LOS EVANGELISTAS, 21 de junio de 2012, Día de la Música, Sala Matadero, Madrid
Prueba de sonido un poco caótica. El fenomenal retumbe de la nave 16 no presagia nada demasiado bueno. Los responsables del sonido (y del concierto en general) se desviven para que todo esté perfectamente. La tarima sobre la que revienta baquetas Eric, tiene pinta de que a lo mejor no aguanta tanto envite y tanto embate. Lo que es distorsión pura se embarulla confundiendo voces, pero sobre todo, destacan las ganas. Se prueban canciones una y otra vez, casi todo el repertorio. Todavía es pronto, quedan quizás dos o tres horas para que dé comienzo el espectáculo. Esperemos. Todo casi a oscuras, mientras afuera cae la tarde. Focos. Vallas de hierro negro impedirán presuntas avalanchas y protegerán a la prensa fotógrafa, por lo que pudiera pasar. Gran despliegue de seguridad, humana, me refiero. Confío en que no serán necesarios. Hablamos en cualquier caso, de aforo de miles, más que de cienes, siempre impresiona. La cosa se va animando y la gente empieza a entrar en la nave. Velas sobre el escenario. Gregoriano… Empieza el ritual.
Y empieza, como no podía ser de otro modo, con Gloria. Perfecta para tomar contacto, para entrar en ambiente, para de alguna manera medir la temperatura de lo que vendrá a continuación. En el público, no hay sorpresas: mayoría de “planetarios”. Algún flamenco un poco despistado o no y un buen número de caras conocidas de otros conciertos lagartijeros. Así a bote pronto, en lo musical, aunque es temprano para juzgar un total, ya se nota que suena muchísimo mejor que en la prueba. Puede que sea gracias a algún ajuste de última hora, puede que las cerca de dos mil personas que llenan sin atosigar el aforo amortigüen la reverberación de un “local” que no fue concebido como sala de conciertos (y se nota, pese a los seguro denodados esfuerzos de los organizadores). Lo que serán probablemente las señas de identidad del concierto está ya presente en este primer esbozo. La energía de Eric Jiménez en la batería, la capacidad de JJ Machuca para tejer con teclas, el muro sólido de las cuerdas de Florent, los dibujos de Jota sobre el mismo muro y el Fender Six marcando por dónde. La voz de Antonio Arias haciendo mejor a Fray Luis de León y transmitiendo emoción.
Decadencia no es excepción. Aunque sea Jota el protagonista en el micro. Las caricias en las cuerdas dan su fruto. No hay (que yo sepa) estadísticas, pero el balance de Jota y Florent en la relación cantidad-de-ruido/distorsión/guitarreo con la velocidad-a-la-que-muevo-las-manos-en-las-cuerdas debe de ser de los mayores que haya visto yo nunca. No se puede generar más moviendo menos. Y así, capa a capa, nota a nota, llega la impresionante En Un Sueño Viniste. Y así, capa a capa, nota a nota, tomo conciencia de hasta que punto es redondo este tema. Tanto musicalmente como a nivel de letra (al’Mutamid adaptado por Morente, poco más se puede decir), es una canción incontestablemente arrolladora. Brutal la interpretación además. Las caras del público, bastante tranquilote toda la noche, reflejan un sentimiento que debe ser similar al éxtasis. O así quiero imaginarlo, porque antes de que me de tiempo a analizarlas en “profundidad” Encima De Las Corrientes me devuelve de una patada a la poesía místico-erótica o erótico-mística, según se mire. En el anterior concierto que tuve la ocasión de disfrutar (el del Johnny) prescindieron de la canción a última hora (estaba hasta probado el sonido), por lo que era la primera vez que la sentía en directo. Aún estoy digiriéndola. Para mí, de las cantadas por Jota, es con mucho la mejor del disco. Para mí, de las cantadas por Jota, fue la que más me emocionó en directo. Y el listón estaba alto, ciertamente.
