LÍNEAS ALBIÉS + CERDITO, 7 de marzo de 2013, Sala Siroco, Madrid

Cuentas pendientes. Ganas de concierto. Sala Siroco. De nuevo. Pero vayamos más atrás. Desde el principio. La primera vez que vi a Cerdito (con Dolores) sobre un escenario, el tráfico y la dificultad de aparcar (sí, también fue en Siroco) me impidieron disfrutar más que del final de la actuación. Tres o cuatro canciones que supieron entonces a poco. Esta vez iba a ser diferente: tenía que serlo. Aunque se repitieran las dificultades para dejar el coche (normales dada la zona, pero las excelencias del trasporte público capitalino desaconsejan esa opción, al menos para el que esto escribe). Aunque la temperatura no acompañase. Ni la hora. Pero todo tenía que ser secundario, todo había de quedar al margen pues había muchas ganas de disfrutar de un concierto entero del dúo madrileño.

Con poca, poquísima gente en la sala empieza el recital. Para empezar, son un trío: acompaña (no sé si de manera definitiva) Pablo (batería de Dolores) en las baquetas. Se cierra el círculo. Parece increíble el peso que puede tener el contar con un buen batería, no te das cuenta hasta que no comparas como suena la misma canción, con ritmo pregrabado y con batería “de las de verdad”. Nada que ver. De nuevo las guitarras, también mejoradas con la presencia del mencionado, llevan el peso. La voz intenta transmitir aunque en un principio no se termina de oír nítido. Por fortuna fue mejorando esta cuestión. Los demás aspectos, no hace falta que mejoren, ya están donde suelen. Cerdito, ya dijimos, se mueven en unos parámetros dificilísimos de definir, es de esos grupos (gran virtud) que no hay manera de etiquetar, encorsetar o meter en cajita alguna. Tienen mucho de rock, de kraut, pero también de pop a veces. Punk también, sin duda. Combinan, sin rubor alguno, tantos referentes que no permiten circunscribirlos a ninguno concreto. Y desde la primera canción quedó clarísimo que así seguía siendo.

Poco a poco se va calentando el ambiente, ya ha entrado algo más de público (todavía no demasiado) y a ellos mismos se los ve más cómodos. Tiran del repertorio trabajado con Pablo y tanto Óscar como Carlos sacan a las guitarras todo lo que pueden. Y un poco más también, ese poco que no sabías que tenían. Van sucediéndose los temas, algunos más rápidos, otros más lentos, algunos más épicos, otros desgarrados, algunos más sencillos, otros más complejos. Todos muy buenos. Todos tienen ese “algo” que los hace especiales. Talento, supongo. Van sucediéndose sin apenas pausa, sin respiro. Y de repente el teclado apenas se oye. Y de repente resulta que no afecta al fenomenal desarrollo de una canción, no controlo títulos, que parecen siete en una. Un poco como había sucedido antes con Jonny (ésta sí la reconocí) que en casi un cuarto de hora provoca incluso aplausos cuando el respetable cree que ya ha terminado. Sorpresa y sonrisa de Mr. Llano y sigue el tema. Todo está ya terminando, el repertorio ha sido breve -sobre todo en número de canciones- y unos cuarenta minutos después de empezar Cerdito se despiden. Dejan un fenomenal sabor de boca con sólo el pero de la duración (otra vez me quedo con ganas de más, en este caso lo exiguo del repertorio escogido tiene justificación en la incorporación del baterista) y del sonido francamente mejorable de Siroco que, por desgracia, se ha convertido en casi una constante. El resto de conclusiones (son peros pequeños) apuntan todas en la misma dirección: Cerdito reúnen todos los ingredientes necesarios para seguir siendo un referente capitalino. Nota mental: he de volver a verlos, preferiblemente en mejores condiciones. Más pronto que tarde, también preferiblemente.

