ANA CURRA PRESENTA EL ACTO + MAUD THE MOTH, 09 de marzo de 2012, Sala Capital, Madrid

Noche primaveral en Madrid. Concierto de lujo, al menos para mí, era el plan elegido para el viernes. Ana Curra presentando El Acto, treinta años después de aquel accidente de coche en aquella malograda gira que parió un mito y se llevó a un artista. Treinta años de dolor, de silencio, de no querer no solo volver a tocar aquellas canciones sino simplemente hablar de ello. Los últimos días han estado llenos de cientos de rumores, desinformaciones y opiniones basadas en nada que aunque nada me importan quizá hayan “ensuciado” un poco el ambiente. Pero no adelantemos acontecimientos.

Antes de todo y de nada, una cita real y un millón prometidas. Amigos a los que hace años que no veo (y que siguen sumando jornadas al no-vernos), otros más recientes a los que tengo ganas de volver a ver e incluso algunos con los que jamás intercambié palabra alguna. Cara a cara me refiero y que curiosamente fueron la única “cita” cumplida. Quedar con unos y con otros, buena ocasión para compartir charlas (y cervezas). Pronto se descubre el imposible. La Sala Kapital, repleta, no permite reencuentros hasta finalizado el espectáculo y, entonces, es demasiado tarde para mí. Como sí he localizado (aunque no en la barra, mentiroso) al conocido noconocido, aprovecho para darle la vuelta a la frase. En un lateral del escenario, se acerca la hora prevista, empujan desde prensa (“es que soy de prensa”), al hilo pero sin relación, comento la necesidad de impartirle a más de uno y de dos un buen curso de comprensión lectora (si viene con uno de educación y buenas maneras, mejor) y sin darme apenas cuenta hay dos chicas sobre el escenario.

Tenía ganas de ver a Maud The Moth. Me había gustado el disco que habían sacado y me sorprendía su elección como grupo invitado, más que nada por una cuestión de estilo, tan diferente uno de otro (aparentemente no hay relación entre el sonido de las dos bandas). Tenía ganas de comprobar si es que acaso cambiaban su propuesta de “velocidad” cara al directo, pero rápidamente el contrabajo de Cecilia Tallo despejó mis dudas. Todas. Amaya López-C, alma máter del proyecto, al piano y la voz principal tirando de repertorio. Y no. No hubo cambio de propuesta. La mezcla de contrabajo con arco y piano llenó de emociones el local. Contrapuestas supongo aunque la reacción más mayoritaria fue francamente positiva (y francamente sorprendente). Ver a ajados punkarras aplaudir a estas muchachas no tiene precio, la verdad.

¿Y por qué sería que las aplaudieran? Pues porque se lo curraron más que bien. Es verdad que el estilo me pareció muchísimo más cercano a planteamientos tipo Amanda Palmer (aunque mucho menos punki) y es cierto que se notó (en alguna ocasión demasiado) que son tan insultantemente jóvenes que se permiten alguna licencia que seguro curará la edad y la trayectoria (cosas como vocear al micro un problema técnico al responsable de cambiarlo, siendo muy muy poco importante, queda un poco raro). Pero como también es cierto que tocan y cantan fenomenalmente bien (de ahí una de las razones del insulto) pues se llevaron una merecidísima ovación. Bueno, varias. En cuanto al repertorio ofrecido, pues como es normal el contenido en su LP Home Futile Home. Añadieron All Over, todavía inédita, que sigue el mismo planteamiento que el resto. Las canciones están bien, están muy bien, pero tal vez adolecen de una cierta monotonía estilística. De nuevo, nada que no cure el tiempo. El contrabajo suena como debe, el piano también y las voces se empastan bien unas con otras. Se alternan cancones más “fuertes” con otras más “dulces”, se superponen protagonismos sónicos y se va desgranando esta primera parte del concierto. Con la sala llena pero todavía no repleta, se disfruta lo que llega. Las conversaciones continúan y los aplausos y la atención del público también. De la parte respetuosa del mismo, claro, pues ya sabemos la costumbre arraigada en (por lo menos) Madrid de charlar a voces dando la espalda al escenario cuando no te interesa mucho lo que allí acontece. No lo entenderé jamás por más habitual que sea.

