LAGARTIJA NICK, VAL DEL OMAR, 18 de noviembre de 2010, Museo Reina Sofía, Madrid

Val Del Omar en el Reina Sofía. Exposición y concierto. Lagartija Nick recuperan la poesía mística y mecánica, la mecamística (transmisión emotiva a través de las comunicaciones electrónicas, en sentido amplio, según el propio VDO), el espíritu del genio de Granada que ya recrearon en el mítico CD de 1998. Lo recuperan doce años después cuando quizás, ahora sí, puede ser entendido. Tal vez ese empeño por entenderlo todo fue lo que hizo que en su momento fuera un álbum sistemáticamente ninguneado, tal vez si nos dedicáramos a sentir, PERCIBIR, más que a procesar la información, analizarla y meterla en cajitas, la historia sería otra. Pero lo que nos ocupa, lo que nos ocupaba era intentar trascender, digerir y apreciar intangibles y experimentos, locuras añejas que se podían hacer realidad.

Unas cuatrocientas localidades, noventa a la venta a un precio poco menos que simbólico, muchos invitados, algunos imprescindibles, butacas vacías, ¡niños! y expectación masticable. Una gran pantalla llena el fondo del escenario, Víctor Lapido a la guitarra, Machuka en el teclado y el theremin, David Fernández en las baquetas, Ángel Arias con dos Macintosh y su hermano Antonio en el bajo y el micro. Buenos técnicos de sonido, luces escogidas y astronómica compañía. Estrobos, focos, altavoces que parecen miles… y cómodas butacas. Poco sudor se espera y se echará de menos más allá del grupo que se presume sudará por todos. Con relativa puntualidad y horario-reina-sofía empieza todo.

Una intro electrónica y fría va depositando ambiente, la atracción del universo. Sin pausa arranca la propia Val Del Omar y con ella la Noosfera, la Sintesis y el mantra Yo-solo-yo-uno-solo-yo. Diafonía, desbordamiento, percepción táctil. Hasta el momento las impresiones son las dadas por la impresionante acústica del auditorio, las caras francamente anonadadas del público de museo que medio llena el aforo. Sin descanso sube la temperatura, la velocidad, el ruido. Desde atrás llegan sonidos, respiraciones, latidos, latidos, latidos. La imagen crece y crece, retumba el auditorio, tímidos aplausos a destiempo, Yo día y orden. El espacio nos acelera, el tiempo no transcurre, nada se puede ordenar con el tiempo. Lo permanente es el cambio y todo cambia, evoluciona, crece y se desarrolla sólo, sin ayuda. El ruido de fondo aumenta, el latido más alto, la imagen, superpuesta, los focos y la oscuridad, la penumbra lo envuelve todo. Los sentidos se embotan: Mecamística. Gutenberg y Faraday, acuarios y mass media. A toda hostia, a todo volumen. El que no haya salido a vomitar de placer puede hacerlo ahora. Alguno se levanta y se va, supongo que a por algo más digerible. No puedo moverme, atrapado en cada nota.

Pausa. Aplausos. Casi sin descanso No Somos Máquinas, Hal 9000 y Daisy, Lagartija Nick y el espacio que se funde con la música y la electrónica, el cosmos con la víscera, la luz se palpa por fín sin fín. Énfasis. Respirar y arder, respirar y arder, hélices y navajas, vértigo y fé en orden-desorden. Profundo, muy profundo, sonido, luz y oscuridad, silencios, pantallas, desbordamiento. Visión, tacto y sentidos. Lo marca el bajo: el Intervalo. Control del tiempo, lo importante es manejarlo, romper las fronteras, temblores, el medio es el mensaje. McLuhan y Lorca. Granada y el espacio-tiempo. Ni supercuerdas ni leches, el suelo no existe, la gravedad no existe, sólo existe el tiempo. Más aplausos, cerrados, interrumpidos casi por una nueva descarga.

Sin Fin. Loops, energía infrarroja ultravioleta fría. Retornos y más retornos, las imágenes, la pantalla, me faltan sentidos, difícil ver, oir, sentir, todo a la vez, va a costar digerir, procesar, pensar… ciclos y Contar lo que no puedo contar, imprevista, claro. Ciegos apeteciendo transparencia que inspirarían blogs, magnífica interpretación, desborda en táctil-visión. Las imágenes nos tocan, el sonido nos toca. La visión, el futuro soñado y escrito en verso hace un montón de años. Si el disco se adelantó a su tiempo, el inventor ni te cuento. A estas alturas poco importa ya, solo queda ver-oír-tocar-gustar-oler para SENTIR. Todo contribuye. Persona e Impersona. Fe, más que creer En lo que no vimos, Es crear lo que no vemos. Fe, en destruir, Más que inventar, Antes de crear, Intuir. Aldous Huxley y las puertas de la percepción, impulsos, me falta el agua para arrojar el reloj. La guitarra corta, lacera, se hunde, imaginas oídos chorreando sangre por la platea, te imaginas que sería parte del espectáculo, se rompen las baquetas, tres, cuantísima energía arrojada a la cara de tanto escéptico…

Respiro en Nueva York, más Lorca, relojes sin manillas, el bombo en la boca del estómago. A ritmo de intervalos de música infinita, a ritmo de intervalos de música infinita. El aljibe, las imágenes ya llegan a las primeras filas, esto no es un concierto, es mucho más. Esto no es Lagartija Nick, es mucho más, no es Val del Omar, es… sí, mucho más. Esferas. Las nubes no son esferas no son círculos, las montañas… La corteza no es lisa, mosaicos, Granada y no viaja en línea recta el relámpago. Me parece ver humo en el Macintosh, igual escupe reflejos. Somos nómadas en perpetuo cambio, nómadas del espacio, imágenes y sombras se desplazan laterales, Celeste. Eternamente en vuelo, como María José. Ángeles y arcángeles, eléctricos sin gravedad. Flamenco, Morente habría estado pero no está, Antonio se arranca, nos arranca, no desmerece, le sobra “duende” de ese. Canastas y flores. Esto tiene pinta de final, solo una hora, las luces se encienden, rapidísima la gente se levanta.

Estaban previstas Ondas de Fluencia, estaba yo convencido de la visita Taoísta, ya sabes Tao que se llame Tao ya no es Tao. Pero las luces arruinaron la fluencia, el tránsito, las luces y la impaciencia de la gente, claramente epatada. Alguna espantada. Supongo o debería. Corto muy corto todo, intenso, muy intenso todo. Mejor dos horas que una, mejor una vida… pero mejor una hora sin fin. Mejor penetrante, acelerado, urgente y rápido que lánguido y largo, más largo. Insisto, mejor Sin-Fin.