que hace lo de siempre, que lo hace muy bien, pero que se autofagocita en esa espiral de la autocomplacencia. Pues no. Para nada. Y es ya palpable en Hypnotised. Un tema mucho más corto y de ritmo más rápido. Distorsionado, acoplado a veces, acelerado otras. Parece de otro disco, de otro grupo, hasta la voz parece distinta (ese filtro). La palabra postpunk vuelve a mi cabeza. Pero cuando me quiero dar cuenta empieza No Cure For Love, con un estilo decididamente cultero en sus cuatro minutos y pico. Rockanrolera, el aire de los de Astbury y Duffy impregna toda la canción, pero va mucho más allá, no es una simple copia (hay tantas…). Tres canciones y tres estilos bastante distintos aunque bajo un común denominador: la música es un estado de ánimo, el arte una forma de expresarse. La situación es la que es (en Grecia más) y se ha acabado la fiesta, al menos en las letras y en el envoltorio. Si vienen mal dadas, dejemos el colorín para otros y el optimismo para más adelante.
Sinners And Lovers repite el esquema: el de no repetirse. A mí esta canción me devuelve a los ochenta, no sabría decir por qué. La guitarra aguda y el ritmo hasta cierto punto luminoso son un espejismo, la compleja estructura lo dicta así. In Dreams We Trust también, con ese inicio de pop oscuro casi cureano y la evolución después hacia otros paisajes (a través del vocalista principalmente) desembocando de forma abrupta hacia Freakshow, la otra mirada a los ochenta de este MMXIII del que tras recorrer más de la mitad solo podemos enumerar virtudes, entre ellas la citada variedad estilística que en Angeline roza ya lo apabullante. Clásico rock gótico ya, especialmente en el estribillo y en las nuevas referencias vocales al señor Astbury. Pegadiza, casi pegajosa. Pinups no tanto, la guitarra y la voz muy filtradas sobre la línea gruesa del bajo y el baqueteo inmisericorde recuerdan que habíamos dicho que NZG no tenían prejuicios y que se atrevían a meter en el disco todo lo que les apetece sin buscar el aplauso fácil de un público encantado de que se lo den hecho. Y si también les gusta Killing Joke, bien está. Intoxication es otro cantar, nunca mejor dicho. Una vuelta a lo clásico pero con el sello personal de quién se sabe y se gusta haciéndolo. Until The End Of The Line, la “balada” que cierra el disco sí es más convencional, yo no habría cerrado con ella, te deja un poco de bajón. No por falta de épica ni por supuesto porque no hayan sabido imprimirle el marchamo de calidad, el mismo que salpica todo el CD sino porque, de alguna forma, no hace que le des al botón de “volver a escuchar” en el reproductor, transmite demasiado la idea de final. Dicho esto, no prescindiría de ella, simplemente la cambiaria de sitio en el playlist. Resumiendo MMXIII es, otra vez, un trabajo lleno de calidad, pasión y ganas de transmitir. Al margen de modas, lejos de tópicos, la constatación de que las cosas bien hechas llegan y llegan bien. La constatación de que el estilo está más vivo que nunca.