GEHENNA TO ELIZIUM: FIELDS OF THE NEPHILIM 1985-1991

By Paula O’Keefe

(c) 1991-2010

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Traducción por Estudios Idea Soez, with kind permission of the author.
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Nadie sabe mucho acerca de los Nefilim, es algo así como un misterio. Añadimos “Fields” como referencia a los campos magnéticos que nos atraen hacia los Nefilim, no para evocar imágenes de pastos verdes”,
–Carl McCoy en USA Network’s “Night Flight”, 1988
Comenzaré advirtiendo que el texto que encontrarás a continuación está basado en la mera especulación. Reconozco que la expresión “parece que trata de” no es demasiado buena para dar validez alguna a esta interpretación, aunque ríos de tinta se han vertido sobre el significado de las letras de REM basados en la misma premisa. Ahora bien, todos nos hemos esforzado en escuchar e interpretar los textos, llenos de misterio, poder y belleza, y presento a continuación lo que creo que he llegado a comprender.
Desde un principio Fields of the Nephilim se definieron como una banda de rock al margen de modas pasajeras o tendencias novedosas con fecha pronta de caducidad. El worldbeat, el acid house, el sampling, el pop de Manchester surgieron y desaparecieron, y los Nephilim han seguido fieles a su fórmula original de guitarras + batería, dejando de lado la tecnología, los PWEI o Deee-lites de turno. De hecho la tecnología sí forma parte de su música (ya incluyeron sintetizadores en los lejanos tiempos de Dawnrazor), pero sólo para enriquecer o dar mas cuerpo a la esencia rock de la banda. Esa esencia está fundamentalmente construida usando capas intrincadas y densas de guitarras que parecen intentar escapar de los muros que las aprisionan. Incluso en sus primeros trabajos, con su estilo plenamente rock, existe un eco lejano de espacios, paisajes y distancias infinitos que se dibujan sobre vastos horizontes (el viento aúlla, las tendencias perecederas cierran sus puertas y corren por el pasillo hasta la seguridad de su habitación, asustados por la oscuridad del cielo y las incandescentes y próximas estrellas…)

 

 

Los Nephilim en los albores de los tiempos
Aunque todo esto es evidente, subyace un misterio: aún hoy en día no me atrevería a afirmar de qué tratan Dawnrazor o Blue Water. Calificarlas de oscuras, crípticas y ominosas es todo lo que uno puede hacer al referirse a estas primeras canciones, con la única certeza de que los temas tratados no son felices, ni divertidos. Probablemente el documento más gracioso de la historia de los Nephilim es el primer recorte de prensa americano, en el que un desafortunado crítico, armado de un par de fotografías y el primer LP se dirige a una audiencia no especialmente receptiva. Tras un par de párrafos atmosféricos medio decentes acerca de tintineantes espuelas y nubes de humo, el pobre sujeto hace un par de bromas sobre el disco, del tipo “Es en este Volcán donde el forajido le da una paliza al héroe”…

Returning To Gehenna (1985)

 

Returning to Gehenna

 

El EP Returning To Gehenna de 1985, dentro de su relativa simplicidad, es puramente Nephilim y contiene un muy destacable material. The Tower, un retrato comprensivo de una mujer desesperada es tan conmovedor como enigmático: no llegamos a saber por qué está encerrada (si es que lo está) o qué la atormenta (¿esta poseída, loca? ¿Es la fuerza subterránea -esa “force below”- la llamada de Cthulhu o algo que sólo ella percibe?). En cualquier caso nos sentimos cómplices de su soledad. Mi más sincera enhorabuena por lograr tratar a un extraño personaje femenino de una manera tan sensible. Secrets es otro temazo, con un riff de guitarra repetitivo que recuerda a Don’t Fear The Reapery de Blue Oyster Cult’s, con una letra que podría ser la primera evidencia del tema favorito de McCoy: “I’ve seen the heart of man fall/I’ve seen men crawl/Secrets I’ve seen where no one can find them/Behind the darkened wall…” Returning to Gehenna, se caracteriza por su imaginería onírica que, aunque  aún temprana, incluye la imprenta personal que identifica a la banda y su propósito: “It’s become our name/We the Nephilim”.

Dawnrazor (1987)

