LYDIA LUNCH, 31 de marzo de 05, Sala New Revolver, Madrid

Bueno…Plasmar esto, recrear lo que vi y vimos, es, aparte de difícil, de resultado seguro, inexacto, erróneo, carente de sentido, tal vez… Si no estuvisteis allí. También si estuvisteis…

Parecía que la sala iba a estar, digamos, poco llena. Serían cerca de las diez de la noche cuando el local empezaba a llenarse. El escenario pequeño e íntimo. A la izquierda la percusión, al fondo un portátil y a la derecha los “vientos”. La luz era tenue, casi azul casi roja… Envolvente. De una rampa conectada al backstage, emergió la sombra de la Lunch. Muy torneada. Hmmmmmmmmmmmm… Se inclinó por la barandilla, ofreciéndose, ella y sus pechos, dándonos su calurosa bienvenida, y aun así distante y fría. ¡Cuánto poder, y cuánto descaro! Pero, ¡qué elegante me pareció! Comenzaron a vibrar los átomos en la sala. Todo se cargó de electricidad, una electricidad un tanto decadente. Vítores y aplausos. Y allí estaba ella…

Bajó con el bolso en la mano y un sombrero negro. Toda ella en negro. No llevaba medias. Su tobillo izquierdo tatuado en negro, también, espirales y curvas. Zapatos de tacón con pulsera. Y la copa en la mano. Dejó el bolso en el suelo y empezó a intimidar…me. Si algo notaba era que… Era una Diosa, Diosa de asfalto e infiernos, pero Diosa. Increíble mirada, en increíble presencia. Ella solo estaba allí, tan sólo, pero eso era tanto… Empecé a sentir mil cosas. Sólo mirándola. Pensé… Esta SEÑORA lleva toda la vida flipándome con sus temas, con sus colaboraciones y sobre todo, con su manera de decir las cosas, tan agresiva, tan sensual a veces, tan loca otras… Y su voz… Punto y aparte…

Su presencia emborrachaba. Y esto iba en ascenso. Comenzaron los primeros acordes mientras pasaba las hojas con las letras de las canciones. A su lado derecho un atril, tan inoportuno como necesario. ¡Cómo lo entendí! Me pareció tan grande ese… Desvergonzado detalle. Las letras de las canciones escritas, y colocadas en un atril, coronando lo que sería su obra. Creo que yo no era la única “emborrachada”, ni muchísimo menos. Pero… Dejaron de hacer falta. Se soltó a la primera, no necesitaba eso, ese atril… Era sólo para recordarnos que no hace falta tanta memoria si se tiene sentimiento, y ella lo tenía…

No sé, pero todo comenzó, y no parecía un sueño, ahí estaba lo bueno. Era tan real como sus ojeras. Estaba allí, cantando no para ella, era sólo para nosotros. Muy…Volcada. Muy grande y muy sensual. Poderosa, dura e irrepetible. Empecé a sudar. Ese atril ocultaba toda su luz. Así que… Atravesé la sala, dando tumbos, y me coloqué directamente al otro lado del escenario, viendo su lado izquierdo. Y ahora sí… ¡Entera para mí! Estaba a menos de dos metros. Subidón…

Recitaba y bailaba, se sacudía, se caía. ¿Estaba también embriagada por la música? Esa música. A su derecha, al fondo, el percusionista, golpeaba al ritmo que ella bebía, al ritmo al que sus inspiraciones espiraban como canto. Detrás el guitarrista y su portátil, con invisibilidad manejaba los hilos. Y mano a mano, a su izquierda, el saxo, la trompeta y todos los “vientos”. No podía ser mejor. ¡Qué tres perfectos cómplices! pensé. Son sus apéndices pero son su paisaje, son sus acompañantes, pero son sus piernas, son su sombra pero son sus contornos, son… Sólo la sintonía de una poetisa, ni más ni menos, o casi nada. Diossssssssssssssssssss… Como subía la temperatura, de la sala, la suya, la mía… Y la de todos…


No podía dejar de mirarla. Aceptaba cigarrillos del público, rellenaba su copa, se asomaba a mirarnos y a decírnoslo todo. Y se movía al ritmo de su bendita creación, llamémosla maravillosa. No se podía esperar más. Ahí estaba todo. Sentí…Es el mejor momento de mi vida. No comparo, pero sí, y lo es…

Se quitó la chaqueta y quedó sólo cubierta por una blusa con un generoso escote en pico. Pudimos ver su piel… Y no sólo eso…

Parece increíble como su voz, sus graves, sus agudos y la música alrededor pudieron con todos. Era un chill out de grupo, pero tan íntimo. Era una marea. Todos se movían como marionetas, todos guiados por los hilos de su voz. Esto era así. No de otra manera. No podía ver a nadie, salvo a ella, pero sentí el movimiento de las olas. Aroma a sensaciones, a hormonas perfume. Todo lo hacía ella. Todo…

Increíble el Hot Tip… Su “Wrong Man”, mientras sentenciaba a todos y cada uno de ellos. Los de primera fila, los del medio, fondo y esquinas. En un baile de serpiente. Arrancando y provocando reacciones. Retándonos a todos. Nadie estaba a salvo. Con esa mirada, esos ojos, esa cara, esa boca… Todo, era lo que emanaba…

No puedo decir voz rota, no puedo decir voz con este o aquel registro… Para mí: La Voz. Y, joder, estaba paralizada, pero no podía dejar de moverme, de sentirla, de admirarla, de escuchar sus palabras y llenarme con su “suciedad”, también. Era como ver a un animal cazando, a mansalva, ver la sangre, ese instinto, y no poder juzgarlo, sólo… Es así. Y así te tome, Lunch, como un espectáculo de la Naturaleza, puro y visceral, nunca forzado, sólo tú y el Mundo…


Nunca había visto nada igual. Insuperables notas. Todos en el mismo Universo, en el de ella. Jugando con los corazones, con los latidos de todos, con los deseos. Todos la deseábamos… Pondría la mano en el fuego o pondría las dos…

Aquello fue un viaje, más que nada de endorfinas y taquicardias. Reconozco que tengo el corazón débil, pero aguantaba su ritmo sugerente, y no sólo… También sabe susurrar como nadie, también grita y también entona. También gimió… Para nosotros pero porque ella lo quería, necesitaba no tanto las palabras como las mil y una cosas que hizo para nosotros. Nos meció en sus manos, nos cantó, nos miró, nos habló, brindó por nosotros y pensó… En dejarnos trastornados después de acompañarla en su viaje. ¡Menudo Viaje!…

Desaparecieron. Y volvieron a aparecer. Pero sólo ellos. La gran Diosa se divertía desde la rampa, grabando la instrumental que nos ofrecieron sus chicos. Hacía todo lo que quería. Subida, alzada, encima de nuestras cabezas. Podía contemplar la marea y ser tan fría como para grabarla. O tan ardiente. Juguetona como un gato e igual de peligrosa. Recuerdo que quise mirar por debajo de su falda. Me pillaba tan lejos…

Y llegó la despedida, el final… Sí. Lydia Lunch se cantó el “The End” de los Doors. ¡Coño, eso no lo esperaba! Al igual que no esperaba nada de todo esto. Pero lo hizo. Y a pelo. Y de nuevo haciéndolo a su manera. Ahora “the west” no “is the best”, sino… “the worst” y eso mil veces. Y para mí que así quede. Yo no sé nada. Nada. Y Lydia si. Y mucho…

Te amo…

Texto: PALOMA…
Fotos: Hararca.