HAR BELEX + BRIGITTE HANDLEY, 11 de septiembre de 2015, Sala Wurlitzer Ballroom, Madrid

11092015-_MG_392512092015-_MG_4153El viernes 11 de septiembre la gente de Rara Avis proponía planazo: Har Belex y Brigitte Handley (The Dark Shadows) en formato acústico y fiesta posterior para inaugurar la nueva temporada de la tienda. Seis euros la entrada y la Wurlitzer Ballroom como escenario. Lo dicho, planazo. En mi caso además me apetecía especialmente por el fantástico sabor de boca que me habían dejado ambos grupos cada vez que los he visto y por ver cómo funcionaban las canciones de las australianas desnudas de bajo y batería. Imaginaba que las de Har Belex me sorprenderían menos dado que su manera de hacer habitual está más cerca de lo propuesto ese día que en el caso de la Handley. Tal vez las de las sydneysiders se cayeran con la ausencia de Nerida Wu y de Carly Chalker. Quizás sin bajo ni batería apoyándolas… A lo mejor la presencia escénica y el buen hacer instrumental de David y Aritz se echaban de menos más de la cuenta. No podía saberlo a esas alturas de noche. Pero en realidad era solo por las ganas de hacerme una idea previa, tendencias absurdas que tiene uno, incapaz a veces de simplemente dejarse llevar sin plantearse más y sin valorar de antemano nada.

 

Con retraso (habitual en la sala aunque en esta ocasión vino hasta bien, cosas que tiene Aluche), comenzó el dúo a desgranar repertorio. Luz escasa, escenario sin artificio alguno: sólo la profunda y aterciopelada voz de Salva y la guitarra de Manix. Y un puñado de canciones que se defienden solas, claro. Así, A Ray Of Moon, Freedom o Der Akerbeltz (elegidas para abrir el concierto) ponen a cada cual en su sitio. Hipnóticas, preciosas y precisas, la tos de Salva no impidió que cada palabra llegara nítida al alma de cada escuchante. Porque es ahí donde está la clave de los de la piedra negra, no hacen canciones para el oído, es todo mucho más profundo que eso.

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Edificios Anónimos (de mis favoritas realmente, aunque me emocionan todas), Ruins Of Gebara, Annual forman el siguiente “bloque”. Especialmente conmovedoras las tres, no sabría con cual quedarme. El dúo entrega todo lo que tiene. Contenidos, porque los temas que interpretan tampoco son para aullar desgarradoramente (salvo Gernika pero esta vez no la hicieron), van a lo recóndito, como decía antes. Sin alharacas pero sin dar tregua. Springtime y Pathways cierran el concierto. Se acompañan de melódica y pandereta. Enriquecen el sonido aunque realmente no eran imprescindibles, bastaba con las cuerdas de ambos, las vocales y las de nylon. Un bis, la versión del Wicked Game de Chris Isaak, y todo habrá terminado. En esta primera parte me refiero. Correcta la versión, llevada al terreno propio, como debe ser cualquier versión que se precie. Personalmente le tengo un poco de manía a la canción original, por aquello de la sobreexposición, pero en las manos de estos dos me gustó.

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Casi una hora de concierto acústico, lleno de matices, repleto de sensaciones y sentimientos de los que se atesoran después durante meses. Se hizo corto, claro, pero eso es inevitable dado el plan de la noche. Casi una hora que lo que hace es desear una nueva ocasión de disfrutar de un conjunto de temas a cual mejor. Esperemos que no pase mucho tiempo para la próxima ocasión.
Sin demasiada pausa, la justa para que quien fume lo haga y quien tenga que ir al baño lo mismo, Brigitte Handley subió al pequeño escenario (aunque esta noche no hubo problemas de espacio) con su guitarra, su moño y su mirada. He conocido muchas cantantes pero que canten sólo con mirar, sólo con fijar los ojos, muy pocas. Y que canten tan bien (con la fijeza de las pupilas insisto) sin tan siquiera abrir la boca, ninguna. Claro, luego además resulta que la dueña de esos ojos sabe tocar la guitarra, sabe cantar con la voz y sabe componer (y las tres cosas estupendamente, oigan) y ya para qué más.

 

Que sí, que Silent Screams, Das Modell y Nobody Knows. Así, para empezar. Pero que da lo mismo, vaya. Ya estaba todo dicho antes de empezar. Luego podemos añadir que versionar a Kraftwerk con guitarra acústica y voz solamente y que suene así es francamente complicado. Que Nobody Knows es tan buena que no necesita aliño ninguno. Que Silent Screams no les va a la zaga a ninguna de las dos y que tiene un “rollo” impresionante. Podemos decir todo eso, sí. Pero ya os repito que me da igual, que ya estábamos (estoy) ganados para la causa desde antes.

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Un par de temas nuevos (desconocidos para mí): Bunker 59 y ¿Hauptbahnhof?. En medio The Boy From Berlin. Y me da miedo repetirme porque podría volver a contaros lo mismo que en el párrafo anterior. Como si hablamos de Morse Code (¿otra novedad?), After Dark, Twinns o, claro, Distänt Mind. Defender estas canciones sin aditamentos. Sentirlas de cerca. Hoy hay poco lugar para el sudor de otras noches, hoy la entrega es más inmediata y próxima, comuniones casi íntimas. Miro alrededor y veo que salvo el flipao de la bisutería, el resto sentimos parecido. Unas con dolor de espalda, otras con la risa en los ojos (sí, otra vez los ojos). Unos más o menos bailando, otros solamente dejándose llevar, mecer casi, por la música.

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La sala no está repleta, unas ochenta personas disfrutamos del espectáculo. Supongo que el precio de la entrada, el ser viernes o el ser en un local céntrico habrá echado para atrás a más de uno. De esos que luego van a Portugal o a Alemania a otros conciertos. Demasiado céntrico sí. Seis euros. Viernes no festivo. Lo normal vamos. No me quiero envenenar que todavía quedan los bises. Sleeping With A Vampire (Vampyre) y, por supuesto, Eisbär. Estupendas ambas, tremendas de principio a fin. Una horita de recital poco más o menos que sabe a corto, cortísimo. Pero es que tres horas probablemente también sabrían a poco…

 

Quedaba la fiesta. Buena música, buen ambiente, malditos dolores de espalda. Conversaciones que hubieran sido mejores compartidas, risas, cervezas, fotos… perfecto final para una noche especial, casi mágica. Una noche que espero que se repita (aproximadamente) lo antes posible. La Handley suele visitarnos cada año (gracias, Jorge, por hacerlo posible) y Har Belex también acostumbran a prodigarse. Impaciencia.

 

 

 

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