Hay un claro progreso con el lanzamiento de su primer LP, Dawnrazor, en 1987. Abre el disco Slowkill, una canción introductoria atractiva, con una potente percusión y un bajo muy presente, construida sobre magníficas guitarras espirales en fuerte contraste con los polvorientos gruñidos de Carl McCoy. Éste interpreta todos los temas con esta voz grave y cavernosa, que por aquella época parecía ser su único registro vocal, aunque el tiempo nos demostraría lo contrario. Los textos giran en torno al suicidio y la fascinación por la muerte, con versos como “I’m up here ‘cos I wanted to die…up here on the bridge of night, to fall would be so nice”. Volcane fue en su momento el primer tema que llamó mi atención, y aún hoy podría ser mi favorita. Es una canción rock de base sólida, con un trabajo de guitarras desahogadas, secundadas con acordes y aullidos de teclado, y una línea argumental ominosa, que recuerda al típico triángulo amoroso, si no fuera por su cortante y oscuro. “Mr. Jealousy has returned to reality/unsecured by humanity/you’re living in danger”. Los versos “living inside her this love volcane, burning inside her this love volcane” sugieren más la visita de un íncubo que la mera pasión, y el estribillo nos ofrece más preguntas que respuestas. Dust describe un regreso desde el mundo de los muertos, e incluye algún momento truculento: “ride aboard the train/in this swirling pool of blood and brains”. Lo mismo sucede con Reanimator, que contiene el divertido momento “We look like sisters…” (afirmación bastante cierta =), mientras que Vet for the insane nos pincela los devaneos mentales de un psicópata asesino en cautividad: “The flowers in your kitchen/they weep for you/I’m gonna shred them all to pieces/like I did to you”. Las letras de Vet… están equilibradas por una línea de guitarra sutil y cargada de melancolía, cuyos ecos se pierden en la distancia, lo que otorga a esta canción de ritmo pausado una sensación de soledad, confinamiento, que quizá sean los remordimientos internos del propio asesino. La sensación general es de inquietante serenidad. El siseo oscuro de “relax”, sonando como un lento escape de gas venenoso, es el precedente del “Sweet dreams my angel” que nos ofrecerán más tarde en Love Under Will. Laura tiene un aire a las atmosféricas películas en blanco y negro, como Frankenstein, su torre batida por el rayo o Metropolis, donde el robot femenino enloquecido cobraba vida bajo cielos cargados de amenaza…

Si escucháramos los tres LPs por separado adivinaríamos de inmediato que Dawnrazor es el primero. Está hecho con cuidado, es intimista, y no revela demasiado. El diseño de la portada, de autor anónimo, recuerda el clásico terror gótico. Las canciones, aunque llenas de misterio, son bastante breves, directas y simples, y no traicionan la dirección ocultista y espiritual que la banda tomaría de aquí en adelante y que se convertiría en su sello personal en el futuro. Juzgando el LP y el tono de las entrevistas publicadas en aquellas fechas, la audiencia compradora de discos percibía a la banda como una entidad desconocida: aún no se había alcanzado el nivel de confianza que los Nephilim establecerían con su público más fiel en ulteriores conciertos. Además, como hemos visto, McCoy y compañía, podían ser muy crípticos. Si escucháramos Dawnrazor hoy nos sería difícil creer que fue compuesto por las mismas cinco personas que tres años después se sintieron lo suficientemente seguros y maduros como para grabar himnos épicos en torno al viaje astral, como Psychonaut o Elizium.
Sin duda, es este tipo de secretismo y misterio el que atrae a la gente, y así, cuanto menos decían los Nephilim, más intentaban sonsacarles los curiosos periodistas. La mayoría de apariciones en la prensa inglesa del momento sólo consiguieron la negativa de la banda a hablar sobre su leitmotiv. Por tanto, con sarcasmo y cierta dosis de mala baba, conforme sus preguntas fallaban en concretar la idea en torno a la cual giraba del trabajo de los Nephilim, los periodistas concluyeron que, en realidad, no tenían nada que decir, y que no soltaban prenda de sus motivaciones e intenciones porque en realidad eran meras marionetas cuyos hilos manejaban manos ajenas al grupo. Podemos disculpar a la prensa, pues esas primeras entrevistas eran frustrantemente desinformativas…
–         “¿Por qué el look de forajidos?”
–         “Simplemente es una ropa cómoda”.
–         “¿Qué influencias tenéis?”
–         “Toda la música que escuchamos. No tenemos una fórmula, intentamos recrear una atmósfera y luego todo se nos escapa de las manos”.
–         “¿Qué intentáis conseguir como grupo?”
–         “No estamos seguros”.
Es muy cierto que la prensa parecía disfrutar provocándoles, pero las respuestas de la banda no dejaban de ser exasperantes…

The Nephilim (1988)

The Nephilim

La muerte y la cordura relativa y sus lugares comunes es la temática favorita de los Fields, y serán aún más importantes en su segundo trabajo: The Nephilim, publicado en 1988. Como banda, este disco expresa y transmite una sensación de dirección acertada, identidad y control. El tiempo y la experiencia han desarrollado y pulido su música y a la vez les ha dado la confianza que necesitaban para dar rienda suelta a su creatividad. El resultado es un disco magnífico, oscuro, rico, evocador, que contiene las primeras referencias de McCoy a Sumeria y Cthulhu. Presentado con un artwork Gótico-Western, su título es todo un acierto, pues es el fiel reflejo de sus creadores.

