NEW MODEL ARMY + OCTOBER PEOPLE, 27 de octubre de 2013, Sala Caracol, Madrid

Finales de octubre en Madrid. Dentro de la avalancha de conciertos prevista para otoño (ni aposta, oigan) una fecha marcada en rojo en el calendario. En la últimamente guadianesca Sala Caracol (un sinvivir de aperturas/cierres reaperturas/recierres) un cartel más que atractivo: los británicos New Model Army y acompañándolos los patrios October People (con cantante trasalpino, lo sé, pero como es un italiano castizo, me tomo la licencia). En la preparación mental para el concierto, un gran número de coincidencias. La menos privada: iba a ser la cuarta vez que viera a ambas bandas, las tres anteriores por separado. Hacía buena noche, se presagiaba buen ambiente, en fin, todo preparado para lo que apuntaba una espectacular “velada”. Una noche solo estropeada por la noticia de la muerte de Lou Reed y un deseo, que el espectáculo hiciera de homenaje.

La sala Caracol es una de mis preferidas dentro del circuito madrileño, me gusta la zona en la que está, me parece cómoda de acceso y tiene un sonido y una visibilidad normalmente notables. Tiene también el escenario bastante alto, lo que ayuda a esa visibilidad citada si no estás muy cerca del mismo. En el cartel, abrían October People y yo, aquella noche en concreto, esperaba mucho de ellos. Tienen a punto un nuevo trabajo tras la sensacional noticia del fichaje por AF Music y las tres veces anteriores que los había visto, me habían encantado. Además, por si lo dicho fuera poco, confiaba en la mejora de calidad de sonido respecto a la Wurli o al Siroco (que habían sido las únicas, pocas, pegas). El concierto empezó con un poco de retraso y bastante expectación. Nada del tradicional maltrato hacia la banda que abre. Nada de ese asqueroso desprecio que tanto impresentable lanza a la cara del insultado telonero. No, no esta vez. El público que casi abarrota la Caracol espera que los de octubre den lo mejor de sí. Yo, sinceramente, también.

Wishes para empezar. Voices para seguir. Suena muy bien, la guitarra de Vito más nítida que nunca, más alta. El bajo de Pablo y las baquetas de Dani, contundentes como suelen y Giovanni, enfadado con no oír el teclado (abajo sí suena), no deja que el cabreo empañe nada. Profesionalidad lo llaman. Estoy de acuerdo. When The Sun Goes Down y The Garden marcan el ecuador del corto set. Da rabia, pero se entiende la limitación temporal. Por fortuna, a pesar de esa escasez de minutos, los temas están a la altura de las mejores ocasiones, qué digo, por encima. La única pega es la ausencia de canciones nuevas, no hay sorpresas, no hay estrenos. Se entiende, claro que sí, pero me hubiera gustado poder degustar algo diferente. Manías. Habrá que esperar a la próxima ocasión, que sé que la habrá.

No sería justo si lo dejara aquí. Ellos no lo hicieron, quedaban The Wait y Once Again, dos de los mejores cortes de su homónimo primer disco. Si es que hay peores, que lo dudo muy mucho. Pese a que continuaba el enfado del grupo con el sonido, a mí honestamente me pareció que sonó fenomenal, yo no noté ningún problema, no percibí nada que me hiciera desear mejores condiciones. Es verdad que no se los notaba cómodos, pero no fui capaz de apreciar lo que lo justificara. En mi modesta opinión, las guitarras han evolucionado un montón desde sus inicios, la base rítmica está mejor que nunca, tanto en las cuatro cuerdas como en los parches, la voz la entiendo más madura, más empastada y el teclado, sin restarle importancia, nunca me ha parecido que tuviera tanto peso específico en el sonido de October People, aporta texturas, da algún matiz pero no lo entiendo fundamental. No a la altura del resto, al menos. Y bueno, con la sensación de que Juliet la tocan poco (menos de lo que me gustaría, ¡coño!) y de que si el objetivo, o uno de ellos, era ponérselo difícil a los de Mr. Sullivan, lo habían conseguido con creces, terminó la primera parte del espectáculo. La había disfrutado. Ya se vería si el resto de la noche seguía hacia arriba o se desplomaba totalmente. Las dudas se disiparían en breve.

