EL FABULOSO COMBO ESPECTRO + LINEAS ALBIES + FRUSTRATION, 17 de abril de 2009, Sala Wurlitzer Ballroom


Noche de viernes, noche extraña. Wurlitzer Ballroom, ganas de ver que se ofrece. Tres cruces. Tres bandas, tres estilos, ¿tres públicos? El Fabuloso Combo Espectro, Líneas Albiés, Frustration. Conozco dos de tres, conozco mucho uno de tres. Dudas. 33 % de placer garantizado, 33 % de goce supuesto, 33 % de satisfacción en el alero. La cita se acerca, la Gran Vía madrileña se cierne no tan amenazante como ella se cree y la calle Tres Cruces espera con sus locales de fachada desnuda. Encuentros, amigos, palabras, deseos y vasos llenos, ahora vacíos. Los vasos digo. Lo demás crece según se acerca la hora prometida. Merchandising, presentaciones, no se acordarán, no se acuerdan, de mí mañana. Se venden vinilos, muchos, algunos muy buenos, otros excelentes, alguno hay que ni siquiera conozco. Camisetas en perchas, camisetas con papel celo. Chapas y empieza a entrar la gente.

El escenario es muy pequeño, la gente se agolpa a ver a los del Combo, a los que no conozco. Empieza el primer tema y suena a… no sé como definirlo. ¿Es pop? ¿Rock? ¿Punk? Espero un poco, ya empieza la segunda. La batería (no es corriente encontrar chicas a las baquetas) golpea los parches como si no hubiera futuro así que será punk… pero el guitarra aunque se desgañita conoce más de tres acordes y desde luego ese bajo no tiene nada de punki. Será rock, entonces. Con teclados. Voz muy distorsionada, pedalera, efectos que se multiplican y ¡un saxo! Van pasando las canciones una a una aunque resulta difícil saber dónde empiezan y terminan. Desquiciados y desquiciantes. Una parte del público se ha retirado a la barra, será por lo de los tres estilos y tres grupos, ya los conocen, no es su estilo. Los que quedamos tratamos de asimilar lo que vemos y oímos. En el underground del underground, en una especie de punto intermedio entre lo ruidista y lo punk, entre décadas, entre influencias que no me atrevo a desentrañar. No me entusiasmaron pero me gustaron lo bastante como para esperarles en nuevas oportunidades.

Líneas Albiés, les conozco mucho. Les he visto muchas veces en directo, solos o en compañía de otros y creo saber lo que me espera. Ya me han dicho que no tocarán temas nuevos (los tienen) y que estarán en formato dúo o casi, Pablo y Marieta sobre el escenario y Ramón apoyando desde arriba. Empiezan con “Fucking USA” y le siguen clásicos del orden de “Residente En Rusia”, “Relaxico Espiliabidoso”, “I Love My Enemies”, “Last Space Cowboy” o “Respect”. El escenario sigue siendo muy pequeño y los desplazamientos habituales se ven drásticamente reducidos. Es inevitable comparar con otras actuaciones anteriores, es irremediable que te vengan a la cabeza cien mil sensaciones, un millón de momentos… tampoco me apetece demasiado esforzarme en eso, dejo que me inunden. Suenan “compactos”, intensos, ¿maduros? Desde luego que sí. Todo eso y mucho más pienso mientras me llega la distorsionadísima voz de Pablo a través del saxo y de los juguetes de Marieta. Espiliabidosamente.

El concierto termina demasiado pronto, todo ha sido demasiado breve, Fuck Me resuena todavía en mis oídos cuando ya se disipan los ecos de las últimas notas, de la última vibración postrera, de lo albieso, que ha sido muy poco lineal esta vez, para bien. Pocos temas, algo más de media hora de actuación no dan para mucho. Me remito a la intensidad apuntada antes, es obviamente mejor un ratito intenso que un par de horas sin más interés que el de ver pasar el tiempo. En este caso, los albiesos han llegado donde querían sin problemas, me hubiera gustado que estuvieran más tiempo, que tuvieran ocasión de explayarse, pero el rato disfrutado lleno de energía, ardor, eficacia interpretativa y casi casi violencia en algunos momentos. Violencia deseada y deseable porque sí, porque yo también amo a mis enemigos y más a mis amigos claro.

Frustration están ya preparados. A estos los conozco pero poco, es decir, he escuchado su último disco y me han causado gran impresión. No tengo idea de cómo funcionará en directo ese sonido que quiero pensar es homenaje a tanto clásico postpunki de finales de los setenta. Sí amigos, los franceses suenan a Crisis, a Warsaw, a Killing Joke o a los Cure de Boys don’t cry o de Three imaginary boys. Suenan a The Fall y le añaden unos teclados que los emparentan con la costa oeste americana y su actualidad hungryeyeana. Recuerdan (menos pasados de vueltas) a Black Ice o incluso a Phantom Limbs o a Sixteens en ocasiones. Sus detractores les acusan precisamente de poca originalidad, de calcar actitudes y sonidos ajenos y añejos. Pero bueno, esos son sus detractores.

Repasan Relax casi al completo, con incursiones a sus anteriores eps. La “sección rítmica” (Mark en la batería) marca donde debe y el hierático bajista (Manu) lleva el sonido donde los cinco quieren… Un frontman (Baldo Fabrice) que se contorsiona y se mueve espasmódicamente al más puro estilo… sí, a ese estilo. Poco importa. La guitarra (Nicus) más que eficaz, precisa, segura y los teclados aportando de lo suyo. Son muy buenos músicos y se nota. Apenas tienen espacio para moverse pero lo hacen y entre el público la locura. Me parece estupendo que la gente al ritmo de la música (o no), se empuje, se patee, en fin, cada uno puede hacer lo que le plazca o lo que el alcohol o la emoción le sugiera. Mientras el de al lado, el de delante y el de detrás estén a eso mismo. Pero si cualquiera de ellos está a otro rollo… Vamos que me cansan los pesados y si empujan o dan patadas no solicitadas pues más. El esquivar golpes exige más esfuerzo para asimilar lo que los Frustration escupen desde el diminuto escenario, que el intentar procesarlo sin interferencias. Pero bueno, se asume y ya.

“¿Queréis más frustraciones?” grita Fred (teclista) en castellano obviando el doble sentido, después de que sus compañeros abandonen el escenario en el clásico descansito pre-bises. El público vocifera sin darle importancia a la manía de traducir lo intraducible cuando a todos nos da por hablar en idioma ajeno. La banda al completo recupera posiciones y es como si todo empezase de nuevo. Más corto, claro, pero la misma fuerza y las mismas ganas. El cantante finge chapotear en una cerveza caída y todos queremos más. Pero lamentablemente, pronto todo se acaba, han sido cortos los bises, ha sido corta la noche, a pesar de la hora. Lentamente vamos abandonando la sala, regresando a esa Gran Vía que ya no me amenaza a nadie, con ese ya familiar zumbido y taponamiento ligero en los oídos que casi siempre sucede a un buen concierto. Y un pensamiento: ya queda menos para el próximo.