Me permito ahora una digresión: es obvio que Carl McCoy es la mente, corazón y el alma de Fields of the Nephilim, pero me gustaría destacar el trabajo de quien de veras lo merece. Nadie mejor que Carl sería capaz de comprender la utilización mágica del sonido y sus vibraciones para transmitir una idea, un significado o provocar una respuesta del oyente, y los Nephilim son puro sonido, con su textura y densidad guitarrera, y sus poderosos cimientos percusivos. La gracia y el poder de la guitarra de Paul Wright y el sentimiento melódico de Tony Pettitt son impecables y distintivos. Sin duda trabajaban bajo la dirección de McCoy y hacia un fin aún por determinar, pero no puedo creer que trabajaran sin una gran dosis de libertad o impulso creativo y, aunque la formación original cambiara de miembros y otros músicos formaran parte de los Nephilim, nadie podrá negarles el magnífico trabajo realizado. (Intentad convencerme de que el guitarrista que rompió su barra de trémolo para conseguir que Submission fuera más allá de los límites establecidos era una mera herramienta…)
Si a alguien le interesara estudiar y comprender la esencia de los Fields, The Nephilim sería el mejor comienzo. La banda dijo en una entrevista de radio que escogieron imprimir la letra de The Watchman porque pensaban que este tema era la piedra angular del disco, el primero que fue compuesto y el origen de los demás. La crítica pensó que tenía que ver con el cómic “Watchmen” de Alan Moore, afirmación bastante improbable. McCoy comentó a la revista cristiana Cornerstone que “The Watchman” era una invocación a Cthulhu. El nombre de la gira del segundo disco fue de hecho “The Mark of the Watchman”, y la banda había incluido un escueto “all our Watchmen” en los créditos de todos los discos desde que editaron Blue Water.
El personaje que da título al tema, el Watchman o Vigilante, resulta ser un forajido meditabundo, obsesionado con su poder psíquico sobre la vida y la muerte, que atisba el futuro con la mirada apocalíptica del Antiguo Testamento y prevé la inexorable llegada del Caos. El Mesías no vendrá a salvar a la humanidad, e incluso esta certeza será vana cuando Tiamat, Cthulhu, la entidad primigenia, resurja desde las profundidades del abismo.

“My life’s turning pages, I see a promised day

Watchmen never age here they just sleep in vain

Drowning people stand here – they don’t care to fall

I rebury the pages, Cthulhu calls

You’ll see, you’ll see her when she starts to form;

you’ll see, you’ll see her when she starts to call..”

Desconocemos los motivos por los que Cthulhu ha sido siempre considerado como una entidad masculina. En el Necronomicón, Cthulhu aparece como un equivalente de Tiamat, la diosa sumeria del Caos. Abordaremos este tema mas adelante…

Cabe destacar también su infame grito de batalla ”In the name of Jesus Christ won’t you fear my name/I’ve been alive since Moses – your preacher never came”.
En The Watchman aparece explícitamente el inevitable tema de caos y destrucción, el Apocalipsis de la humanidad como ya expresaron McCoy y compañía por escrito en varias ocasiones. Y es también la primera vez que percibimos que uno de los deseos de los Nephilim es acelerar el día de la venida: “Remember she’s calling for you..I’m calling for you” se convierte de repente en “Cthulhu I’m calling for you” (Gran Madre de los Dioses, Ama Gal Dingir, en palabras textuales). Los imperios se desvanecen ante nuestros ojos y nuestros guías van allí donde no podemos seguirles…
La agitación y el caos continúan en Phobia, donde nuestras fuerzas vitales son drenadas  y los días se agitan. Se apaga la luz del sol y penetramos en su espacio. El día adecuado (“righteous day”) de Moonchild es una súbita referencia a la reencarnación, el recuerdo y a la muerte como castigo – “I knelt down where I burned before” –  Los Nephilim vuelven pronto a la carga y apenas tienes tiempo de escapar de la furia desatada que es Chord of Souls. En ella reaparece el personaje del predicador McCoy, pero se revela a sí mismo no como un hombre de fe sino, quizá, como un heraldo de los Vigilantes, graznando maldiciones cual cuervo enfurecido. “It’s not your God I’m after…I hate your country and I hate your world…tear my fucking heart out”, canta colérico, invocando el Caos como en las tribulaciones del día del Juicio Final. “Let it be the end, believers… over to the other side.” Como banda, en Chord of Souls los Fields se superan a sí mismos, planteando un camino azaroso desde un principio y brillando al final acompañado los sangrientos alaridos de la garganta de McCoy. La cara A del disco está repleta de desdén, con las dosis adecuadas de ira. En ella el Fuego Divino consume la Tierra corrupta; los Nefilim observan desde lo alto del cielo las ciudades en llamas con sonrisas nefastas que denotan una satisfacción despiadada, sus ojos brillan entra las columnas de humo, ceniza y polvo, como en un fiel retrato de la caída de Babilonia la Grande.

