LOS EVANGELISTAS, 07 de marzo de 2012, Colegio Mayor San Juan Evangelista, Madrid

¿Qué es el flamenco? ¿Es un compás determinado? ¿Es una forma de arte en cualquiera de sus palos? Cuando un indiscutible flamenco como Morente canta poemas de San Juan de la Cruz, ¿hace flamenco? ¿Y cuándo mezcla cantes antiguos con música moderna? ¿es flamenco entonces? Cuando el mismo Morente colaboró con Las Voces Búlgaras o con Sonic Youth, ¿era flamenco lo que hacían? ¿Quién lo decide?

¿Qué es el rock? ¿Es un compás determinado? ¿Es una forma de arte en cualquiera de sus subgéneros? Cuando unos indiscutibles rockeros como Los Planetas o Lagartija Nick ponen música a poemas de San Juan de la Cruz, ¿hacen rock? ¿Y cuándo mezclan guitarrazos o aceleradas baterías o distorsión con cantes antiguos del flamenco? ¿es rock entonces? Cuando «Omega», cuando “La Leyenda Del Espacio”… ¿era rock lo que hacían? ¿Quién lo decide?

Colegio Mayor San Juan Evangelista. El Johnny, al parecer. No lo sabía pero por lo visto es poco menos que un templo del flamenco y del jazz en Madrid. Público variopinto, tal y como corresponde a un evento de este tipo (recordemos que se accedía por invitación, no era el típico concierto con entradas a la venta). Mezcla por tanto de famoseo bien entendido con fans, estudiantes y otros artistas. Amplio auditorio que se quedó pequeño, con cómodas butacas y una acústica que se antoja adecuada. Olor a incienso y cantos gregorianos, ambiente algo cargado y cerveza lejana. Gente que entra y sale, que toma asiento, que charla con alguien de al lado, que comenta lo que vendrá, tanto en un rato como dentro de un par de días. Velas…

Había muchas ganas de ver como se desarrollaba en directo el Homenaje a Enrique Morente que publicaron Los Evangelistas el reciente veintiuno de febrero. Expectación por comprobar como empastan sobre el escenario la contundencia de Eric Jiménez en la batería con los medios tiempos que llenan el CD. Las voces de Antonio Arias y Jota. Las guitarras de Florent y el propio Jota con los apuntes en las teclas de JJ Machuca. O el bajo distorsionado de Mr. Arias con el deje del resto de la banda. Confirmadas las dos invitadas esperables (Carmen Linares y Soleá Morente, que colaboran en el disco) quedaba por ver también que repertorio elegían o si repetían el de BCN del día 3. Echado un ojo al setlist, alguna sorpresa contiene.

Gloria. Ambientados por el incienso, las velas y los gregorianos antes citados, comienza la liturgia. Se va tejiendo el espeso muro de guitarras que acompañará casi toda la actuación. Algo fríos aún, los cinco músicos comienzan a sumarse alrededor de los versos de Fray Luis de León que desgrana Antonio Arias. El público, también frío (las butacas no ayudan, aún no siendo de bailar nada, me sigue costando entender los conciertos tan cómodamente sentados), permanece atento. Suena un poco embarullado, no se aprecian demasiados matices (que la canción sí tiene). Se los nota un poco encorsetados aunque ya se van sacudiendo y liberando con los siguientes temas.

Continúan casi sin parones con Decadencia, Pastorcillo, Serrana de Pepe de la Matrona y En un Sueño Viniste. Medios tiempos. Distorsión. Tapias de sonido superpuestas… Pastorcillo es la primera sorpresa de la noche. De “Cruz y Luna” y letra, creo, de San Juan de la Cruz, no aparece en el disco. Cantada por Jota, sobrecoge en su parte central. La Serrana y la nieve que no se entretiene más que lo imprescindible. El planetario cantante acaricia la guitarra de la que extrae tanta belleza. Florent mientras, a lo suyo. A lo de edificar con ladrillos de distorsión la pared que se derrama por el auditorio. El Eric, ay, el Eric. Y su yunque. El teclado de Machuca y el bajo de Antonio, imprescindibles…

Ahora que si hay que hablar de sobrecogerse, En un Sueño Viniste arrancó la primera gran ovación de la tarde-noche. Increíble sentimiento. Mr. Arias, con Morente en el chaleco y en el alma, sobrevolando la sala, dejando atónitos a unos y encantados a otros. Amante y Alegrías de Enrique. No sobran las pestañas para mirar aunque no podamos quitar los ojos del escenario. Los oídos son otro cantar, el sonido sigue algo confuso, no suena mal (mejor que al principio, bastante mejor) pero no termina de oírse nítido todo. Desconozco cual fue el problema, toda vez que no era de un instrumento o de un micro en concreto. Una pena aunque no dejó de ser un problema menor. Nada grave. Las Alegrías y su ritmo, el externo y el interno, las raíces que lloran sangre y una ligera sensación de que está sucediendo todo demasiado deprisa, a pesar de que Eric continúa contenido, fuerte pero sin acelerones que, esperábamos, llegarían después.

