LINEAS ALBIÉS, 29 de noviembre de 2007, Sala Boite, Madrid

Noche de jueves raro. Frío, mucho frío (el correspondiente a las fechas en las que estamos), coches, muchos coches y Madrid “engalanado” para las próximas (no tan próximas pero ya se sabe que cuanto antes se empiece a gastar antes se empieza a recaudar) navidades. Se me hace cada año más extraño el adelanto en esos adornos, las luces fuera de sitio, el ambiente falso y de cartón piedra de una ciudad que aún no se siente navideña. Y en ese jueves tan raro, Lineas Albiés presentaban su nuevo disco, su reciente Taxidermista y amenazaban disecar mental y sensitivamente a todo aquel que se pasase por Boite el día señalado. Por supuesto, teníamos que estar allí y allí estuvimos.

La sala tiene una distribución un poco especial pero que resulta muy útil en locales de conciertos de pequeño formato: cada pocos metros un nuevo entarimado que permite (con su ligero ascenso casi centímetro a centímetro) que se pueda ver al grupo que actúe con relativa facilidad sin necesidad de estar en primera línea. En estas salas en las que el escenario suele estar bastante cerca del suelo, como te toque alguien un poco voluminoso delante intuyes más que ves. Había bastante gente (sin llegar al agobio pero mucha más que en los últimos recitales de los madrileños) y casi se forma unánime se amenizó la espera con las habituales (como debe ser) cervezas y copichuelas variadas. Los Chufas for Love (ínclitos pinchadiscos, geniales todo el tiempo) fueron calentando despiadadamente al personal con su muy bien hecha mezcla de bizarría, rock sucio y experimentos varios y cuando nos quisimos dar cuenta estaba comenzando la disección.

Pablo con chilaba y Marietta con un antifaz de leopardo a juego con las medias y un gorrete de flores de tela de colores pegadas (mejor ver las fotos) saludan y se disponen a comenzar la actuación. Ya sin chilaba la guitarra aúlla acompañada por los ritmos y las notas que escupe la sección electrónica. Suena muy muy bien. Se suceden los temas, mezclando conocidos y nuevos, se incorpora un trompetista tan bizarro como los miembros permanentes albiesos que aporta un toque peculiar aunque complementa perfectamente lo que se avecina: It’s Fucking USA, Respect, Double Captain, Real Motherfucker… en un crescendo artístico notable. Y Sonic Death, Residente en Rusia, Relaxico, Interpreta Francés, Seven Days, Taxidermista o I Love My enemies. El saxo hablado hace también de las suyas cuando ha de hacerlo y la actitud de siempre, la mezcla de new wave, punk y todo lo que cae en sus manos, en las del grupo, se derrama desde el escenario empapando a los asistentes. La guitarra da algún problema pero el sudor lo supera todo. El delirio, la locura, saltos, incursiones entre el público, interacción constante con éste son sólo medios para un fin: pasarlo bien y transmitir. Y a fe mía que consiguieron ambas cosas. La gente canta y baila y grita y se desliza, se mueve y disfruta, disfruta, disfruta en una especie de catarsis colectiva poco frecuente (y por ello más destacable aún). Alguien grita que lo den todo, le miro extasiado: no creo que se pueda.

Y poco a poco nos acercamos al nada deseado final: 1969. Perfecto. Personalísima la versión, casi irreconocible (para bien), totalmente integrada en el sonido Albiés (y mira que es difícil, es una canción que debe estar entre las diez o veinte más reinterpretadas de la historia, ser original con la iguana) que bebe tanto de esos setenta guarros y stoogenianos como de tantos sitios… Se marchan ya, tan pronto y la gente brama pidiendo más. No os preocupéis – pienso para mis adentros – enseguida salen. Y así es. Dos temas más, alargados hasta el ataque cardíaco y es ese mismo paroxismo el que enerva aún más a los escuchantes y videntes (de los de verdad). Impresionante final, desde luego.

Por resumir lo que es imposible de condensar. Por hacer una especie de compendio en unas pocas líneas (sean estas como sean). Por tratar de sintetizar, el recital del día veintinueve fue una demostración, cada vez más fehaciente, cada vez más clara, de todo lo que hemos dicho en laletracapital sobre la banda y sobre sus canciones: son de digestión difícil, complicadísimas de etiquetar, nada comerciales (en los asquerosos circuitos habituales al menos) pero tienen una carga de talento (que encima en directo crece, se propaga y desarrolla hasta límites casi dolorosos) que hace que se te agarren como brea caliente. En pocas ocasiones he “sufrido” semejante sensación, mezcla de placer y aturdimiento extremos, pero en todas ellas ha merecido la pena.