 

 

FOTN 1988

 

No debemos cometer el error de pensar que estamos simplemente discutiendo el pecado cristiano y su retribución: no olvidemos la presencia de Cthulhu. Chord of Souls resuena en la distancia durante unos momentos, la polvareda cesa en su furiosa arremetida y le sigue la serena y perturbadora Celebrate, uno de los trabajos mas bellos de los Nephilim, calmada y oscura como la superficie del agua en reposo, y sorprendentemente interpretada en un tono de barítono, la primera señal de que Carl tiene más de un registro vocal. Celebrate transcurre calmadamente, y el Juicio Final de una humanidad que ha perdido la fe en sus dioses forma ya parte del pasado. “With no faith in mind, to the Magan blind”, somos criaturas insignificantes que fueron bendecidas y hemos perdido esta gracia en nuestros días nimios. Magan, zona sin identificar de la antigua Sumeria, es aquí símbolo de toda ella: un lugar donde las almas descansan y sueñan, inmersas en un proceso de sucesivas reencarnaciones. Pero Celebrate parece advertirnos de que hemos olvidado nuestra parte espiritual, nuestra verdadera naturaleza, en pro de la persecución de la tecnología y la novedad por encima de cualquier otra prioridad. Y pagaremos por ello: pues nuestras encarnaciones pasadas serán aceptadas y alabadas, pero nuestro destino serán las llamas, ávidas de carne. La canción fluye hasta un puente de guitarra grandioso, frío y repetitivo, como el cielo de una perfecta noche de verano, para, por fin, terminar retornando al momento de quietud en que nos encontrábamos…
Tras esto sólo nos queda ser testigos de la belleza de la muerte y el regreso a la vida desde sus mismas puertas. Love Under Will es un medio tiempo brillante y elegante que se desarrolla en un paisaje de tierras baldías. (El título es una cita explícita del famoso lema de Aleister Crowley, del que la gente parece conocer sólo la primera parte). El tema considera la experiencia próxima a la muerte como una herramienta para escapar del cuerpo y entrar en comunión con el mundo de lo no visible. O quizá sea la descripción del camino que nos lleva hasta las ya mencionadas puertas de la Muerte. “I need to be alone tonight…lay down I’ll die tonight, smother me or suffer…” Arriesgamos a intuir que ésta es una referencia a la técnica de meditación por asfixia hasta llegar al desmayo, probablemente relacionada con la “Postura de la Muerte” de Austin Spare, con la que Carl reconoce estar familiarizado. Una instrumentación exquisita, con una línea melódica y fluida de bajo, guitarras titilantes como estrellas y voces sensuales y vaporosas que nos invitan a permanecer en estado de vigilia, a perpetrar la unión de las almas y a yacer junto al viajero astral, esperando su mensaje llegado desde más allá del velo negro. O simplemente nos insta a que seamos vigilantes del proceso, o a unirnos en tan funesto viaje  (invitación difícil de resistir en cualquiera de los casos). “When I’m gone, wait here, discover all of earth’s surprises…I’ll send my child my last good smile”, (que termina por convertirse en “my last goodbye”), insinúa que quizá no hay motivo para volver al cuerpo mortal, pues los enigmas que vamos a descubrir se convierten “en los de toda una vida”. Las palabras no logran expresar el transcurrir del magnífico tema, que es simplemente una obra sublime sobre el sueño, la Muerte y los reinos del mas allá: “Sweet dreams, my angel, my last goodbye… sweet dreams.”
Y, si aún tienes fuerzas para despertar, si es que de hecho quieres, hay una canción más, (la otra cuya letra aparece impresa en el artwork), que es el resumen de todo lo que hemos referido con anterioridad: Last Exit for the Lost. Criticada por la prensa musical como los devaneos de un gótico sobre el suicidio y sus deseos de morirse, es, en realidad mucho más que todo eso. Pues porta el mensaje traído de Sumerland que estábamos esperando. “¿Darías tu vida sólo por verme de nuevo?” Se nos pregunta. “I run your hair through in another decade, Sumerland holds me in Sumerian haze”. Es evidente que no hemos sido olvidados, y nuestra fe parece ser recompensada. El resto de la letra sugiere un flujo de recuerdos, imágenes, oleadas de la energía que fluye entre dos mundos y retazos del camino que los une. La muerte es la vía para escapar del dolor del ser amado, “precious to the lost”. Súbitamente contemplamos rostros, juguetes de infancia, puertas que aparecen y desaparecen. El Caos surge y reaparece Cthulhu, y somos guiados por encima de la Laguna Estigia que, aparentemente, estamos decididos a cruzar. (“You’ll seek it, though it’s a thousand miles”, so “take what fate brings…”). Pero nunca llegamos a nuestro destino: no logramos encontrar el umbral que debemos cruzar, y el último verso es un frustrante “closer”: más cerca. ¿Es esto una advertencia? ¿Debemos pensárnoslo dos veces antes de traspasar el umbral, advertidos del peligro que supone el viaje y, a su vez, reconfortados por la certeza de que aquellos que hemos perdido sueñan en letargo en la tierra de Magan? ¿O acaso la tentación resulta tan profundamente seductora que no seremos lo suficientemente fuertes para resistirla?…

Psychonaut (1989)

De The Nephilim pasamos directamente al esplendor sumerio de Psychonaut, el que fue su siguiente lanzamiento, en mayo de 1989. Esta obra épica incluye un gran diseño de Sheer Faith para su portada, y la siguiente cita de William Blake: “Of Behemoth he saith, He is chief of the ways of God Of Leviathan he saith, He is King over all the Children of Pride” (Libro de Job). Por desgracia nunca nunca hemos podido escuchar la versión completa de la canción, de veinte minutos de duración, que languidece en las lóbregas criptas de la música no comercial.