Y en estas, siguiendo casi a rajatabla el horario previsto, Cecilia y Amaya abandonan el escenario dejando buen sabor de boca y resulta que ya está todo preparado. Son las 21:30 horas, ¿pronto para un concierto? Puede que sí. Pero ya salen ya salen. Cesar Scappa y José Battaglio (guitarras), Manolo UVI (bajo) y Rafa Le Doc (batería), es la formación que acompañará a Ana Curra, esta noche seguro y esperemos que muchas más. El currículo de los citados es impresionante, la relación con las canciones que interpretarán lo suficientemente sólida, su pericia indiscutible… resta ver si el resultado está a la altura.

Primeros acordes de El Acto. Sale Ana Curra entre gritos del público que, ahora sí y hasta lo esperpéntico, abarrota la sala, palcos incluidos. Algunas caras conocidas, otras directamente famosísimas. Algunas canas, muchas, otras mentes calvas ya. Muchos años expectantes y algo de chavalería también. Nostálgicos, advenedizos y “fans totales”, más cualquier combinación que se os ocurra de los adjetivos nombrados. Estamos todos así que ya podemos empezar. Y claro que empieza. Un poco fría la cosa al principio, sí, pero ya se caldeará. Cesar y José demuestran lo sabio de su decisión, Manolo, sublime el bajo toda la noche, y Rafa se multiplican. Más fuerte todo de cómo lo recordaba, se nota la doblez de la guitarra. Ana no canta sola, la acompañan cienes de gargantas (la prensa empuja pero no canta) y Eduardo está muy presente, en corazones y acordes y supongo que en los recuerdos de quienes lo conocieron y allí estaban. No es mi caso. Nunca vi en directo a Parálisis, me pilló pequeño. Lamentablemente. La cosa empieza bien, suena todo compacto y viendo las reacciones a mi alrededor me doy cuenta de que podemos estar ante algo histórico, para bien entiendo.

Ahora quiero ser tu perro, Nacidos para dominar y Te gustará. En esta última la voz de la Curra me chirría un poco, canta demasiado agudo para mi gusto y no consigue hacerme llegar la lascivia que se sobreentendía en la original. Pequeños sinsabores para cuatro temas que mueven las piedras. Se notan los muchos ensayos, se notan las ganas de que todo sea perfecto… Yo no, Heroes, Tengo un pasajero. Levemente cambiadas, reescritas (o mejor, rearregladas) para la ocasión. Se alargan como las sombras que proyectan desde el escenario, se confunde en mi cabeza lo que entra por la oreja y lo que estaba de antes, de cientos de oídas anteriores. Me gusta como suena, me gusta lo que siento, me gusta que arriba del escenario también lo sientan o al menos, que dé esa sensación.

Ufffff, Esa extraña sonrisa, para mí, la mejor de siempre. Me encanta la letra (que, no se os olvide amiguitos, se ha hecho tópica muchos años después, no lo era en su momento tal y como sucede con el resto de las canciones de los de Benavente, Canut y compañía, pero, ay, se olvida y se termina pensando que en el 82 todo el mundo cantaba a eso). ¿Y la música? Pues claro. Fenomenalmente bien interpretada esta noche, uno de los puntos álgidos del concierto. Y más siendo con sorpresa, ya que Rafa Balmaseda (bajista de Parálisis cuando desapareció y posteriormente en Seres Vacíos –entre otros-) subió entonces al escenario para darle al bajo. Justo en el quizá sea el tema más de bajista del repertorio. Veinticinco años dijo Ana que llevaban sin verse y pareció que habían tocado antes de ayer… Impresionante. Y Quiero ser santa. No es de mis favoritas, la han pinchado demasiado y se ha versionado demasiadas veces, pero poco importaba ya, todo estaba entregado. Ah y sí, con dos bajos sonó de puta madre. Vamos a jugar ya es otra cosa. Como casi durante todo el concierto, sonó más contundente que en su versión original, de nuevo las dos guitarras hicieron de las suyas y el crescendo final con un Rafa Le Doc desaforado dejó en bragas el recuerdo. Y en bragas y sujetador (cubiertos de rejilla de lana, eso sí, pero ole tus huevos, maja) continúa la Curra. Dándolo todo. Retorciéndose, saltando, bailando… Me dicen aquí al lado que ojalá estén así de bien a su edad. Ojalá estuviera yo así ahora.