Cada vez que he podido disfrutar de un concierto de los de Bradford había una razón que lo hacía especial. El tres de junio de 1993 porque fue el primero. Presentaban el “The Love Of Hopeless Causes” pero yo aún tenía fresquísimos Thunder And Consolation, The Ghost Of Cain e Impurity. La segunda vez, porque fue un porrón de años después. Catorce, para ser más exactos. Dimos aquí buena cuenta de ello. La última, en 2009 (también reseñada aquí) porque presentaban Today Is A Good Day, un soplo de aire fresco tras un montón de discos decepcionantes. En esta ocasión, no había razón especial. Between Dog And Wolf (el trabajo que presentaban) no había terminado de enamorarme, el recuerdo del concierto de La Sala estaba todavía presente y bueno, New Model Army son siempre una apuesta segura en directo, pero insisto en que teníamos un otoño de lo más cargadito… Iba a ser, entonces, la primera vez que los viera sin llevar dos meses comiéndome las uñas de impaciencia. Eso tiene la ventaja de rebajar expectativas y la desventaja de que al final no termine de engancharte nada. Tenía todo eso en la cabeza mientras veía cómo iban terminando de acondicionar el escenario, colocando cada cosa en su sitio, con mimo. Tremenda la batería, percusiones a la derecha, junto a un casco de obra con una pegatina de la banda. Semiescondido en la la parte trasera del escenario, el teclado. Guitarras a porrillo al otro lado, preparadas y afinadas. Micros, bajo… en fin, todo listo.

Una especie de versión acordeón de Vagabonds a modo de intro, luces que dejan de hacer su función, el quinteto sobre las tablas, I Need More Time. NMA tienen la virtud (muy poco común, casi ningún otro grupo la tiene) de que prácticamente da igual lo que toquen, lo hacen tan bien, dan tanto, que llegan sin dificultad (aparente) al público. No quiero decir con esto que INMT no sea un temazo, lo es. Probablemente de los más “himno” de Between Dog And Wolf, pero es que podrían haber abierto con cualquier otra, con la que hubieran querido. El rugido de respuesta habría sido muy parecido. Detrás de dónde salto y grito, un grupo de fans de estos que van a todas partes con el grupo, empiezan también su “actuación”. Seudohooligans ingleses, sudorosos, dando empujones y patadas como si estuviéramos en el 84 y sonara Betcha. Delante de mí, sus novias, más comedidas, groupies también pero respetuosas. Today Is A Good Day mantiene el listón. Me parece que suena todavía un poco flojo, como si Justin and co. estuvieran todavía fríos. El tipo del pelo rosa (luego me enteraría de que responde al curioso nombre de Ceri Monger) está a lo suyo, él no necesita calentamiento. Tiene veinte o veinticinco años menos, igual es eso. La guitarra de Marshall Gil tampoco requiere presentación, suena lejana hasta ahora, se entonará en seguida. March In September demuestra rápidamente dos cosas: lo buen batería que es Michael Dean y que la voz de Justin Sullivan ha envejecido, no tiene el chorro de rabia de antaño, pero conserva suficiente mala baba y ha ganado tanto empaque como para que eso tampoco importe. Sabe perfectamente que “tecla” pulsar a cada momento y te va llevando de un sentimiento a otro a su antojo. A esas alturas, uno estaba ya disfrutando del concierto como un cochino en el barro o como un taxista de los de palillo en la comisura de la boca con Jimenez Losantos, perdóneseme el pleonasmo. Ya olvidados (por poco importantes) titubeos iniciales y con algún ausente en la cabeza. Majo, no sabes lo que te perdiste.

Did You Make It Safe? Conjuga perfectamente la percusión, la dulzura, la denuncia… como Pull The Sun pero en otro rollo, más rítmico, menos acústico. Los esquimos de todo a cien siguen a lo suyo, de espaldas al escenario, interpretando las canciones moviendo las manos y gritando la letra pero molestan menos. Hasta que llega The Hunt, claro. Entonces todo se desata de nuevo, su idiocia y mi arrobo. Temazo que lo tiene todo, primer gran clásico de la noche. Interpretación desgarrada y contenida al mismo tiempo, no sabría explicarlo. Se nota la rabia pero no es la de antaño. Por supuesto, ni falta que hace. La sorpresa, para mí, de la noche es la increíble Archway Towers, canción que jamás hubiera soñado escuchar en directo. Y mira que el crescendo gritón final da juego pero… demasiado rara, demasiado oscura, demasiado… buena. ¿Panfletaria? Pues sí, un poco. Todas las de los de Bradford (o casi) lo son en alguna medida. Pero más actual que hablar de la puta crisis, también. Here Comes The War pone el cierre al primer grupo de clásicos. A lo grande. Sin concesiones. Con la banda ya caliente (desde hace un rato) y el público más, el paroxismo llevado a explorar algún límite. Y lo marcial apuntando por dónde. Knievel, siendo una canción preciosa, a estas alturas es un poco cortarrollos. Entiendo la razón de incluirla ahí, no todo puede ser la rabia y la furia. Un poco de relax, un merecido descanso, tan necesario en ese momento como poco deseado. Between Dog And Wolf vuelve al terreno de la percusión marcada, que no tribal, que no, pero a estas alturas de bolo no molesta. No, en absoluto. Empiezo a comprender porque los tipos de sombrero mantienen que BDAW necesita unas cuantas oídas para revelarse un discazo. Por lo menos en su versión concertil. Stormclouds me cuenta lo mismo. Sin redundar pues es distinto el corte, aunque la esencia coincide. Once piezas llevamos y se ha pasado volando. A ver que nos queda.