A partir de ahora nos adentraremos en aguas profundas, y es necesaria una especial atención, pues por primera vez se nos permite contemplar lo que antes sólo habíamos sido capaces de intuir. Psychonaut, cuya estructura se fundamenta cuidadosamente en antiguos principios matemáticos y numerológicos, grabada a la luz de las velas y el aroma de los inciensos, cuenta con una invocación como núcleo del tema: un encantamiento del que, por suerte, formamos parte. Lo hemos escuchado, conocemos la letra, ha resonado en nuestras mentes y ha utilizado nuestra energía para cobrar forma…somos parte del hechizo. El estribillo “Zi dingir kia kanpa, zi dingir anna kanpa” que significa “Espíritu, dios de la tierra, recuerda. Espíritu, dios del cielo, recuerda”, está traído del sumerio a través del Necronomicón, (¿sirve esto para aclararlo?). Todos unimos nuestras voces, compartiendo la energía necesaria para emitir un sonido que ninguna voz humana sería capaz de lograr: hemos sido cómplices de una invocación a los Antiguos Dioses Olvidados: “Dilatamos nuestras gargantas y pronunciamos los antiguos nombres. Convocamos a los Nefilim, y ellos vinieron a nosotros, extraños con los ojos de los hombres”. Escuchad, hijos y hermanos. Pues si en Celebrate se nos advertía de que habíamos olvidado, Psychonaut, por contra, intenta hacernos recordar…

“Quería hacer música que me transportara al lugar al que voy cuando cierro los ojos”, dijo McCoy, y ni por un segundo pienso que él es el único que ha sido transportado. No siento en cambio que con Psychonaut hayamos sido manipulados o atraídos a una especie de trampa malintencionada. Al contrario, encuentro en el tema un grandioso esplendor que va más allá de las palabras. Estamos ante una obra maestra que se ha producido aquí, en nuestro tiempo y lugar. Sea en pro del orden o el caos, la felicidad o la aflicción, lo único cierto es que consigue que el rock alcance su mayor estado de gracia como forma de expresión musical.

Digresiones aparte, Psychonaut nos ofrece la mejor interpretación vocal de McCoy hasta la fecha: clara, resonante y virtualmente exenta del gruñido sofocado de antaño, se nos presenta ahora plena de autoridad y dramatismo. Construida en torno a un riff de bajo hipnótico y la habitual e intrincada estructura de múltiples capas, cual atractor de Lorenz, la canción (tras tres audibles pasos de bota que se cuelan por el micro) zarpa majestuosamente, cual galeón español, y navega directamente hasta el fin del mundo. Los cielos se oscurecen y el viento azota: “Children now the curse is come, and glory days, our kingdom comes”. El tiempo se detiene y, los que fueron secuestrados, los caídos, vuelven en busca de nuevas almas, y comienzan a manifestarse. “Let us gather hallucinations from our private minds, let us witness the reincarnation of the Sun. May the mountain shake you to the core,” (la primera cita del Necronomicón). Hasta que al fin nos sumergimos en el Abismo, mientras la Tierra entera tiembla. Escuchamos versos de seis mil años de antigüedad, y, si esto no hace que se erice el vello de tu nuca, quizá esta música, definitivamente, no sea para ti. La voz de McCoy, exaltada y aterrorizada, ruge como un trueno: “Pray for Leviathan”. Y nos sentimos identificados con él, pues se ve sobrepasado por el ignoto poder que se alza desde las profundidades. “I hear them come, pray for me…” ¿Debemos rezar por su salvación o por su apoteosis? ¿Quién es el personaje que se dirige a nosotros? “I break down, yes I do…” La canción pasa como el Ángel de la Muerte y se desvanece, dejándonos exhaustos…

Elizium (1990)

Tardamos un año en recobrar el aliento, y en escuchar nuevo material. Así en mayo de 1990 un eslogan escapó del secretismo que envolvía al nuevo trabajo: “The 1990 Project”. Ignorábamos lo que se avecinaba…

Era Septiembre de 1990, y las versiones abreviadas de For her Light precedían la salida a la venta del tercer álbum de los Nephilim: Elizium. El single no adelantaba mucho el contenido del álbum: una guitarra enérgica y acordes de sintetizador, con las letras ominosas de costumbre interpretadas en tono grave (“Your effigy dissolves in my hands…you can’t wake up, you can’t wake up…”). En cambio la cara B, At the Gates of Silent Memory nos hizo contener la respiración: un tema oscuro e instrumental con una firme línea de bajo y una voz leyendo ciertos versos ocultistas que nadie en un principio supo identificar: el mismísimo Aleister Crowley recitando su poema “At Sea”, simple extraído de una grabación realizada en cilindro de cera que circulaba en reuniones privadas de mano en mano. ¿Pensaste alguna vez que escucharías la mismísima voz del maestro Therion? “Gods roamed the earth,” recita, “anointing them, asperging with tears, and sanctifying the solitude…Man is so infinitely small, man is so infinitely great…” ¿Por qué incluir esta grabación? ¿Acaso McCoy había decidido revelar todo sus secretos por fin? Aún tendríamos que esperar…

