NEW MODEL ARMY + CHARLOTTE’S SHADOWS, 05 de noviembre de 2009, La Sala Live, Madrid

Jueves cinco de noviembre del año en curso. Noche rara de jueves en esta especie de pseudo otoño primaveral que el clima ha tenido a bien regalarnos. Se alternan el calorcillo con un viento frío de lo más desagradable, como se alternan conversaciones: sin continuidad. Jueves cinco de noviembre y un concierto previsto desde hace tiempo. Charlotte’s Shadows y New Model Army en la Sala Live, de Carabanchel. Llegamos muy justos de hora (era temprano) y rápidamente entramos en la sala accediendo sin entretenernos a la “zona de conciertos”.

Charlotte’s Shadows ya han comenzado su actuación. No hace mucho, están terminando el primer tema. Tenía muchas ganas de escucharlos/verlos en directo, tras haber oído buenas críticas y haber degustado su último disco. Según me voy acercando llega a mis orejas un teclado (bueno, su sonido), lo busco y me doy cuenta de que está grabado, así como las bases, programadas. El exiguo escenario se lo disputan tres tipos: J. Catala canta y toca la guitarra, A. Avalos, el bajo y Blas Bernal la otra guitarra. La parte programada destaca demasiado sobre el resto, está más alta y se come casi todo. La voz intenta superarla pero… se pierde un poco en el intento. Aún con todo, suena diferente que en el disco (a mi parecer), más áspera, más gutural. Las tres “sombras” intentan transmitir al poquísimo público que les atiende. A mi no me llegan, del todo. Me recuerdan constantemente a ese grupo de bandas, fundamentalmente alemanas, que a mediados de los 90 hicieron resurgir el gótico de guitarras, el que bebía mucho de los Sisters y en menor medida de los Fields, etc. Lo curioso es que lo hicieron resurgir añadiéndole teclados (anatema si hablamos de la primera hornada) y al igual que en los que nos ocupan, las bases programadas eran seña de identidad. En general me pareció un grupo con ganas de agradar, con ganas de hacerse más grandes. También generalizando, me sorprendió no muy gratamente el aire de amateuridad que desprendió toda la actuación y me soprendió porque el curriculum de estos muchachos en directo es impresionante. Esperaba quizá más espontaneidad, más seguridad en movimientos y gestos. Musicalmente sonaron bien (salvando el tema antes reseñado, que no creo culpa de ellos), sin alardes innecesarios pero con la contundencia debida así que realmente solo eché de menos esa pátina especial que distingue a los grandes de los que aspiran a serlo.

Comentando estaba precisamente lo anterior con mis compañeros de aventuras cuando un gran número de gente empieza a arremolinarse cerca del escenario. Al final parece que si va a responder el respetable, cosa que hasta ese momento dudaba. Decido acercarme a las primeras filas antes de que sea demasiado tarde y una vez allí, larga espera. La misma se ameniza con intrascendentes conversaciones sobre lo talludito del público (salvó la charla que me echaron casi 15 años menos, siempre agradecido) y lo mucho que se disfrutó en anteriores eventos. Salen ya, que ya salen. Justin Sullivan al frente con Nelson en los bajos, Dean White combinando teclados y guitarra según la ocasión lo requiera, Michael Dean demostrando lo buen batería que es y Marshall Gill y su barba imposible destrozando las cuerdas de la guitarra. Bueno eso es lo que harán después.

De momento Mr. Sullivan coge el micro y grita su clásico ¿OK? y la sala revienta con los primeros acordes de States Radio. Después, en rápidas sucesión: Get Me Out, The Charge, Mambo Queen Of The Sandstone City, Peace Is Only, Today Is A Good Day, Disappeared, High, One Of The Chosen, Autumn, White Coats, Lurhstaap, Vagabonds, Wired y Wonderful Way To Go. Es decir, un setlist centrado en la última época de la banda, sin predominio claro clarísimo de “Today Is A Good Day” y salpicado de grandes hits. Un setlist corto, cortísimo, que se hizo aún más corto por la velocidad con la que lo interpretaron. Y en los bises poco más, las coñitas con el público (que voceó con el primer rasgueo de 51st State sorprendiendo a los músicos), la enorme Green And Grey y la no menos grande 225 cerrando el recital.

Dejando aparte duraciones y el hecho innegable de que en esta clase de conciertos (grupos que llevan dando guerra más de veinte años) cada uno de los presentes puede recitar treinta y tantos temas que él hubiera añadido, la verdad es que los del nuevo modelo del ejército o el ejército último modelo o como coño se traduzca se curraron un concierto espectacular. Las canciones nuevas (especialmente las de TIAGD) suenan muy bien, llenas de fuerza y garra, las escogidas de las antiguas no podían faltar y, en general, el nivel tanto de calidad interpretativa como de entrega estuvieron más que a la altura de las circunstancias. Lo peor, aparte de lo corto que fue todo (en hora y media escasa incluso teniendo en cuenta el tiempo muerto prebises estaba el pescado más que vendido), fue ver a cinco mozos intentar desplazarse por un escenario ciertamente minúsculo, lo que permitió pocas alegrías y algún gran riesgo: casi me revienta Justin la cara cuando le dio por colgarse el pie del micro al hombro.

Salvada la vida casi en el último momento, fuimos a degustar una de esas cervezas tan frescas que dicen sirven en las barras madrileñas. Y ahí estaban ambos grupos, en plan normal, haciéndose fotos, bebiendo y charlando con quien se acercó a ellos. Es muy de agradecer el comportamiento nada “estrellil” de los ingleses estos, que demostraron, de nuevo, que la humildad, simpatía, cercanía y buen rollo es casi siempre inversamente proporcional a la duración de la trayectoria y éxito de la banda en cuestión. No lo digo por Charlotte’s Shadows, que en este caso estuvieron a la par que los británicos sino por la infinidad de grupos que sin que haya razón alguna, se comportan como si estuvieran más allá del bien y del mal. Inciso aparte, en resumen, una noche más para recordar, con el buen regusto que se me quedó y las ganas de repetirlo.