Sangre. Es otra de las que menos me gustan. Pero lo arreglan con Esto no es y Jugando a las cartas en el cementerio. Sí, sí, sí, ya sé que lo del salmón ahumado, etc es un poco pues eso, pero si recordamos contextos (es contemporánea o casi de los botes de colón y las Mari Pilis en el Sepu) pues ya no lo es tanto. O eso me parece. Todo el mundo me encanta en su reinterpretación y ¿qué mejor que Unidos para terminar con la parte “central” del espectáculo? Faltan los bises, obvios. Muy obvios. Faltan tres temas que no pueden no estar. Hasta ahora el balance es tremendamente positivo, algún pequeño bajón en alguna canción pero en general me lo (no solo yo, a mi alrededor claramente es igual) estoy pasando bomba. Muy poco tiempo después, apenas un par de minutos, vuelve Ana sola. Se sienta al piano (sale el resto del grupo al escenario aunque se mantienen al margen) y en las pantallas gigantes que hay tras el escenario aparece una imagen en bermellón y azul. El perfil de Mr. Benavente preside ahora todo. Empiezan a sonar dulces notas, un preludio de Chopin. Emocionante. Muy emocionante. En seguida, mientras retumba la sala entre aplausos y zapateado desde arriba, vuelven acordes conocidos. Adictos a la lujuria. Esta sí me gusta bastante más en su versión original, aunque no me parezca mala la recreación. En directo importa poco, se desborda todo lo contenido anteriormente. Afónicos, ahítos de sudor y con todo tan a flor de piel… Adictos a una sensación.

Preparados para lo que será el segundo –y último- bis. Autosuficiencia. Me miro en el espejo y soy feliz. Y felices somos en ese momento. Aunque me pasa con esta canción parecido a lo que comentaba sobre Quiero ser santa (demasiadas escuchas, demasiadas versiones), a estas alturas ya da lo mismo. Exactamente lo mismo. Yo solo queda saltar y gritar con lo que te quede. Llevo un par de canciones con el depósito “en reserva” pero es ahora o nunca. Y ha de ser ahora. Queda Un día en Texas. Impresionante. Cañera como nunca, una tralla impresionante. Los pogos centrales molestan poco, muy poco, se agradece. Casi sin voz entonces, uno se mueve lo que puede. La prensa se marchó hace tiempo así que hay más hueco. Grandioso final. Apoteósico. Diría más, pero parecería Piqueras. ¿El resultado final? Para mí, fue un conciertazo. Un espectáculo impresionante y una cascada de emociones mezcladas. Pasado, presente y futuro todo junto, todo a saco. Habrá quien opine que esta visita sobraba, habrá (hay realmente) gente que diga que qué derecho tiene la Curra para hacer esto. Que si marketing, que si solo por la pasta… Pues bueno, pues fale, pues m’alegro. No sé cuál es la razón real de todo esto, pero me da igual. Ahora bien, dudo muchísimo que el objetivo sea “forrarse”. Dudo que si se pretendiera eso éste fuera el camino elegido. Y, por otro lado, si Ana Curra no tiene “derecho” moral a hacerlo, ¿Quién coño lo tiene? ¿Los cientos de grupos que han versioneado a Parálisis, en algunos casos de forma como poco sonrojante? ¿El resto de la banda de la época? Pues estos últimos igual también, pero como máximo en la misma medida, desde luego no más. Pero insisto en que todo eso… para mí no tiene importancia. Sí que la tiene que pasé un par de horas largas fantásticas. Y que ojalá se repita. Si es dentro de poco tiempo, mejor.