Y así nos llegó Elizium, que satisfizo plenamente nuestras expectativas. El disco que todos estábamos esperando, el disco que transciende el mundo formal y las convenciones del rock para permitirnos caminar en el viento, viajar en el tiempo, soñar con Sumerland. Las puertas se abren definitivamente: Sumeria, los Vigilantes, Austin Osman Spare, Cthulhu… todos los temas que han preocupado a los Nephilim se nos ofrecen de nuevo. Gracias a la fe y al respeto que has profesado puedes ahora gozar de ellos plenamente. El disco es viaje, medio y destino, todo en uno. El viaje de las almas, trazado hasta el mundo del mas allá, y el tema de la vida reencarnada, la contemplación de las vidas pasadas y futuras en un mismo momento (donde todo el tiempo es ahora y todo el espacio es aquí). Y, pese a todo, es un trabajo cargado de guitarras.

Por tratar brevemente los artículos de prensa en torno a Elizium diré que McCoy & cía. se habían vuelto mucho más comunicativos que en la etapa de Dawnrazor. En los pasados años habían llegado a afirmar que no sentían que la mayor parte de la humanidad mereciera ser salvada de la inevitable venida del Caos (aunque según Peter Yates: “nos sorprendería saber quien sobreviría al colapso: algunas personas brillan”, la declaración más esotérica de los FOTN hasta la fecha). Según los dos volúmenes de Peter Carrol  Liber Null / Psychonaut, hemos sobrevivido a tres eras de tiempo relativo a asuntos mágicos y espirituales y ahora estamos en la cuarta, atea y antropocéntrica. El alma es prisionera en vida. En esta obrael concepto global de refugio de paz es esencial: un lugar en que las almas descansan entres sus períodos de reencarnación, llámese Sumeria, Shining Isle, Magan o Sumerland, siempre sería el equivalente de los Campos Elíseos de la mitología griega.
Habíamos deducido de sus anteriores trabajos que la banda pensó que tenían un papel que cumplir, como el de un ángel apócrifo o un agente del caos. Pero esto no sería así esta vez…
Comienza el disco con Dead But Dreaming, la única referencia a los mitos de Cthulhu del disco, y el magnífico riff de For Her Light, que podría cogernos desprevenidos. Hay que prestar atención al título, porque en todo el disco subyace la existencia de una presencia femenina, un concepto completamente novedoso. At The Gates of Silent Memory / (Paradise Regained), por su temática (“…where the night has become/Elizium for the sleepless souls and our days to come…maybe I’ll just pass away or maybe I’ll stay…”) podría ser considerada como lo más cercano a una canción de amor que hayan compuesto los Fields. Es reconfortante pensar que incluso un sujeto atípico como Carl McCoy pueda tener un alma gemela… “But I feel alive with you/And I feel some kind of heaven…Be my refuge from the night/Love of my life pour your light/On the faith I can feel, make it real.” A mitad de canción destaca un sólo de guitarra de cautivadora belleza, que evoca un descenso alado desde lo alto de acantilados ciclópeos, con el mundo entero desplegándose bajo tus pies. Simplemente glorioso.
A continuación llega Submission. Y, si aún te extraña el concepto canción de amor que acabo de mencionar, puedes tranquilizarte: en Submission brotará sangre de las paredes. Es un tema salvaje y acongojante, tan oscuro como el más remoto de los abismos. McCoy, hablando del LP, comentó que había conseguido reflejar en sus letras el estado de ánimo en que escribía las canciones, y que éste, a veces, no era excesivamente bueno. Submission nos presenta el Caos en toda su furia y nos descubre que el Caos estaba dentro de nosotros mismos desde un principio. “We’ve remedies from the Ancient Gods/to heal the morals of our shadows,” canta Carl con delays de Echoplex para, de repente, estallar en un rugido súbito “Devil come to me, open up the door, lead me ciahra to the center of it all…” ¿Posesión y destierro? ¿Asesinato y perdón? ¿Qué significa esto? Los personajes pasan de la rabia a la tranquilidad, y de nuevo a la rabia “She cried, holding me, someone’s inside/too cruel to suffer for what she wants”, y después los increíbles y atmosféricos “loose her who’s inside me/let’s use her for what she wants”. Podría equivocarme, pero este texto siempre me recuerda a la sangre derramada de Kingu y a los bramidos de Tiamat, metáfora de la rebelde violencia que forma parte de nuestro origen. Y aun así la canción, en esencia, es serena, onírica, con la guitarra exquisita de Paul Wright sostenida por el bajo draconiano y la voz aturdida de Carl “to this radiant morning…somewhere else…oh where have I been…”. Las citas impresas nos muestran una oscuridad aún mas atroz: “The souls of those who quit the body violently are most pure.” “Such end true lovers hath…”
De nuevo encontramos el tema de las almas atrapadas en la prisión de la carne, la muerte como una liberación o quizá como un don o una gracia más elevada. El esforzado solo de guitarra consigue un feroz clímax, cual llama abrasadora e imparable, haciendo un gran uso del trémolo y del wah-wah, que termina con un sonoro rechinar: la barra de trémolo literalmente rompiéndose por la presión ejercida…
Entramos ahora en el corazón del álbum, el centro del laberinto. Aunque en la lista de canciones aparecen ocho títulos, para mí solo hay cuatro temas, estando Submission y Sumerland situadas en medio de dos grandes suites. Aunque Sumerland y su larga continuación Wail of Sumer/And There Will Your Heart Be Also, fluyen como una sola, dentro de la cual podrían incluirse las versiones 12” de la propia Sumerland.
Sumerland es la creación mas mágica, significante y esencial de los Nephilim: una declaración de intenciones sobre la inducción al trance, de una serenidad y poder abismal. Por muchas maneras que intente explicar lo que esta canción significa para mí, jamás lograré encontrar una explicación del todo convincente. El alma, purificada por su violenta liberación abandona una breve vida y todos sus placeres (“life and all its pleasures”) y se sumerge en una infinitud atemporal, atraída aun así por ambos conceptos, la Tierra y el infinito, anhelando siempre la paz y la libertad de Sumerland “we could dream together, we could sleep forever, take the dream”. Pero no se siente libre del todo para  llevar a cabo el viaje definitivo: “But I can’t hide and I cannot die…on this earth I will wait, by the roots of my soul”. ¿Qué tipo de exilio es éste, en el que no se abandona del todo ni el Cielo ni la Tierra? Y por fin aparecen (hace tiempo que intuía su llegada…)