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No Rest, otra de las fijas, de las que no pueden faltar, Si ATowers me parecía un poco panfleto… Aún con ello, imprescindible. Como High, si es dedicada a Madrid, más. Y eso que fue antes de la huelga de recogida de basura. Mientras me dejo mecer por la canción, dejo también que me empapen recuerdos. Es lo que tiene llevar una eternidad escuchando a un grupo, que al final tu vida y la música se entrelaza y un puñado de notas y unas cuantas frases más o menos rimadas son muchísimo más que eso. Pedazos de existencia. Como espero que algún día sea Horsemen. Ahora sí tribal, como de indio Navajo, por más que el West Yorkshire nada tenga que ver con Arizona. O puede que sí, quien sabe. Cuestión de vagabundear lo bastante, imagino. Con violín hecho guitarra (otra vez), urge recuperar a Ed-Alleyne o a su primo si este maneja el violín púrpura la décima parte de bien. Más pronto que tarde. Menos mal que el exceso de sobe de Vagabonds no la ha destrozado del todo. Sigue sonando magnífica pese al “detalle” guitarrero. Aún así, sobada, sobadísima, como Get Me Out. Me sigue encantando aullarla pero a la vez apetece aullar otras menos recurrentes, menos típicas. Quedan los bises, esperamos los presentes, ojalá caiga 51 State, para que se calle el cansino que lleva todo el concierto gritándola.


De momento habrá que esperar. Seven Times es la elegida para recuperar el pulso. Nueve canciones del nuevo disco, muy pocas concesiones a ningún otro si obvias los clasicazos. Seven Times está bien, pero a años luz de los mejores momentos del combo. La interpretación, tan correcta como el resto de la noche, no aporta nada que no tenga ya de por sí. Pues bien, pues vale. Pues eso. Green And Grey y ver como todo el escenario se tiñe de verde. Un hooligan abraza a su chica (supongo porque no lo rechaza a pesar del deplorable estado) y se la canta al oído, precioso. Conteniendo la arcada decido olvidarme de la constatación de un amor tan bonito que trasciende sudores y humores varios y centrarme en la balada. Otro imprescindible, otra canción que amenaza diluirse por la reiteración. No es la noche, en cualquier caso. El momento es para disfrutarlo sin pensar más. Y a fe mía que así lo hacemos. Termina Green And Grey y el quinteto vuelve a irse. No puede haber acabado ya, tiene que haber más. Las barbas calvas e imposibles, los pelos rosas, las greñacas y los dientes partidos tienen que tener más que decir.

Wonderful Way To Go. Cerrará el concierto. El tema que da comienzo a Strange Brotherhood (uno de los más salvables del LP), lleno de energía, como si tuviera diez o quince años más, como si fuera extraído de otros tiempos, de otra película, una en formato trío, antes de la retirada de dos tercios, uno obligado, el otro por algún tipo de cansancio, el primero irreversible, el segundo… también supongo. Eran ya digo, otros tiempos. En los de ahora son otros los encargados de expandir sensaciones, de derramar sentimientos. Son otros, no peores, no mejores, distintos. Solo queda Mr. Sullivan de quienes iniciaron esta bonita historia que en lo que se refiere a la gira del reciente Between Dog And Wolf y su paso por los madriles ya termina.

Concluimos. Con October People las expectativas eran altísimas y los madrileños (etc, etc) las cumplieron con solvencia. Un concierto cortito, propio del papel asignado, pero muy bien ejecutado. A mí me sonaron bien, convincentes, demostrando lo buenos músicos que son, desarrollando unas canciones que no por conocidas se estancaron en su interpretación. Un grupo que no deja de crecer y que, además no ha perdido la capacidad de sorprender. Ni las ganas de agradar. Estupendo presente y aún mejor futuro, vaticinado. Con New Model Army, sin embargo, las esperanzas eran mucho menores. Sin embargo, los británicos (ejem) fueron capaces de superar con creces la idea que me había prefijado y basando su recital en ese último disco todavía irregular en mi forma de apreciarlo, con contadas concesiones al repertorio exigido, un puñadito de hits indiscutibles y alguna sorpresa (todavía me estremece el recuerdo de la sensacional Archway Towers) se marcaron un pedazo de concierto increíble. Tremendo en la transmisión, con un excelente sonido y una perfecta conjunción instrumental y vocal, demostrando estar al menos en la misma buena forma de siempre y dando la sensación constante de que ni los años pesan tanto (todavía) ni tiene demasiada importancia el repertorio escogido. Siempre dan lo mejor y, claro, así es muy sencillo. O igual no tanto, viendo lo que se arrastra por ahí últimamente. Pero lo parece.