ESPLENDOR GEOMÉTRICO + CLOCK DVA, 01 de noviembre de 2011, Sala Matadero, Madrid

Con casi 40 minutos de retraso comenzó uno de los conciertos más inesperados (no por ello menos esperado) que se podían dar en la capital. El nombre de Clock DVA dice más bien poco a una mayoría, pero para aquellos que gustan desde hace unos años de la electrónica más bien underground llama poderosamente la atención ver dicho nombre en un cartel de concierto.

Antes de entrar en detalles de lo que aconteció, no puedo pasar por alto un detalle determinante en la realización (y éxito) de un concierto: el entorno. No había estado en el Matadero y tanto mi colega/acompañante como el que suscribe nos quedamos encantados con las instalaciones. Parecían hechas a propósito para el tipo de concierto que se avecinaba: naves industriales prácticamente intactas y espaciosas, estética cruda y funcional, suficiente amplitud como para estar en un concierto sin apreturas con un volumen de público razonablemente grande… En definitiva, un espacio muy apto para conciertos, de esos que Madrid adolece y tan necesitados estamos.

Como comentaba, con un retraso considerable se presentaban en escena Clock DVA. Banda que ha pasado por varios estilos, desde una cold wave correosa en sus comienzos con presencia de guitarras, a una suerte de IDM/ambient en la actualidad con supresión total de instrumentos acústicos. He de reconocer que hacía mucho que no los escuchaba, y no sabía muy bien lo que iba a ver/escuchar. Precisamente esa ignorancia hace que a veces te apetezca más ver a un artista, y por lo que pude constatar bastante gente compartía mi estado de curiosidad.

Aparecen tres figuras vestidas de inmaculado y científico blanco que parecían salidas de una nave espacial. Cada uno detrás de un portátil, disparan sonidos (¿lo hacen? Ya dudo de que realmente «toquen» algo y no esté todo totalmente grabado) y Adi Newton, el único miembro original de la banda, tras unas oscuras gafas es quien lleva la voz. Sólo pude reconocer The Hacker y Fractal 9, que destacaron sobre las demás por unas bases mucho más contundentes, EBM de la antigua escuela que facturaron a mediados/finales de los 80. Las proyecciones rayaron a buena altura, tres grandes pantallas situadas a los lados y encima del escenario disparaban imágenes fractales, retratos de los años cincuenta con fotomontajes superpuestos algo más siniestros, fragmentos de películas antiguas…

Terminó el concierto pasados 50 minutos, que se hicieron largos. Demasiados temas ambient tirando a chill out para mi gusto. Tras una corta pausa, que mucha gente aprovechó para salir a fumar, empezaron a rugir los altavoces. Esplendor Geométrico entraban en escena con unas bases realmente potentes y sin medias tintas. Si algo me gusta de ellos es que son, como Arturo Lanz ha comentado en más de una entrevista, primitivos y viscerales. Dicen que más que música avanzada hacen sonidos primigenios y estoy totalmente de acuerdo.

Saverio y Arturo saben muy bien lo que se hacen. El sonido es mucho más limpio que en Clock DVA, aparte de ser obviamente mucho más contundente. A un tema «instrumental» le sigue otro en que Arturo Lanz sale al frente y en ocasiones grita o sólo se agita de manera compulsiva. El amigo que vino conmigo nunca había visto a EG y les había escuchado más bien poco. Flipó al ver la manera que tiene de actuar Arturo Lanz, y no es para menos. Se desgañita, vive el sonido con todo su cuerpo e incluso a veces agobia verle como hace una garganta profunda con el micro. Entonces inspira, espira, mientras un ritmo pontentísimo nos hace vibrar a todos, y me vuelve a venir a la cabeza la idea del primitivismo de Esplendor. Tecnología, sí, pero con una base que mira a los sonidos más antiguos y básicos que ha producido el hombre.

Como curiosidad, decir que la imagen que uno se puede esperar de Esplendor Geométrico es radicalmente distinta de lo que es en realidad. En una época en la que muchas bandas venden más imagen que sonido, llama poderosamente la atención ver a dos tipos de lo más corriente meter tantísima caña. Saverio siempre permanece en un discreto segundo plano y cuesta ver más allá de su reluciente calva y camiseta negra, pero Arturo, que viene a ser el frontman, podría ser perfectamente el portero de tu casa o el compañero de trabajo de unos cuarenta y pico años con mujer y tres hijos pequeños que no destaca en absoluto. Y ahí le tienes, dando mucha más guerra que niños de veintipocos años que parecen sacados de un holocausto zombi o nuclear, del tipo Combichrist o Feindflug.

A un tema desgarrador le sigue otro, casi sin pausa. El público se ha animado definitivamente, muchos pegan botes de manera desaforada y otros asisten con curiosidad a un espectáculo que recomiendo ver alguna vez si gustas de sensaciones fuertes. Las proyecciones en este concierto fueron algo distintas de las que les he visto en otras ocasiones, mucho más lineales ya que eran fragmentos largos de películas musicales chinas o el discurso de un disidente japonés. Me sigue llamando la atención el sonido de la «sala» («nave» sería más acertado), bastante bueno y limpio para el volumen atronador al que está la música.

El concierto concluye tras un par de bises, escena curiosa en un concierto de una banda de este tipo ver cómo salen del escenario y vuelven en un par de ocasiones para lanzar más metralla sónica hacia el público. Creo que ha sido demasiado corto (unos 50 minutos, quizá algo menos) y les he visto más comedidos de lo que estuvieron en Ritmo y Compás hace un par de años. Arturo estaba algo más tranquilo que en aquel concierto, y aún así estuvo como se le espera, desenfrenado y pasional con lo que hace. Y en los tiempos que corren esta entrega tan sincera se agradece mucho.

Para concluir, un buen concierto de pura potencia y rabia sonora, auténtica y nada prefabricada. Ya me hubiera gustado ver por allí a gente que se considera de gustos extremos en lo electrónico y escuchan música que no le llega a la altura del betún en radicalidad, poder y pegada a Esplendor.
Y señores, no hay que irse a Alemania o países del norte de Europa para tener algo extremo y de calidad. Larga vida a Esplendor Geométrico.

Texto y fotos: Kindgott