“La noche dibuja figuras angélicas/ que intuí, muertas pero soñando, en mi pasado… Están aquí de nuevo/ quieren yacer contigo/ quieren llevarte/a la vergüenza pasada/ acepta el sueño”. Sin duda se refiere a los Vigilantes, los señores de los primeros Nefilim, conjurados desde la memoria distante por una voz tan oscura y onírica que podría sin duda ser la del alma atormentada de uno de estos gigantes inmortales, que se sirve ocasionalmente de la garganta de un ser humano para manifestarse. Con la mente en estas ideas, la música desciende hasta un momento onírico y pausado… La oscura voz parece provenir de una gran distancia. Si estás lo suficientemente concentrado, notarás que el tema cae en una especie de trance que pronto nos alcanzará a todos: “Sleepers in you…shapes of angels so deep within you…feel your soul…drowning…loosen your soul…drowning…”
El tema es tan sutil y efectivo que creo que nunca lo he escuchado totalmente despierta. No me atrevo a afirmar rotundamente cuál es su fin último, pero pienso que es el de despertar los recuerdos más remotos, para volver a cuestionarnos el sentido del término “alma”. Recordarnos que hace eones caminábamos junto a Dios y los ángeles, y enseñarnos la manera de hacerlo de nuevo. Sometimiento, rendición, desinhibición… los Nephilim simplemente consiguen transmitirlo. Como obra creada en estado de trance con la intención de embriagar al espectador y sumergirle en el mismo estado, Sumerland es una experiencia extraordinaria. La promesa que nos hicieron en Psychonaut por fin cumplida…
Salimos de este estado tan suavemente como hubimos entrado en él. Una melodía oriental se presenta ante nosotros, cual hilo a la entrada de un laberinto tentándonos a seguir el camino que nos indica. McCoy le grita a una entidad desconocida, le pregunta desesperado: “Do dreams fall from God?.Tell me what dreams may come” (una cita de Shakespeare esta vez). ¿Quién habla ahora por boca de McCoy? ¿Es un Vigilante o el mismo Dios? ¿Es quizá un Nefilim dirigiéndose a su Creador? Después, súbitamente, como cuando el hipnotizador chasca sus dedos, aparecen de nuevo los Fields of the Nephilim, guitarras, bajo y percusión ofreciéndonos un sublime crescendo hasta el final. Somos prisioneros de por vida; hemos soñado nuestro pasado en Sumerland y contemplado el Caos en el corazón del dragón interior de cada cual, pero aún así permanecemos aquí, y nuestras esperanzas están ahora puestas en alguien no identificado a quien suplicamos: “You’re my ticket outa here…take me away, take me there.”: nuestro ángel de la Guarda, en el más amplio sentido de la expresión. Descansamos por fin, habiendo contemplado la serenidad suprema de los abismos del espacio y el tiempo, gracias a una pequeña banda de rock de Stevenage de la que cierta gente se mofaba… Chapeau.
Al final lograremos escapar, de hecho ya casi lo hemos logrado. Wail of Sumer se abre paso por un tenso y pacífico camino, que pronto se ve desbordado por acordes y lamentos de teclados mientras el resto de la banda yergue inmensos muros de sonido a su alrededor. Somos transportados por el aire por encima del desierto, y contemplamos, desde lo alto el Tigris y el Eúfrates, las ruinas de la antigua Ur. Y, de nuevo, soñamos con Sumerland y los Ángeles Exiliados: “Taken from God…sent into the dark to play”. (Pura especulación, lo reconozco:). La letra de Sumerland menciona explícitamente ciertas “formas de ángeles en mi pasado” y luego afirma que “están aquí otra vez”, dejando claro que no hemos quebrado la barrera del tiempo, sino que hablamos ahora en términos de pasado y presente específicos.
“From life here I led them, taken away from where they lay…” ¿Puede esto significar que, en vez de incoar el Caos para acelerar la destrucción de la mezquina humanidad, la verdadera intención de McCoy sea despertar a los durmientes Vigilantes – esos maestros y guardianes de la temprana humanidad injustamente castigados por una deidad celosa y mezquina – para traerles de vuelta, y con ellos su sabiduría, a un mundo necesitado? ¿Quizá para acelerar, no el final de la Cuarta Edad, sino el amanecer de la Quinta? Sin duda el tono general de Elizium es más pacífico y categórico que el de sus primeros discos, como si hubieran alcanzado a comprender algo que ha cambiado el sentido de sus vidas. (Lo sé, debería vigilar lo que leo J).
Por fin tocamos tierra, y respiramos el aire sereno y antiguo, mirando en rededor “No sound, life, no essence…I’m seeing through an age who I am, through Sumerland lead me”. Reina la quietud en este lugar en que yacen los recuerdos, donde pasado y futuro son uno, rodeados de un sosiego monumental que nos revela la trivialidad del paso de nuestros días en la tierra. Wail of Sumer deriva imperceptiblemente en And There Will Your Heart Be Also, triunfal y bella, donde se acepta el paso por la Tierra y la reencarnación como una parte del viaje del alma. El mensaje ya no es “llévame lejos”, sino “I’ll end this moment to be with you/through morphic oceans I’ll lay here with you…you’re here to stay, stay here in Paradise.” Aquel al que imploramos puede que sea, al fin y al cabo, nuestro ser amado (sweet dreams, my angel…). Una coda magistral nos lleva hasta el fade out definitivo, mientras los teclados se quejan y trazan volutas, cual arena que revolotea merced al viento en el desierto, hasta que por fin llega el completo silencio, aquí, al Paraíso.
Elizium, fue recibido con división de opiniones, desde los halagos de Carol Clerk, en el Melody Maker hasta los resoplidos perplejos y llenos de escarnio del New Musical Express, que jamás logró entender el planteamiento de la banda. ¿Qué podemos esperar que opinen de un álbum en el cual dos tercios de lo que sucederá ocurrirá mas tarde? Probablemente no ayudó el hecho de que Carl McCoy se sintiera lo suficientemente seguro de sí mismo como para resumir el tema central del disco con la frase ”la muerte como la actividad de ocio definitiva”.