Ya con el cantante planetario “al mando”, sonaron sin más dilación la Serrana de Pepe de la Matrona, Pastorcillo y Amante. Pastorcillo invariablemente recuerda a Un Marciano Envía Una Postal A Casa. Melódicamente es muy muy parecida, pero al entrar la voz, cambia, muta, se convierte (lógicamente) en otra canción. Tengo que oírla más, tengo que oírla grabada. Amante es otro cantar, nunca mejor dicho. Tiene una cadencia, no sé lo que es, pero engancha, engancha mucho. A estas alturas ya está todo el mundo más que entregado. Artistas y público. La combinación de voces con todo el tapiz de distorsión detrás y el martillo-yunque de la batería, resulta sencillamente impresionante. Las luces, muy bien dirigidas también, crean la atmósfera necesaria. Veo caras de satisfacción a mi alrededor. Oigo comentarios halagüeños por todos lados. Pero, lamentablemente, la parte central del recital está terminando. Los primeros acordes de El Loco ya se desparraman. Coplillas diversas. Dos voces de nuevo. Reminiscencias lagartijeras (como sucedía con Pastorcillo, aquí la melodía recuerda a Supercuerda) tanto en la música como en las letras (aquello de la piedra y el centro, etc, ya sabes). Perfecto final, para terminar arriba arriba, con la gente saltando y el grupo atronando. Como debe ser. Dejando ganas, muchas, para los presumibles bises. Aunque en este caso, no sean tales.
Sale Carmen Linares. La muy grande Carmen Linares, dispuesta a volver a demostrarlo. Nuevo turno para los fotógrafos, sin flash por supuesto. En lo importante, otra vez el desgarro y el aguardiente. Otra vez Delante De Mi Madre. Otra vez, impresionante. Indies boquiabiertos. Flamencos satisfechos. Fans de Omega, más fans. El resto, todos, flipados. Aplausos, muchísimos. Pero hay más. Se descuelgan con una canción nueva a estrenar y es tan apoteósico todo que no sabría por dónde empezar. Ando ya tanto rato con los pelos como escarpias que parece que son así de serie. Pero no es momento, no todavía, de digerir nada. Ni de intentarlo. Otra nueva, otro estreno: No Me Habías De Conocer. Sin resuello. Con letra que se me antoja durísima, pero puede que fuera por el momento. No lo sé. Lo que si sé es que suena fenomenal todo. Y también sé de buena tinta lo que queda, y no es poco.
Soleá Morente en escena. Otra grande, enorme. Que, si la dejan, será todavía más grande, más enorme. Parece bienaconsejada pero con estos temas, ¿quién sabe? Yo Poeta Decadente. Desde los primeros acordes, acojonante o como se diga. Estando muy de acuerdo con eso de que “una cosa es la poesía y otra cosa lo que está grabado en el alma mía”. Y la pequeña de los Morente en un crescendo final afinadísimo. Más escarpias, claro. La Estrella. Uf. Se agotan las palabras, no quedan adjetivos, no sé que se puede decir. O sí lo sé, pero no cómo decirlo… Sublime. Sale de nuevo Carmen para juntos a cuatro voces hacer Donde Pongas El Alma. Ahora si parece el final. El colofón a otro espectáculo inenarrable. Con algún altibajo, cierto. Con algún momento un poco menos excelso (alguna incorrección, algún momento dubitativo, algún desajuste, pero todos muy muy por debajo de los contrapuntos en forma de puntos álgidos).
Centrándonos en ese presumido final, la improvisación de las cuatro voces engrandece a los artistas. Solo tiene sentido ese final, creo yo, si es sin ensayarlo antes. Afinado, empastado, perdería toda la gracia. Y la ovación consiguiente parece estar de acuerdo. Pero no es el final. No el todo. Quedan dos temas, dos versiones. La primera, del Yo No Me Asomo A La Reja de Los Planetas. Con filtro evangelista, lo que sin modificarla demasiado le da un puntito a la canción. Sin haber escuchado muchas veces la original, la revisita me pareció adecuada. No en vano es una de las “morentianas” de la órbita planetil… Y el cierre definitivo: Ciudad Sin Sueño. De Omega, que se dice pronto. El escucharla en directo me produjo una sensación agridulce. Por un lado, tras escuchar varias tomas de la canción (cantada por Morente la del disco, las demos con voz de A. Arias, distorsionada), la interpretación “ariana” con contexto morentiano, me dejó un poco frío. Me hubiera gustado más riesgo en la forma de cantarla, el asumido en su momento, de hecho. Eso en lo “negativo”. En lo positivo, la canción tiene un ritmo interno que hace que más allá de lo vocal, te levante literalmente del suelo. Con Eric multiplicándose, Jota y Florent en estado de gracia guitarrera, JJ de contrapunto en el teclado y Antonio Arias empeñado en resucitar la atmósfera tan punk y tan flamenca de Omega, Ciudad Sin Sueño fue más que lo deseado. Mucho más. Y ahora, sí fue el final. El final del concierto y el principio de un montón de constataciones. Las que marcaron las diecisiete partes de un todo que solo invita a desear que se repita más pronto que tarde. Con la seguridad de que no volverá a repetirse, pues nunca es lo mismo, nunca es igual. Pero creo que ya me entendéis.