MISHKIN FITZGERALD: Present Company (Dead Round Eyes Records 2013)

Siempre tengo una cierta renuencia a llevarme a la boca (oreja en este caso) discos de proyectos paralelos de artistas en solitario que me emocionan “con banda”. Por lo de siempre, porque suele no ser lo mismo, porque tantas y tantas veces se demuestra que el todo es igual o mayor que la suma de las partes… Por otro lado, hay (y ha habido) innumerables ejemplos en los que me he tenido que tragar esos prejuicios, que lo son. Tantos proyectos igual o incluso más emocionantes que los ya sabidos. Pero, ya se sabe, si no fuera por eso no serían manías, serían efectos concretos provocados por sucesos igual de concretos. Hablaríamos de otra cosa. Cuando me enteré, sin embargo, de la próxima salida al mercado de este Present Company (mayo es el mes escogido para el lanzamiento), traté de eliminar de mi mente todos esos pensamientos preconcebidos, toda esa cera de las orejas que lo único a lo que podía llevarme era a perderme un (otro) gran disco. No estaba equivocado. Mishkin Fitzgerald une su talento al del multi-instrumentista y productor Forbes Coleman y se marca (marcan) un discazo. Sí, sí, he dicho discazo. Variadito además.

Empecemos. Present Company es una preciosa canción de piano y voz. Terciopelo puro. Decadente, bella, delicada… complementan después otros instrumentos (batería, teclados, etc) pero la base principal de la melodía se sigue apoyando en ese piano. Hasta la apoteosis final al menos. Grandioso comienzo. Raise The Bar empieza ya a dar argumentos para ese “variadito” que decía antes. Muchísimo más rock que la anterior, más “clásica” también, otra faceta de la misma personalidad, la de la Fitzgerald, algo ya apuntado en los discos de Birdeatsbaby pero que aquí está ya en su máxima expresión. My Body A Bridge por el contrario es, de nuevo, otro giro a la tuerca de la combinación tecla-voz. Menos aterciopelada que la que da nombre al disco, tiene una estructura que de algún modo anticipa un estallido… que no llega. No en la canción, por lo menos. Es, tal vez, el tema en el que más me costado entrar, pero también es cierto que un vez “entrado” no puedo separarlo de la excelente impresión del resto; serán las cuerdas, no sé. Con Hanging Tree ningún problema. Tremendo tema de punk al piano. Ya os sabéis las características de este tipo de temas aunque no las repetiré. A destacar el falsete que le da otro empaque a la canción. Creatividad dentro de un estilo bastante sobado, ya. Originalidad dónde resulta más difícil. Bien, muy bien. Todo esto, para volver a aguas más calmas con I Want This (ya la conocíamos, fue single de adelanto a primeros de mes, como Present Company lo fue en diciembre). Otra vez la belleza, otra vez el teclado, otra vez la voz de algodón. Otra vez una pieza que enamora desde la primera escucha. Wide Eyed es completamente diferente. Casi folk de guitarra acústica, muestra otro registro, y van… Las canciones desnudas tienen la dificultad añadida de que precisamente esa ausencia de adorno, esa pureza casi minimalista, deja al descubierto cualquier defectillo en la composición. Salvo que esta sea realmente buena y desde luego, Wide Eyes lo es.

Los dos últimos cortes de Present Company merecen capítulo aparte. 7 Stitches o lo que es lo mismo, el resumen perfecto de TODO lo que hemos hablado: cuerdas parlantes, piano, voz. Canción que sube y baja con todos los sentimientos que inspira, preciosa melodía, fantástica la interpretación, a flor de piel, como todo el disco. Y Sugarknife: la sorpresa. Guitarrazos, voz distorsionada, estructura medio heviorra… me recuerda a aquella tremenda Charlie Big Potato de Skunk Anansie, sin parecerse mucho, pero me viene a la cabeza cada vez que la escucho. Un enorme perro verde en toda la discografía de esta moza, desde luego, un no sé si mecanismo para epatar, una liberación o la enésima demostración de genio y singularidad. Una extravagancia o un desahogo. Ni idea, pero desde luego es un broche complicado de igualar ya que, encima, está muy bien hecha, no es para nada un pastiche. Es la constatación de que esta primera incursión en solitario de Miss Fitzgerald merece tener continuidad, merece seguir creciendo y desarrollándose porque, a poco que así sea, valdrá la pena. Siempre y cuando, claro, no abandone la “marca principal” que tanto placer nos ha proporcionado en los últimos tiempos. Ojalá ambas caras de la moneda sean compatibles. Porque las dos son buenísimas. Y Present Company lo demuestra en los ocho trozos que lo componen.

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