Earth Inferno (1991)

Elizium fue seguido con sorprendente rapidez del disco doble y en directo Earth Inferno. En mi humilde opinión, no contiene las mejores versiones en directo de todas las canciones (encontramos versiones mejores en alguna grabación pirata de un concierto en París), pero sí tiene el valor de demostrar que los Nephilim podían llevar un disco tan complejo como Elizium al directo (algunos habían sugerido que el trabajo de producción era tan vasto que jamás podría haber sido interpretado en vivo, ¡hombres de poca fe!). De hecho contiene momentos destacables, y, en especial, la gran interpretación de Psychonaut. La cubierta del álbum por sí sola, vale su peso en oro: un logrado fotomontaje que sigue la obra de Spare “The Self’s Vision of Enlightenment” de su Libro del Placer (¿no hubiera sido más adecuado elegir una obra de Earth Inferno del mismo autor?)
Y hasta aquí hemos llegado… ¿Qué será lo próximo? Es axioma en el mundo del rock que ninguna banda está cabreada eternamente, sin importar qué frustraciones y rencores alimentaron sus orígenes. El tiempo aplaca todos los corazones, los últimos discos suelen ser más reflexivos, y los jóvenes encuentran alguna otra banda que  viene pisando fuerte a la que seguir. Puede que los Nephilim no nos ofrezcan un rock tan crudo como al principio, pero su furia y oscuro caos y la paz que transmite es pura radiación elísea. Sin duda podemos afirmar que “hicieron lo que debían”.
Queda por descubrir cuál es el verdadero origen… pues ¿qué tienen el profeta Enoc, Abdul Alhazred, H.P. Lovecraft, Cotton Mather, el doctor  John Dee, Aleister Crowley, Colin Wilson (y servidora) que aportar en torno a estos azarosos temas que tratan de almas, ángeles, entidades extrañas y hombres?
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Artículo originalmente publicado en
Nephilim Artwork by Sheer Faith
Web oficial Fields of the Nephilim: http://www.fields-of-the-nephilim.com/