Donde Pones el Alma cerró la primera parte, la principal en duración, del espectáculo. Más rápida que las anteriores, combinando las voces de Arias y Jota, perfecto final para algo que nos hubiera gustado que se prolongara. Falta Encima de las Corrientes, también con letra del de la Cruz, que al final se quedó fuera del repertorio pese incluso a haber estado presente en la prueba de sonido. ¿Problemas de tiempo? Ni idea. Con todo, el balance de esta casi hora es muy positivo. Aprovecho la ausencia de grupo para mirar a los lados y atrás. Veo a la gente contenta en general y a algún epatado en particular. Los comentarios van todos en una línea similar. Estamos ante algo no sé si único pero sí muy grande. Algo que todavía ha de crecer en los bises.

De nuevo arriba del escenario, Antonio coge el micro para presentar a Carmen Linares que arranca aplausos prolongados al salir. Primeras notas de Delante de mi Madre. Recuerdos de Omega en la combinación entre el flamenco más puro (sea eso lo que quiera que sea) en la voz algo aguardentosa de esa enorme cantatriz que es la Linares y el martillo inmisericorde de Eric o las guitarras y bajos más espaciales que nunca (Spaceman 3 habrían disfrutado de lo lindo). Un quejío inmenso que deja patidifuso al respetable y que provoca que incluso los otros músicos la observen con arrobo. Emoción, muchísima emoción. Carmen se despide recordando al genio del Albaycín y sale al escenario la pequeña del clan. Primeros acordes de la machadiana (de Manuel) Yo Poeta Decadente, para mí posiblemente el mejor tema del Homenaje. Si los pelos ya estaban como escarpias, ahora más. Los primeros coros de Soleá no se oyen apenas pero luego, cuando llega la parte final, la de los raíles de Rius que se alargan y se alargan sin poderse tocar, ya es otra cosa. Es la voz de la pasión, del desgarro absoluto, la voz que araña por dentro, sin subir volumen, araña en una caricia. Preciosa. Y para terminar el bloque, La Estrella. De nuevo Soleá, pero ahora ya llevando todo el peso de la canción. Y qué peso y qué canción. Ahora ya sí que la emoción es insuperable, el crescendo infinito. Las guitarras, bajos y baquetazos rinden tributo a una muchacha que en unos minutos se ha hecho con todo el escenario. Me habría encantado haber podido ver en ese momento la cara de sus familiares (entre el público están, entre otros, la madre y la abuela), hay quien habla de lágrimas y la verdad es que no me extraña en absoluto. Cuando abandonan el escenario, fin del primer “bis”, se produce un instante de silencio digestivo que se hace eterno, aunque debió ser mínimo. El silencio salta por los aires cuando todo el mundo se rompe las manos puestos en pie en una ovación tan larga como merecida.

No puede terminarse ya, no puede ser. Y no es, pero casi. Falta El Loco. Este tema recoge algunos versos de procedencias diversas y los acompaña de una melodía ahora ya sí totalmente lagartijera. Acelerada, me recuerda mucho (en la melodía) al Heroes de David Bowie, como me pasaba con Supercuerda de Zona de Conflicto. Otra vez las dos voces empastadas, otra vez la batería a todo trapo. Distinto principio y distinto final. Buen cierre para un concierto inolvidable. Corto, pero intensísimo. Personalmente, eché de menos aparte de la nombrada Encima de las Corrientes, alguna concesión a Omega. Quizá no era el momento, pero… Un Ciudad sin Sueño, un Omega (la canción) incluso, habría sido la releche.

Después del concierto, como de costumbre, buenas conversaciones, alguna presentación y el deseo de repetir. Pero había que regresar, había que dar tiempo, un poco, a que lo vivido dejara poso. De vuelta a casa sigo oyendo las canciones dentro de mi cabeza, sigo tarareando letras y rememorando imágenes. Sensaciones. Recuerdos. Emociones.