Casi sin darme cuenta, se sirve el segundo plato. He visto muchas veces a Líneas Albiés en concierto, pero hace taaaanto de la última… en este tiempo han pasado muchas cosas, muchos viajes, mucho éxito (siempre mucho menos del que merecen) allá por dónde fueron… Y ha pasado un vinilo (también lo sacaron en edición digital) rosa chicle dónde demuestran que cuando prometieron cantar en castellano iban en serio. También ha pasado que la escena madrileña los ha echado de menos. Pero yo más.

Siempre, siempre, siempre, he dicho que Líneas Albiés tienen su razón de ser en el directo. Ahí es dónde desarrollan realmente lo que son (si no fuera porque es un lugar de lo más común diría eso de animales escénicos), ahí es dónde transmiten todo lo que llevan dentro. ¿Significa eso que en disco sean malos? ¿Qué no componen buenas canciones? Para nada. Significa que esas canciones están creadas para tomar vida y que donde lo hacen, su hábitat natural, es en el escenario. Significa que cuando escuchas el disco, tienes la sensación de que te falta ese “algo” especial (que es tangente al que comentaba antes) que proporciona el dúo en sus recitales: le falta el sudor. Expectante e ilusionado entonces, claro que sí. Esperando que fuera al menos tan bueno como en cualquiera de las anteriores citas.

Empieza el repaso a L.A. Rosa. El castellano sorprende pero para nada disgusta. La teatralidad, la fuerza –el sudor citado-, la transmisión, el alma. Todo eso no ha variado un ápice. Se los ve cómodos. Marieta Rabieta se mueve, camina felina, tanto sobre el escenario como entre el público que ahora sí que casi llena el Siroco. Sigue sonando todo un poco confuso, pero el sonido ha mejorado. Pablo Pómez se deja los dedos y el corazón en la guitarra. Es decir, los albiesos en estado puro. Las canciones están tan bien construidas y son tan bien interpretadas que terminan siendo lo de menos. Me refiero a la elección o a la preferencia por una u otra, sobre el escenario siroqués todas son bienvenidas. La perfecta sincronización del dúo, el cómo llenan el escenario, el constante cambio -guitarra, saxo, teclados, aparatitos variados, percusiones- trabajado al milímetro es apoyado por canciones indiscutibles como las que tocaron. Betty Boop Es Mi Arrebato, Anuncios Del Bienestar, Chica Chica Boom, etc, etc. Temas llenos de referencias pop, de lo cotidiano, de lo que a cualquiera le puede parecer reconocible. En eso (en mi opinión) el grupo ha ganado con el paso al castellano, curiosamente al tiempo que deciden hacer carrera más allá del charco, despejando dudas si las hubiere.

Y las clásicas ajá. Se echan en falta algunas (sobre todo Double Captain Sensitive), pero ahí están el Relaxico Espiliabidoso o el Fucking USA. Ahí está también la versión de 1969, para mí mejor que nunca. Cualquiera de las tres en realidad, me parecieron mejores aún que de costumbre, no sé si el hecho del tiempo que llevaba sin escucharlas y disfrutarlas en vivo influyó o no, tal vez sí, pero ¿qué más da la razón? Cada vez estoy más convencido de que la música en directo es una forma de energía. Una forma de energía difícil de manejar, peligrosa por sus extremos: es tan sencillo quedarse corto como que se te vaya de las manos. Después de disfrutarlos de nuevo, también estoy más convencido de que tanto Marieta como Pablo manejan esta energía perfectamente y son capaces de golpearte con ella, de hacerte caer en su particular (MUY particular) mundo casi sin que te des cuenta.

Ya todo llega a su fin. Sin bises esta vez, llega el final de una noche llena de regalos. El primero de todos, la oportunidad de volver a disfrutar (o de disfrutar por primera vez) de los inclasificables Cerdito. Increíbles. El segundo, el reencuentro con los muy mágicos y añorados Líneas Albiés. Con su saber hacer y su carácter y energía, tan (también) inclasificable como arrolladora, tan epatante como marciana. Impresionantes de nuevo. El tercero, color chicle, sabe muy bien y suena mejor. Suena a plástico y mota de polvo, suena a como debe sonar la MÚSICA, suena rosa, suena albieso, en estado puro.