LEBANON HANOVER, 20 de septiembre de 2013, Sala Rock Palace, Madrid
Con un inesperado «sold out» (la sala tiene un aforo de 200 espectadores, aunque por motivos de comodidad no suelen meter en sus programaciones más de 150), nos dimos cita en la sala Rock Palace, buen sitio para conciertos de pequeño aforo y lugar que todo indica, será punto de encuentro para numerosos eventos de este tipo en Madrid.
Venían a presentar a Madrid su último trabajo «Tomb For Two» (salió a la venta el mismo día de autos), en un estilo que se mueve entre el post punk, el mínimal, la cold wave y el pop oscuro de los ochenta. De hecho, su actitud, imagen, estilo e interpretación parece forjada en algún club de Frankfurt o de Berlín, donde, metidos en una urna sellada y enterrada en 1982, esperaron criogenizados en algún sótano para ser rescatados en nuestros días y subidos a un escenario.
Con esta amalgama de sonidos y ropajes de aquel entonces, no podíamos sino encontrarnos con un público muy ecléctico en el que predominaba sobre todo gente de la escena gótica y siniestra madrileña, ya habituales de la mayoría de este tipo de eventos, así como de jóvenes generaciones eclosionadas en la sala Maravillas y en los antros aledaños, donde se venera a Joy Division como si fueran a venir mañana a algún festival de los que hacen en el matadero.
He de decir que si hubo dos momentos álgidos, fueron cuando William se empezó a desvestir y a moverse con su personal baile histriónico y esquizofrénico, digno heredero de Poch de Derribos Arias. Hacía mucho tiempo que no oía ovaciones tan apasionadas entre la audiencia más juvenil.
Mientras, la joven Larissa, siempre con una actitud fría y distante al extremo, se limitó a desgranar sus letras y tocar la guitarra con su mirada tan perdida como triste.
Hubo también una gran respuesta del público cuando tocaron una de sus canciones más populares «Totally Tot», donde la gente ya coreaba a grito pelado el estribillo, totalmente entregada al acto.
He de decir que en principio me pareció un poco monótono, pero es que su atractivo radica en eso, no han inventado nada, no hacen una música especialmente enérgica ni popular, pero su frialdad en el escenario, y la revisión de todos aquellos sonidos Dark wave tan atractivos aún hoy en día, hicieron que se llevaran de calle a la mayoría de los que les habíamos ido a ver. Y lo hicieron sin ni siquiera un «buenas noches», ni un «muchas gracias» ni un «hasta siempre». No me digáis que no tiene mérito.
Tras unos bises, estuvieron firmando merchandising y sacándose fotos con los fans, sin más despliegue de simpatía que el mostrado encima del escenario. Curioso cuanto menos.
Como colofón, pudimos disfrutar de una estupenda fiesta post-concierto, en la cual la gente de De Profundis no se permitió ni por un momento una tregua musicalmente hablando, intercalando novedades con temas clásicos de rock gótico y post punk hasta altas horas de la madrugada.
En definitiva, fue uno de estos conciertos a los que «hay que ir», con un precio más que razonable y que tuvo la capacidad de retrotraerte a épocas pasadas, donde la música oscura comenzó a tomar forma tal y como la conocemos.
Esperemos que no haya que dejar pasar mucho tiempo hasta volverlos a tener por estas tierras.
Fotos: Cortesía de De Profundis